125 AÑOS DE «BLANCO Y NEGRO»
La revista de un siglo (y cuarto)
«Blanco y Negro» mostró siempre gran vocación por el teatro. Pero, ¿y si hubiera llegado a ser una pieza teatral? Pasen y lean
Levantemos el telón. Estamos en el teatro de la imaginación, donde cualquier idea puede echar a volar , el corazón infinito en el que laten lo íntimo y lo plural, un universo en expansión donde cabe cualquier reto. Y lo es resumir en un espectáculo la revista de un siglo y pico, « Blanco y Negro », el cómo y el porqué de una cabecera que ha cumplido 125 años. Un espectáculo escrito por los miles de redactores y colaboradores que han firmado en sus páginas y con los decorados y figurines creados por los artistas gráficos que contribuyeron a cimentar la leyenda de una publicación que, cuando nació en 1891, aspiraba a ser, como se recordaba en su número dos mil, publicado el 15 de septiembre de 1929, «una crónica de todo lo que constituye la vida moderna, sin limitaciones ni trabas dentro de lo moral y lo lícito; a retratar esta vida con sus defectos y sus bondades, recogiendo la gracia fina lo mismo que la emoción bellamente expresada, lo grave y lo baladí, “lo blanco y lo negro”. En resumen: se proponía a ser, ante todo y sobre todo, una revista culta ».
«Blanco y Negro», el espectáculo que hemos puesto a andar en el teatro de la imaginación, recoge la respiración de esta revista culta en cuatro partes correspondientes a sus cuatro etapas (por ahora) : desde su fundación en 1891 a 1939; de 1957 –renacida como revista de información general – a 1980; de 1988 –cuando fue el s uplemento dominical de ABC y pudo asistir viva a la celebración de su centenario– a 2002; y de ese año, tras adoptar el apellido de Cultural y consolidarse como suplemento de arte y letras del diario, a 2005.
Directores y reparto
Puestos a imaginar, escojamos un director para cada una de esas partes. Para la primera, Juan Carlos Pérez de la Fuente , al que tanto gusta esa época; de la segunda, Ernesto Caballero , con brío y sensibilidad para transitar de los límites impuestos por la dictadura a los primeros pasos de la Transición; de la tercera, a Lluís Pasqual , que durante esos años vivió su gran proyección internacional, y la revista, los de su mayor difusión; y de la última, el inquieto Miguel del Arco para tensar en el campo de la cultura el arco en el que vibran tradición y vanguardia.
Y alguna muestra del ciclópeo reparto exigido por el empeño: Blanca Portillo para encarnar a la formidable Elena Fortún , cuyo gran personaje, Celia, abrió los ojos al mundo en «Gente menuda», las páginas infantiles de la revista; Irene Escolar sería sin duda la inquieta Sofía Casanova , poeta, dramaturga y periodista, que cubrió como corresponsal numerosos conflictos, entre ellos la Revolución bolchevique, y publicó tanto en ABC como en «Blanco y Negro»; el camaleónico Pedro Casablanc seguro que ajustaría sus rasgos a los de Torcuato Luca de Tena , fundador de la revista, y Pere Ponce a los de Juan Ignacio Luca de Tena , el hombre de alma escindida entre el periodismo y el teatro.
En el argumento se asoma inopinadamente Rafael Alberti niño, que espera «con verdadera ansiedad» la llegada de «Blanco y Negro» a casa de sus padres en El Puerto de Santa María, donde «cada domingo –como recordaba el poeta en el número del centenario– lo echaban por debajo de la puerta». Aparece un coro de estilizadas señoritas de Penagos , tan modernas y de piernas tan largas; desfilan las actrices que ocuparon las portadas y una selección de los personajes retratados por Annie Leibovitz y otros grandes fotógrafos. Apoteosis final en la que artistas, escritores, cineastas y populares de toda laya forman un mosaico a lo Busby Berkeley . Cae el telón.