LIBROS

¿Es el reportaje periodístico un género literario?

La periodista Svetlana Alexiévich ganó el Nobel. Abundan los libros y autores que cruzan la frontera y avivan el debate

Witold Szablowski ha escrito crónicas sobre varios países de la órbita exsoviética
Mercedes Monmany

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Desde el Premio Nobel a Svetlana Aleixiévich -y mucho antes, desde que el francés Albert Londres recorrió África y Oriente Medio en los años veinte del pasado siglo o la británica Rebecca West hizo su crónica magistral de los Balcanes en 1941- se ha hablado cada vez más de incluir el reportaje periodístico de alta exigencia estilística y narrativa como una rama más dentro de los géneros literarios. Pero no todos, dependiendo de la ortodoxia, lo ven tan claro.

El 7 de enero de 2015, dos yihadistas nacidos en Francia entraron en el edificio donde tenía la sede el periódico satírico «Charlie Hebdo» y mataron a ocho miembros de la redacción. Los pillaron totalmente desprevenidos. El periodista y crítico literario Philippe Lançon se salvaría de aquel atentado brutal. Gravemente herido, emprendería un largo y costoso camino, sometiéndose a un gran número de operaciones. Fruto de aquella época es su fantástico libro sin género «El colgajo » (Anagrama). Pues bien, a pesar de ganar un buen número de premios y de tratarse de una obra extraordinaria, de esas que surgen de forma muy escasa en cada década y en cada literatura, el jurado del Premio Goncourt decidió , de forma no poco chocante, no concederle el galardón «por no pertenecer la obra al ámbito estrictamente literario y tratarse sólo de una crónica». Algo sorprendente, por no decir absurdo, si pensamos en el Premio Nobel de Literatura del año del atentado, el 2015, a la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich .

Reporteros polacos

Entre los años 50 y 80 del pasado siglo, una pareja de geniales reporteros polacos, Hannah Krall (Varsovia, 1935), una sobreviviente del Holocausto, y Ryszard Kapuscisnki (Pinsk, actual Bielorrusia, 1932-Varsovia 2007) comenzaron a construir un estilo que daría pie a la famosa «escuela del reportaje polaco». Una escuela que cuenta hoy con un buen número de excelentes herederos. Tanto Krall como Kapuscinski, dos amigos de la misma generación, empezaron a escribir y trabajar con una técnica que ha seducido a millones de lectores de todo el mundo: «escuchar» con grandes dosis de empatía , una restitución -como en el caso de Aleixiévich- de la palabra «viva» y retratos magistrales, tanto de personas encontradas por el camino, por azar, como de lugares y épocas muy especiales, «de transición».

Estos son ejemplos de alta exigencia estilística y narrativa en su retrato del mundo

El reportaje de Kapuscinski «Esta es también la verdad sobre Nowa Huta» (una «ciudad de los trabajadores» construida cerca de Cracovia en plena euforia del comunismo) marcaría un hito. El retrato que hacía de la sociedad polaca se convirtió en algo sumamente incómodo para las autoridades del régimen, Le animaron a ir «más lejos»: a África, Irán, Etiopía, El Salvador, Angola. Desde los años 70 -conforme se iban traduciendo- libros míticos como «Ébano», «El Imperio» o «El Emperador», formarían parte de nuestras bibliotecas.

La lista de brillantes herederos , traducidos a un gran número de lenguas, muchos de ellos reporteros de «Gazeta Wyborcza», el principal periódico de Polonia, no ha dejado de sucederse estos últimos años. Aparte de publicaciones de la otra gran maestra del reportaje, Hanna Krall («Ganarle a Dios», Edhasa, 2008; «Rey de corazones», Nocturna, 2011), estarían trabajos estupendos como «Gottland» (Acantilado) de Mariusz Szczygiel (Premio del Libro Europeo 2009). Pero también varios del excelente reportero Wojciech Jagielski : «Un buen lugar donde morir» (un viaje a través de las regiones del Cáucaso y Transcaucasia durante la caída del Imperio soviético); «Una oración por la lluvia» (sobre Afganistán), y «Torres de piedra» (títulos todos en Debate). A ellos hay que añadir, «Como si masticaras piedras» (sobreviviendo al pasado en Bosnia, en Libros del K.O) de Wojciech Tochman .

Viaje en 4 x 4

Otros autores se cuentan entre los mejores, estilísticamente hablando. Escritores de raza que atraviesan espacios, viajes y géneros inclasificables con una fuerza y originalidad casi visionaria, fuera de serie. Uno es el reportero Witold Szablowski , autor de unas fantásticas crónicas sobre la dificultad de vivir en libertad, realizadas en torno a varios países de la órbita exsoviética, tras la caída de las respectivas dictaduras , tituladas «Los osos que bailan» (Capitán Swing). Historias reales de aquellos que añoran vivir bajo la tiranía.

También el escritor y periodista Jacek Hugo-Bader , autor de dos fascinantes recorridos: uno tras los restos más inimaginables de la ex Unión Soviética, de Moscú a Vladivostok, a bordo de un viejo 4x4 («Delirio Blanco», publicado en Dioptrías) y, «Diario de Kolimá» (la Caja Books), una «road story» de 2000 kilómetros, hecha en autostop, hacia la patria por excelencia de los gulags: Siberia.

Lo mismo que Szczygiel descodificó la República Checa, la periodista polaca Margo Rejmer en su excelente «Bucarest. Polvo y sangre» (La Caja Books) trazaría el retrato caleidoscópico de la que fue una de las más bellas ciudades a comienzos del siglo pasado, que conserva aún la huella del totalitarismo y del que fue el cruel «Genio de los Cárpatos», Nicolae Ceaucescu.

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