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Rembrandt, pintor actual
Una exposición en el Museo Thyssen de Madrid reinvindica su modernidad

La escasez de cuadros de Rembrandt es uno de los mayores lunares de los museos españoles. Después de las exposiciones del Prado, la actual del Museo Thyssen es una ocasión única para admirar a este grandísimo artista pero quiero advertir contra dos riesgos de la crítica: el sociologismo y la iconografía.
Desde la «Historia social de la literatura y el arte» de Arnold Hauser, sabemos de sobra que la pintura holandesa del XVII nace de la existencia de nuevos clientes, la burguesía enriquecida por el comercio: a diferencia de la Iglesia y la nobleza, no quieren cuadros grandes ni de tema solemne sino pequeños cuadros de género y retratos. Eso es verdad pero se queda en lo externo. Exponer los retratos de Rembrandt junto a los de sus contemporáneos de Amsterdam sólo sirve para mostrar el abismo de calidad que los separa; igual que escuchar obras de Bach junto a las de otros músicos barrocos alemanes.
Sus autorretratos han fascinado a Picasso, a Matisse, a Giacometti, entre otros
El otro riesgo es quedarse en la búsqueda iconográfica: centrarse en si el tema de un cuadro es histórico, bíblico, mitológico o costumbrista; si pinta a una diosa o a Hendricke, su segunda mujer. ¿Qué más da? En Rembrandt, el tema es sólo un trampolín desde el que se lanza para su original creación.
Sus contemporáneos vieron ya que «no vaciló en contradecir nuestras leyes del arte» (Sandrart) y que acataba sólo las leyes de la Naturaleza. Exactamente igual que Goya. Por eso es tan asombrosamente moderno: sus autorretratos han fascinado a Picasso, a Matisse, a Giacometti…
Como añade a esa libertad una factura técnica extraordinaria y una búsqueda del misterio del ser humano , una constante interrogación, su jerarquía es indiscutible. Si a cualquier artista o estudioso le preguntamos por los cinco más grandes pintores de la historia, casi ninguno podrá olvidar a Velázquez ni a Rembrandt: pintores modernos, actuales.