LIBROS
Reivindicación de Jim Harrison
Se recupera «Leyendas de otoño», un clásico de la narrativa norteamericana, en un volumen junto a otras dos «nouvelles»
Jim Harrison (1937-2016) quizá constituya uno de los ejemplos más superlativos de autor maltratado por el cine, seguramente por ser un escritor demasiado extraño y digresivo como para ser afortunadamente adaptado al celuloide «mainstream». Dicho esto, « Leyendas de otoño » reúne tres relatos largos o tres novelas cortas: «Venganza», «El hombre que renunció a su nombre» y la que da título a la compilación. El primero es un excelente ejemplo de literatura fronteriza norteamericana , provisto de mimbres cinematográficos, pero el tratamiento interior de Cochran (el sufrido protagonista) y otras complejidades literarias no terminan de volverlo muy guionizable. Independientemente, el «flashback» inaugural deja bien claro que estamos ante uno de los contemporáneos importantes del otro lado del charco .
«El hombre que renunció a su nombre», que se apellida Nordstrom, protagoniza una huida delirante a un estilo de vida más satisfactorio. Ciertas resonancias nihilistas podrían emparentar este texto con «Bartleby, el escribiente», de Melville , y hasta con el «spleen» baudeleriano.
Atmosférico y abstracto
Como dijera Carver , se nos revela como un escritor preciso, aunque sujeto a la pulsión elíptica y poética de las narrativas profundas , que son las que peor llevan la arquetipización que la gran pantalla exige.
«Leyendas de otoño», que se antoja menos experimental y más canónico. Es un clásico contemporáneo, edulcorado y popularizado por una película (« Leyendas de pasión », Edward Zwick , 1994) que casi todos hemos visto y que omite todo lo no evidente del escrito; esto es, lo que más de atmosférico y abstracto hay en Harrison, en su negociación con los grandes temas: el amor, la locura, la vejez y la muerte . Como ocurre con otros autores norteamericanos, el paisaje es aquí mucho más que un mero escenario dramático, guardando una misteriosa relación con los eventos y con quienes se ven envueltos en ellos; algo también patente en las otras dos piezas que integran el libro y que, de algún modo, telonean a esta ambiciosa «nouvelle».
No sorprende que a este novelista, que merece una contundente reivindicación, le interesara la poesía (admiró a Machado , que aparece citado en «Venganza») y que, como lector, le preocupara más la calidad estilística que el tema. Harrison fulmina el tiempo en tanto sucesión de acontecimientos , creando hondas urdimbres que solo un cine muy especial podría transferir al lenguaje audiovisual. Su narrativa, que engancha, exige tomar aire a cada tanto . El modo en que las más íntimas sensaciones de sus «dramatis personae» se relacionan con lo exterior, hacen del narrador tuerto un creador de mundos, o, mejor dicho, de uno –violento y fascinante– que se despliega abruptamente desde el comienzo.