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Refugiados, ¿integración?: sí. ¿Pero cómo?
Las agresiones masivas a mujeres la pasada Nochevieja, tanto en Alemania como en otros países, han abierto un debate en el que participan destacados intelectuales
Un grupo de refugiados paquistaníes y sirios asiste al obligatorio «Curso de integración» impartido en un centro de acogida de Göttingen, Alemania. La profesora va levantando tarjetones con símbolos visuales que ellos deben ir asociando a las categorías «correcto» o «incorrecto» . Algunos de estos símbolos les resultan totalmente incomprensibles, como el que alude al reciclaje de residuos gracias a los contenedores de basura de diferentes colores. La cosa se complica cuando aparece un tarjetón que alude a la prohibición de la poligamia en Alemania y que incomoda visiblemente a los paquistaníes.
Pero el tarjetón que da definitivamente al traste con la clase es otro, el que muestra a dos hombres cogidos de la mano. Apenas la profesora lo sostiene en sus manos, los alumnos comienzan a revolverse en las sillas hasta que Mumtaz, un médico de 42 años, se levanta y sale de la clase dando un sonoro portazo. Varios más le siguen. El curso de integración entra directamente en colisión con lo que culturalmente están dispuestos a aceptar.
Raíces comunes
«¿Deben ser forzados a integrarse o es este un discurso intolerante y estrecho de mente?», se ha preguntado el responsable del suplemento cultural del conservador «Frankfurter Allgemeine », Claudius Seidl. «Toda Europa está atravesada por barreras culturales», anota, «hay una gran división cultural entre las zonas que pertenecieron al Imperio Romano y las que no…». «Si nos preguntamos acerca de lo que hace que esa estructura heterogénea se mantenga unida, la respuesta se articula en torno a las raíces comunes, la Historia común y los valores comunes», apunta, pero ligados necesariamente a «derechos vinculantes».
Seidl reflexiona acerca de por qué somos capaces de tolerar entre nosotros las diferencias culturales y nos empeñamos en imponer a los recién llegados nuestra cultura dominante. Critica al secretario general de la Unión Cristianodemócrata de Angela Merkel (CDU), Peter Tauber, por «esperar de los refugiados lo que ni siquiera hubiera sido posible hasta hace poco en muchas sedes de su partido; una mayor importancia de las mujeres o que dos hombres se den un beso con toda tranquilidad paseando por la calle». El articulista defiende que «cierto grado de desintegración es necesario».
El debate intelectual sobre el concepto «integrados» no parece haber avanzado mucho desde que Umberto Eco lo contrapuso al de los «apocalípticos». El controvertido término «Leitkultur», introducido por primera vez en 1998 por el sociólogo germano-árabe Bassam Tibi y que podría traducirse «cultura líder» o, menos literalmente, «cultura común» o «cultura básica», se ha ligado desde principios de siglo al debate sobre identidad nacional e inmigración en Alemania, asociado con la visión monocultural de la sociedad germana y con una supuesta superioridad cultural europea que lleva a políticas de asimilación obligatoria.
El Gobierno alemán ha lanzado una «app» para refugiados denominada «Ankommen»
Jürgen Habermas , en el artículo «Liderazgo y Leitkultur», publicado en 2010, no conseguía zafarse de un doble rasero en el que a veces bastaba con la democracia formal pero que en ocasiones daba prioridad a los argumentos de los ciudadanos individuales. Julian Nida-Rümelin exigió en 2006 un «cambio de perspectiva» en su obra «Humanismo y Leiktultur», mientras que el filósofo esloveno Slavoj Žižek , izquierdista declarado, es quizá el que más abiertamente sostiene que Europa no debería ser excesivamente tolerante hacia el islamismo y que el continente necesita una «cultura de liderazgo».
«Taharrush gamea»
Pero la llegada masiva de refugiados ha imprimido al debate c arácter de urgencia . Las agresiones masivas a mujeres en la pasada Nochevieja, según el patrón de los denominados «taharrush gamea» (agresión sexual en grupo), que gozan de relativa permisividad en países musulmanes y que contribuyen a que la mujer, por temor, restrinja su presencia en la vida pública, han demostrado que no basta con abanderar la democracia, ni siquiera con hacer cumplir la ley, y han situado a la sociedad alemana ante la necesidad de imponer a los recién llegados los parámetros culturales locales.
La canciller Merkel , que ya sentenció en la anterior legislatura que «la multiculturalidad ha fracasado», ha comparado la integración de los refugiados con la reunificación. En la arena política, el concepto de «Leitkultur» se bate con otros tan intrínsecamente pertenecientes a la Europa del siglo XXI como la libertad de religión o la libertad de expresión . Y las balas perdidas amenazan con terminar haciendo diana en la misma democracia, debido a los emergentes movimientos de extrema derecha y consignas racistas y xenófobas que se exhiben en las calles alemanas con tal desinhibición como no veía este país desde la Segunda Guerra Mundial. Según un estudio de la reputada Fundación Friedrich Ebert , el 58 por ciento de los alemanes es partidario de limitar las libertades religiosas de los musulmanes.
Con una cruz
Mientras tanto, en los cursos de integración obligatorios se sigue enseñando, por ejemplo, que en Alemania no se puede sobornar a los funcionarios; que quien entrega un «regalo» que en Siria sería entendido como necesaria cortesía puede ser llevado ante los tribunales. Las respuestas correctas que deben marcar «con una cruz» en sus test dicen: «Ni en la casa, ni en el balcón ni en la calle pueden ser sacrificados animales»; «Sí, las mujeres, los niños e incluso los animales tienen derechos» o « La homosexualidad está permitida , forma parte de la libertad individual que es respetada en Alemania. Si en la calle o en una cafetería ves a dos hombres que manifiestan su homosexualidad no debes mostrar tu disgusto».
Incluso, haciendo uso de las últimas tecnologías, el Gobierno alemán ha lanzado una «app para refugiados denominada «Ankommen». Se la pueden descargar gratis en el móvil y obtener con ella orientación sobre, por ejemplo, cómo comportarse con las mujeres. Les advierte de que «llevar minifalda no equivale a querer mantener relaciones sexuales» o de que « en Alemania, hombres y mujeres eligen por sí solos con quien quieren formar pareja , no es un asunto de familia».