MÚSICA
«Don Quichotte chez la Duchesse», Boismortier y los lectores infieles
Se publica en dvd «Don Quichotte chez la Duchesse», poco conocida ópera cómica del compositor barroco Joseph Bodin de Boismortier, en un excelente y divertido montaje
El melodrama barroco es un lector infiel. Da lo mismo que se trate de mitos, poemas o novelas. Todo lo que pasa por el tamiz de sus convenciones debe rendir pleitesía a unas reglas del juego absurdas pero también portadoras de encanto y maravilla. En el carnaval de 1743, el compositor Joseph Bodin de Boismortier y el libretista Charles Simon Favart firman la ópera cómica «Don Quichotte chez la Duchesse». El argumento se inspira en los capítulos del «Quijote» en donde se narran las bromas que los Duques perpetran contra Don Quijote y Sancho Panza. Boismortier y Favart son lectores infieles de Cervantes: exageran, interpretan, modifican, deforman. Personajes y lugares de la novela cervantina se entremezclan con ocurrencias espurias, como la de asisitir a la transformación de los dos protagonistas en oso y en mono, o situar el desenlace de la ópera en Japón (al público francés de la época le fascinaba el Extremo Oriente).
La música de Boismortier es color y «bonheur». Una música de la felicidad, afirma el director Hervé Niquet , a quien se le puede perdonar algún exceso en sus declaraciones. No parece desde luego Boismortier «uno de los mayores genios del siglo XVIII», como se sostiene aquí, aunque en su aportación haya ingenio y delicadeza. Pero ciertos juicios hay que ponerlos en contexto. «Don Quichotte chez la Duchesse» fue la primera obra que Niquet interpretó al mando de su recién creado conjunto Le Concert Spirituel hace más de un cuarto de siglo: a la partitura recuperada del olvido se suma, pues, el tiempo recuperado del propio intérprete que mide el camino recorrido desde aquellos comienzos. De ahí la decisión de reencontrarse con su título fetiche , esta vez en versión escenificada.
Vestido de torero
Responsable de la puesta en escena es la pareja de humoristas franceses Corinne y Gilles Benizio , que ya habían colaborado con Niquet en la ópera «Le roi Arthur» de Purcell. Discutible puede resultar «a priori» su decisión de añadir a la partitura original unos intermedios en prosa que no le pertenecen. El atrevimiento contribuye, sin embargo, de manera decisiva al éxito del espectáculo. Prosa y música se equilibran a lo largo de dos horas. Los textos hablados explican más eficazmente el desarrollo de los acontecimientos, añaden comicidad a raudales, introducen un elemento de variedad que los cantantes aprovechan gracias a sus excelentes dotes actorales (superiores, por momentos, a sus dotes vocales).
Gilles Benizio se luce en el rol del Duque , con el que actúa de auténtico director del espectáculo sobre el escenario. En el desternillante papel de cantaora flamenca, Corinne nos regala uno de los momentos cumbre del montaje: un improbable homenaje a la patria del Quijote en donde el tópico y la horterada se suman con efectos esperpénticos. Desde el primer momento, Hervé Niquet tiene intención de sumarse a la fiesta y de implicarse más allá de sus tareas como director musical: habla al público, da réplicas a los personajes en el escenario, hasta se disfraza de torero y canta «La cucaracha» . Lo hace todo francamente bien.
Niquet y los Benizio son lectores infieles de Boismortier y Favart, que a su vez leían a Cervantes de aquella manera. También Alonso Quijano, de tanto leer libros de caballería, se había vuelto un lector infiel de la realidad. Así se mueve el arte a través de los siglos: de infidelidad en infidelidad. Hasta llegar, quizá, al punto de partida. Chispeante y lleno de «gags», este «Don Quichotte» revisado por Boismortier una primera vez, y por Niquet una segunda, aspira a ser una de las aportaciones musicales más redondas y persuasivas al año cervantino.
No será el Quijote más fiel, pero sí uno de los que recordaremos al término de las celebraciones.