125 AÑOS DE «BLANCO Y NEGRO»

Del pueblo a la Corte

La música hermana, pese al transitar de las décadas, al Salvador Rueda poeta con el Miki Leal pintor. Ambos esbozan a continuación los pasos de baile de «Del pueblo a la Corte»

Miki Leal juega con el papel para esta cabalgada a lomos de la poesía

SALVADOR RUEDA

En el talle luciendo galas y prendas,

Y á los lomos cerriles de una potranca,

Con su tío Andurriales, que es de Alcobendas,

Vino la flor más linda de Polvoranca .

Quiso ver los Madriles haciendo dengues,

Y por mejor rendirles pleito homenaje,

Se colgó lazos, plumas y perendengues

Y vino hecha una reina tosca y salvaje .

Es chata la vistosa polvoranqueña,

Y ella está en el engaño de que es divina:

Tiene la tez quebrada y aceituneña

Y en dos partido el labio, porque es boquina.

Lleva una pañoleta de cien colores

Hecha por ella misma con mil estambres,

Y en los ganchillos luce como primores

Cuentas de vidrio presas en los alambres.

Vela sus recios brazos ennegrecidos

Entre bordados, charros por lo flamencos,

Y los pies de la moza, que son crecidos,

Van en los dos zapatos como en dos cuencos.

Ocho pares de enaguas huecas y orondas

Lleva atadas al cuerpo por rico empaque,

Y bajo de las sayas y de las blondas

La cúpula grandiosa del miriñaque.

Colgóselo gozosa, por más que antigua

Fuese la inflada prenda, dócil al tacto,

Para honrar á su abuela, seca estantigua.

Que en herencia dejóle tal artefacto.

–¿ Vamos á la comedia , chica –le dice–

Asina que escancemos y que cenamos?

–Sí, que quió ver la fiesta que llaman Price

Pa que luego contemos lo que miramos.

Y los dos, de ellos mismos quizás no ciertos,

En el Mesón del Peine dan admirados,

Con los ojos redondos, grandes y abiertos

Que tienen los mochuelos embalsamados.

–Verás –dice á la moza– por más que es cara,

Qué comía nos ponen ¡cosa prefeta!

Ca uno en plato aparte con su cuchara;

Y á modo de babero la servilleta.

Un arroz y unas uvas fueron banquete

De los recién llegados al centro y corte;

Y él palillo entre labios y de bracete,

Echaron a la calle su egregio porte.

A la estrecha, de Postas, no muy distante.

Fueron á dar unidos en un momento,

Y los llevó á la Puerta del Sol gigante

La vorágine inmensa del movimiento.

Dejaba por los cielos ensangrentados

El crepúsculo triste notas disueltas,

Y azules terciopelos, de oro manchados,

Inflamaba en la lumbre de franjas sueltas.

Telefónicos hilos red esplendente

Alargaban, cruzando sobre el abismo,

Y eran en la estruendosa ciudad hirviente

El sistema nervioso del organismo,

Tornaban de los anchos, grandes paseos.

Por los normandos troncos arrebatados,

Los rápidos vehículos con sus arreos,

Rechinantes hebillas y aros dorados,

Ya el cuadro obscurecido por lumbre incierta,

Llenábase de leve, flotante bruma,

Y desgajaba en taza de ondas cubierta

La fuente su ramaje de luz y espuma.

Pletórico de gente , congestionado.

Todo se entremezclaba sin armonía,

Y en medio de su marcha paralizado,

Su pitido estridente daba el tranvía.

Las luces, en sus urnas aprisionadas,

Débiles se inflamaban una por una,

Y los arcos voltaicos sus mil espadas

Vibraban como azules lampos de luna.

Y un vals alado, alegre, vivo, brillante,

Que recordaba el bello y azul Danubio,

Lanzaba un organillo con son vibrante

Mientras fingía el cielo rojo Vesubio.

–Vamos, sube aquí arriba –dijo indulgente

El tío desde un Rippert que ya partía;

Ella pisó el estribo tirando gente,

Y entrar quiso y sentarse, mas no cabía.

Llegando á la taquilla por entre coches,

El hombre, en la cintura la mano puesta,

Dijó cuando hubo dado las buenas noches:

–Vengan dos papeletas pa mí y pá ésta.

Regateó, tomólas refunfuñando;

Eran dos sillas; paso luego se hicieron,

Y por entre la gente, como nadando,

Aliado de la pista comparecieron.

Quiso ir ella á su asiento, mas cosa vana;

Cayó de un caballero cogida al fraque,

Y cual badajo dentro de la campana.

Rodó su cuerpo dentro del miriñaque .

Fué grande la algazara si el lance tonto,

Y una dama elegante clamó: –¿Qué ha sido?

Y un andaluz con gracia dijo de pronto:

–La cúpula e Zan Pedro que za caído!

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