LIBROS
«Proyecto K»: Paco Gómez, de oficio descifrador
El «Proyecto K», del fotógrafo Paco Gómez, supone una original recorrido por la vida y la obra de Franz Kafka. Un álbum de acontecimientos de la vida del escritor checo, en cuyas páginas se funden la imagen y la literatura
Decimos, efectivamente, de Paco Gómez lo que Pessoa de su personaje el detective Quaresma: que es, antes que nada, un descifrador, un investigador de misterios. Pues en cierto modo Paco Gómez, en apariencia fotógrafo, también es un investigador privado, incluso en todo su sentido etimológico: aquél que sigue o persigue vestigios. Pero también alguien que confía y se deja llevar pasionalmente por la magia de la imagen. Alguien que incluso delira con ella. Por eso todos los recursos del tratamiento iconográfico le resultan válidos para sus pesquisas. Tan pertinente es la écfrasis (descripción literaria de una obra visual) demorada de una foto como la ampliación de un detalle inaparente; el conjuro del enigma por medio de la visita al lugar o la escena del crimen y la entrevista a toda suerte de testigos como su réplica «a posterior» en la vida del propio Gómez.
Nada es irrelevante para él, en esta suerte de juego loco o vaivén que se trae entre la ficción -o el universo arcano de la imagen- y el acontecimiento verídico o histórico . Cruce donde la música del azar acabará trazando con los hechos y sus representaciones melodías portentosas y excéntricas. Milagrosas e inquietantes rimas y bifurcaciones que nos muestran al cabo una trama oculta de los sucesos o de lo que entendemos por realidad verdaderamente hipnótica, compleja, inesperada. De repente, los meandros narrativos e iconográficos de Paco Gómez nos sitúan ante el reverso del tapiz del que nos hablara Henry James , y entonces la historia se vuelve perversa y maravillosamente vertiginosa y llena de indicios y rodeos, de señales encriptadas y de pistas o intrigas que como tonadas inauditas reclaman su re-interpretación.
La estela de Mallarmé
Es como si el propio Paco Gómez creyese, en la estela de Mallarmé , que la finalidad del mundo -aún más: su verdadera apoteosis de sentido- es, en el fondo, devenir imagen. Ello es lo que sus pesquisas rastrean, lo que su cámara y sus viajes persiguen. Adonde conduce una escritura sobria y al tiempo tensa, confesional , como la de un explorador que se interna en un pasaje desconocido, o en un mundo a punto de desaparecer del que solo él intuye la posibilidad remota de una clave. Una clave que, como un sortilegio, de hallarse, transformaría radicalmente el conocimiento que sobre lo investigado tenemos y, en definitiva, nos transformaría a nosotros y quizás al mundo entero con él. Al menos, lo enriquecería.
Se sabe que su deseo fue desaparecer discretamente como un enigma que se hurtase a la mirada
Desde luego, a Paco Gómez lo ha transformado peligrosamente. Ya en su proyecto anterior, «Los Modlin», se nos avisaba de esto: «La obsesión de bucear en las vidas ajenas viene de la imposibilidad de hacerlo en la mía. Esas vidas que imagino son siempre más interesantes y mejores. Provengo de una familia de agricultores de las montañas abulenses de Castilla la Vieja sin interés alguno y de la que apenas guardo testimonios gráficos». Así pues, por medio de estos nuevos testimonios gráficos que Gómez se procura , por su uso y abuso, el escritor-fotógrafo se vincula al privilegio de ser amo de un mundo. Se abre, como sello apocalíptico, la promesa de una realidad revelada; algo que alcanza la intensidad de una ficción suprema, como aquellas aventuras que nos atrapaban en la infancia -incluso, a veces, al finalizar los capítulos, la prosa de Gómez guarda un parecido sentido de la intriga o el suspense , un tanto naif, acaso irónicamente ingenuo.
No es para nada extraño, entonces, que el criterio de validación de la realidad sea la imagen, cuyo estatuto da la impresión de ser anterior y prioritario en relación con todo tipo de sospechas o de hechos. Por ello, por ejemplo, a menudo en la mente del narrador las películas y las fotografías funcionan como la auténtica matriz y plausible explicación de los comportamientos ante y de la realidad. Funcionan incluso como salvaguarda del futuro, tal como se nos asegura en «Proyecto K»: «Por eso se dibujan las cosas, para perpetuar la imagen y que nos sobreviva ». Vemos, pues, que nos incorporamos a un viaje de todo punto alucinante que se compone y conduce entre la lectura atenta de los signos y el delirio interpretativo; entre el relato normativo al modo de un crítico de la cultura y de la imagen y el de un detective o investigador privado que redacta su informe como si de un libro de aventuras se tratase. Aventura que implica hasta tal punto a la vida y a la escritura que, finalmente, la propia biografía del investigador y la del investigado confluyen de forma alarmante. Toda esa ambigüedad se la debemos al poder transformador de la imagen, tal como un pasaje crucial de «Proyecto K» acredita.
En «Proyecto K»., Paco Gómez se propone, con la misma minuciosidad y precisión detallada que ya demostrara en «Los Modlin», indagar en la extrañeza que rodeó a la figura de Kafka . Hay puntos en común entre ambos escritos, no solo el hecho evidente de que comparten una misma apuesta de retroalimentación entre texto e imágenes -una idéntica indeterminación genérica- sino la misma fascinación por seres que se hallan, por así decir, exiliados de la realidad. Destinados al extravío de la confusión y a la destrucción en que -voluntaria o involuntariamente- se hundieron. Y, esto es importante, a la aproximación fértil y contagiosa de lo imaginario.
En «Proyecto K», paco Gómez se propone indagar en la extrañeza que rodeó a la figura de kafka
En este sentido, se sabe que el deseo de Kafka -deseo tremendamente ambiguo, no del todo claro- fue desaparecer discretamente como un enigma que se hurtase a las miradas. Pero esa misma discreción - gloria de su estilo- es lo que lo entrega al trabajo infatigable de, entre otros, Paco Gómez. Solo que en este caso el enigma se despliega por ramas infinitas que alcanzan de modo muy preciso a España. Como un director de escena, Gómez va resucitando a plena luz múltiples facetas de la personalidad y la vida de Kafka y su círculo. Especialmente intuitiva es la idea -que Kafka dio a entender en sus «Diarios»- de que el escritor checo es capaz de liberar en sí mismo fuerzas latentes, oscuras posibilidades de clarividencia que afloran cuando se siente rodeado por la angustia, al límite de lo humano. Son fuerzas -lo ha visto muy bien Paco Gómez- que su cuerpo libera, al modo de una emanación fotográfica. He ahí la atracción o la magia de la imagen, cuando -o porque- lo extraordinario se sitúa de forma esencial al nivel de la imagen misma. Es en ella donde hay siempre algo misterioso . Y con ello, el lenguaje del comentarista también se hunde placenteramente en la fábula o la invención y, rendido, fascinado, casi secuestrado, ya no quiere distinguirse de ella.
Papiro milagroso
Al tiempo, nosotros, como lectores, perdemos pie y, maravillados, nos dejamos llevar por esta suerte de investigación-ficción que surge ante nuestros ojos como un puzzle , o se desenrolla como un papiro milagrosamente reconstruido. Papiro es una expresión exacta, pues el relato laberíntico de Paco Gómez, con su mezcla de texto y testimonios gráficos, bien parece escritura jeroglífica, un conjunto reunido de fragmentos heteróclitos cuya carencia ontológica explica la incertidumbre que hace tan inestables -e hipnóticas- las formas y los contenidos. Aparecen, así, relatos testimoniales, memoria íntima del autor, sueños y fragmentos de Kafka, dibujos, fotografías, conversaciones, criptas y mapas, cartas, cementerios y confesiones, tramas nazis y hasta descendientes del escritor checo que juegan al rugby en España. Y casi todo es verdad.
¿Cómo es posible? Tal vez porque, como apuntara el propio Kafka, «el arte vuela en torno a la verdad, con la intención decidida de no quemarse en ella». Aunque también sabemos, con Blanchot, que es arte cuando hace sensible la quemadura y cuando es lo que quema y lo que conmueve, aun fría y mentirosamente. Diremos pues que todo es atractivo, fascinante y verdadero en las tramas de Gómez, pero verdadero como puede serlo una imagen. En todo caso, la incertidumbre se halla tan incorporada al sentido mismo, que coincide con la estructura profunda de una enunciación que no solo no la rechaza sino que la lleva a cabo.
Laberíntico
En este sentido, la escritura y la personalidad de Kafka se convierten en un modelo perfecto de la precisión detallada de Paco Gómez. Cuanto más confuso se vuelve el dibujo de los hechos, más necesario se hace apelar al rigor y a l escrúpulo de la exactitud del testimonio gráfico . Más lúcidas se vuelven las descripciones pormenorizadas de los sueños y la multiplicación de las imágenes con todas sus estrategias de convicción y ensueño. Quien pisa la irrealidad o la pérdida debe obligarse como a una continuidad impecable, sin lagunas. Habrá de forzar las coincidencias de una forma que supera y suplanta toda posibilidad de visión real.
La historia entonces se desarrolla en todas direcciones, muchas de ellas auténticas, y en esa poderosa imaginería se apunta a una totalidad donde cada movimiento inauténtico o cada imagen parcialmente falsa se transfigura en una certidumbre que parece inquebrantable. Pero esa figura nunca se cerrará, aunque los lectores nos quedamos, como el autor, con la experiencia de la dicha de la figuración, del rodeo continuo en medio de la verdad y el engaño en que la imagen promete captar lo imposible. En un momento de su «Diario», Kafka reconoce que mediante la escritura ha encontrado un sentido a su vida , «vida monótona, vacía, descarriada, una vida de soltero». Y que sólo por ella tiene justificación. Es el único camino que me puede conducir a algún progreso», anota. Puede que Paco Gómez, que ya no es soltero, también haya encontrado, en su particular icono-texto, su camino. Un camino tan laberíntico como maravillado.