PROPUESTAS PARA UNA EVASIÓN
Prisioneros domésticos
El académico de la Lengua José María Merino apuesta por la normalidad en la anormalidad, atento a las noticias y (re)descubriendo formas de entretener la larga espera
Esta mañana apareció soleada, frente a las lluvias de los últimos días. Consulté en Google las cifras de la pandemia : casi cincuenta mil afectados en toda España de los cuales más de 14.500 están en Madrid, donde resido. El número de fallecidos en España ha sido hasta ahora de 3.434 -el segundo país del mundo- y en Madrid supera los 1.800, la cifra más alta, con mucho, de todas las comunidades autónomas. Estamos a miércoles 25 de marzo y el día en que se publique este suplemento esos datos se habrán quedado muy viejos.
Vista desde las ventanas, la descarnada soledad urbana no es nada grata: en el extremo de la calle, por la plaza solitaria pasa un autobús vacío. Algún bulto humano se divisa con aire huidizo, y en la esquina aparece una mujer que lleva un perro sujeto de una larga correa y camina con rapidez. El aspecto de la ciudad sigue siendo desolador , pues la ausencia de seres vivos no ofrece aire cotidiano, sino funerario, como el que debían de tener las ciudades en las pestes clásicas.
La tarea de escribir
¿Cómo va a transcurrir la jornada en mi casa? Durante la mañana, mi principal tarea será escribir. Hace poco que he publicado un libro titulado A través del Quijote , que es un recorrido por las dos partes del Quijote auténtico y del de Avellaneda, desde una perspectiva de ficción, es decir, con estructura novelesca y plagado de cuentos, y como sigo escribiendo cuentos -ahora ya no quijotescos-, me meteré con alguno que me ha sugerido la siniestra plaga ... Y en algún momento dejaré de escribir para ayudar a mi mujer, Mari Carmen, con la comida, que como los demás días, será sencilla pero con la aconsejable diversidad alimenticia y vitamínica... -gracias a todos los implicados en el proceso, desde los agricultores y los transportistas a los distribuidores y vendedores, elementos fundamentales en estos momentos tan desdichados-.
Vista desde las ventanas, la descarnada soledad urbana de Madrid no es nada grata
Luego veremos las noticias en la tele -yo me tomaré un chupito de güisqui, como de costumbre, que además creo que es bueno contra el coronavirus, aunque Mari Carmen lo dude- ... y luego, a leer para sobrellevar la tarde.
Leer y escuchar
Como hace días he hecho unas reseñas para la revista Zenda, algunos de los libros descritos en ellas me han sugerido ciertos recursos musicales y lectores. Por ejemplo, la novela de Luis Artigue Café Jazz El destripador, de la editorial Pez de Plata, cuyo nudo dramático más denso -que juega también con personajes literarios franceses del siglo XIX- está en los años de formación de Miles Davis y en su relación con Charlie Bird Parker, me ha hecho recordar mi antiguo gusto por el jazz , con lo que, como he venido haciendo días pasados, pondré música de los citados, así como de Duke Ellington, Count Basie, Nat King Cole y otros maestros del género...
Otra lectura que tengo muy reciente es la de Nosotras, el hombre , de la escritora norteamericana de origen español Lorea Wanstead Lluna (Eolas ediciones). Dentro del género distópico, plantea con eficacia y verosimilitud un mundo en el que solamente existen las mujeres y los hombres no son necesarios... En los momentos, también de aire distópico que estamos viviendo, en casa hemos vuelto a la lectura de la ciencia-ficción : primero las Fundaciones de Isaac Asimov , pero tenemos preparados también libros de Arthur C. Clarke, Philip K. Dick, Ursula Le Guinn o J. G. Ballard... Y hemos seleccionado para releer relatos sobre epidemias , naturalmente, a partir del cuento La máscara de la muerte roja , de Allan Poe, donde esa figura con cara de cadáver y revestida de un sudario sanguinolento tiene tanta fuerza.
Entre otros libros, tenemos a mano el apocalíptico La peste escarlata, de Jack London, y el vampírico Soy leyenda , de Richard Matheson,... Y también el angustioso Diario del año de la peste de Daniel Defoe, y Muerte en Venecia , de Thomas Mann , y el terrorífico La amenaza de Andrómeda , de Michael Crichton... Tal vez hasta nos dé tiempo a releer el Decamerón , de Giovanni Boccaccio, con esos diez jóvenes narradores protagonistas, siete mujeres y tres hombres, aislados por la peste en una villa cercana a Florencia...
Cuando anochezca volveremos a seguir las noticias en la tele. Y luego veremos alguna película o serie . El otro día tuvimos la sorpresa de reencontrar Los siete samuráis , mas con nuestra recuperación de la ficción científica, hemos visto con delectación alguna nueva serie de Star Trek y una interesante y ominosa titulada Cosas extrañas.. . Y pronto comenzaremos otra titulada Perdidos en el espacio...
Seis mil pasos
Recurrentemente recabamos o recibimos noticias de la situación familiar -felizmente todos siguen bien-, y no olvidamos el ejercicio . Yo recorro el piso en veinticinco sucesivos paseos tres veces al día -hoy ya lo he hecho una- desde nuestro dormitorio hasta el salón, en el otro extremo de la casa, haciendo unos seis mil trescientos pasos -más de tres mil quinientos metros diarios...-. Mari Carmen practica su yoga.
Pero por ahí anda el dichoso coronavirus, y según el resultado de las noticias no parece que debamos suponer que nos va a dejar pronto. Pensamos en los centros hospitalarios atestados; en la esforzada gente de la sanidad en riesgo - a la que aplaudimos a las ocho de la tarde desde la ventana, como es obligado-; en las fuerzas militares y de seguridad colaborando... Pensamos en los de nuestra edad en difícil situación, y en todos los que, por culpa del virus, lanzan el último suspiro, y en el dolor de las familias... y nos sentimos bastante consternados , la verdad.
Mas, como dice el proverbio sufí, «también esto pasará».