ARTE

El Pompidou más español

Los fondos del Pompidou dan para contar muchas historias. Ahora, en Málaga, «hablan» de arte contemporáneo español

Detalle de «Exvoto con cabra», lienzo de 1994 de Miquel Barceló

Juan Francisco Rueda

En anteriores montajes de la colección del Centro Pompidou en la sede de Málaga , que se programan por un periodo de dos años, la institución había atendido al arte español a través de distintos artistas del siglo XX, que eran contextualizados y puestos en diálogo con otros muchos internacionales en función de los discursos a los que se consagraban cada una de esas muestras. También el festival Hors Pistes , de celebración anual, ha propiciado citas con destacadísima presencia de creadores actuales de nuestro país.

Asimismo, el Centre Pompidou Málaga , mediante la agencia municipal que gestiona este y otros equipamientos, de modo destacado, ha promovido la incorporación de agentes locales a la programación expositiva y a las actividades del centro, incluso con la creación, junto a DKV, de Vasos comunicantes , que premia proyectos que fomentan el trabajo entre comisarios y artistas españoles menores de 40 años y su integración en la vida de la institución.

Sin embargo, esta política que no ha dado la espalda al arte nacional encuentra en la muestra De Miró a Barceló. Un siglo de arte español su manifestación más rotunda. La exposición cabe ser entendida como una panorámica, desde la segunda década del siglo XX hasta la segunda del actual . En ningún caso ha de ser confundida con una suerte de Historia del Arte patrio, por más que el conjunto expositivo, con cerca de un centenar de obras, tome una clara ordenación cronológica, animado, en algunos puntos, por «cápsulas temáticas» coincidentes temporalmente (Surrealismo, pintura matérica, Escuela de París...).

Ciertamente, cuenta con ámbitos apabullantes y un cúmulo de obras maestras o referenciales de artistas españoles. El recorrido acaba en el enorme espacio principal del centro, una suerte de espacio basilical, siempre reservado para piezas con una escala y dimensiones monumentales. Allí penden dos de los corredores suspendidos de Cristina Iglesias , que se hallan en diálogo con la propia arquitectura, precedidos por cuatro piezas de Juan Muñoz y acompañadas por desbordantes lienzos del último Miró y algunas de las mejores pinturas de Barceló .

La naturaleza panorámica de la cita asume una visión de conjunto que puede obligar a desatender, en función a los fondos de la colección, a algunos autores españoles instalados en Francia y a algunas experiencias con sello hispano desarrolladas en suelo galo, como la Figuración lírica o Pintura Fruta , formulada entre 1926 y 1932, considerada en el momento como una de las aportaciones más destacables de los pintores españoles en París, o la fundación del Equipo 57 en la capital parisina en 1957.

Los menos conocidos

Sin embargo, y asumiendo esa imposibilidad del estricto relato historiográfico, una de las virtudes del montaje descansa en que, junto a los grandes nombres españoles, los cuales se constituyeron en trascendentales ( Picasso, Gris, Blanchard, Gargallo, Julio González, Buñuel, Dalí y Miró durante la primera mitad del XX; o Saura, Tàpies y Millares en las primeras décadas de la segunda mitad), el conjunto reserva espacio a autores sobre los que aún no ejercemos una fortuna crítica tan positiva como merecerían.

En este sentido, resulta interesante, aunque el calibre de las piezas es un tanto desigual, una sección como «Artistas españoles de la Escuela de París» , la cual nos traslada la profunda diversidad estilística a la que estaba sometida la creación artística española de los años cincuenta y los primeros sesenta, tantas veces «ocultada» ante episodios tan rotundos como El Paso , otros grupos de renovación y ciertas figuras del Informalismo que pronto disfrutarían de un reconocimiento internacional. Este «abrir el foco» coincide con algunas de las últimas revisiones del arte español de posguerra realizadas en nuestro país.

No podemos olvidar que Jean Cassou , el primer director del Musée National d’Art Moderne, del que surge el actual Pompidou, además de hijo de andaluza, fue un destacado hispanista. Su compromiso le hizo estar muy cerca de la amplísima colonia de artistas españoles radicada en Francia, así como teorizó sobre el arte español.

Interpretaciones las suyas que convergían con constructos como el de la «veta brava», la «paleta castiza» o la severidad y contención. Visiones que suponían una relectura de la tradición pictórica española y que se manifestaban en el ascetismo de los bodegones , como algunos de Picasso y Luis Fernández aquí expuestos, en la paleta de Millares o Tàpies -portentosas las que se muestran de ambos-, así como en el diálogo con la tradición de Saura, como evidencian una Crucifixión y El perro de Goya .

Francia fue el principal interlocutor en la configuración de la identidad de «lo español». En buena medida, el imaginario de «lo español» se nutre y retroalimenta de constructos creados por el pensamiento francés. De hecho, la exposición comienza con un vídeo de La Ribot en el que Carmen , de Bizet, resuena.

Continúa el recorrido con un conjunto de obras cubistas de Picasso, Gris y Blanchard que, desde el principio de la propuesta, escenifica la importancia del concurso de artistas españoles para el arte de la primera mitad del XX. A partir de aquí, y en diálogo con creadores internacionales como Giacometti, Picabia, Ernst, Tanguy, Masson, Man Ray o Magritte , aparecen figuras centrales del surrealismo como Dalí, Buñuel, Picasso o Miró, este con uno de sus lienzos con los que pretendía «asesinar la pintura».

Redefinir la escultura

Resulta sumamente valioso observar cómo, a través de las aportaciones de Picasso, González y Gargallo , la categoría «escultura» se redefine. Y desde esos determinantes pasos escultóricos desembocamos en la transformación de «lo escultórico», en «lo instalativo» y «lo ambiental», como apreciamos en Plensa e Iglesias. Justamente, aunque no están todos los que son, se desliza en la nómina los que quizás son indispensables, o cuanto menos referenciales, para una institución central del arte contemporáneo (internacional). A saber: Plensa, Sicilia, Barceló, Muñoz, Iglesias, Uslé o La Ribot.

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