LIBROS
«Poesía reunida»: Wallace Stevens, sacerdote de lo invisible
Trabajó toda su vida como abogado de una compañía de seguros y en 1955 obtuvo el Premio Pulitzer por su obra poética
![El poeta norteamericano Wallace Stevens (1879-1955)](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2018/05/18/Wallace-Stevens-U20554175672kyG--1240x698@abc.jpg)
Wallace Stevens -como T. S. Eliot - es un poeta del que nunca se debe salir y al que siempre hay que regresar. Andreu Jaume esboza un preciso retrato de su persona y de su obra , y las cuidadas versiones que acompañan esta reunión de sus textos permiten comprender la riqueza de sus procedimientos de escritura, sus relaciones con el mito, la filosofía y la plástica, tan presentes en él, y su singular concepción de lo que es la naturaleza del poema. A esto último dedicó Stevens más de una definición, y es un acierto que se recojan aquí algunos de sus aforismos, en los que puede considerarse condensada su poética. Stevens es un poeta sensorial e intelectual a la vez , que exige un lector activo capaz de comprender el rigor y la exigencia que su concepción del texto exige, ya que, según él, «el poeta parece conferir su identidad al lector». Como para Pavese -para quien la actividad poética es «un complejo de relaciones fantásticas en las que consiste la propia percepción de la realidad»- para Stevens «la poesía es una revelación o un contacto» en la que los poetas son actores y «los libros, teatro».
Jorge Guillén tradujo a Wallace Stevens. Coinciden en algún modo de poesía pura
Esta idea teatral de la escritura resulta inseparable en él de su concepto de «precisión» («Precisión de observación equivale a precisión de pensamiento»). Su búsqueda, pues, es tan metafísica como religiosa , pues si, por un lado, «todo el impulso de la mente es hacia la abstracción», por otro, «la poesía es un medio de redención» y el poeta, «un sacerdote de lo invisible». De ahí que el realismo le parezca «una corrupción de la realidad» y la poesía», la alegría del lenguaje». El pensamiento poético de Stevens da para mucho y no se puede resumir aquí, pero sus sentencias pueden ser vistas como claves de la cartografía mental y el sistema -si así puede llamarse- que define su mundo. Leer a Stevens ilumina la superficie de las cosas , detiene los instantes («Toda la tarde era crepúsculo») e intenta alcanzar «un orden más allá del habla».
Cierta dificultad
En sus poemas hay unidad y variación entrelazadas , y también cierta dificultad, que no es de forma sino de pensamiento. Jorge Guillén -con quien coincide en algún modo de poesía pura- lo tradujo. «El hombre de la guitarra azul» es una de sus series más significativas y «Notas para una ficción suprema», el mejor de sus libros. En «Las auroras del otoño» se pliega a la arquitectura de un hilo conductor que lo atraviesa como un estribillo, pero se abre a otros modos de composición que hasta cierto punto podrían considerarse desviaciones del paradigma a que nos tiene más acostumbrados, ya que introduce notas de sentimiento que antes -cuando los poemas eran «actos de la mente»- le faltaban: ahora el lirismo -como el flujo de significados- se intensifica y el tiempo y el símbolo centran toda su atención.
Deseo y visión son para él lo mismo y la poesía de sus últimas etapas es un regreso a lo real. El influjo de la pintura De Chirico suple ahora a la de Picasso. «La Roca» supone otra vuelta de tuerca a su poética y el libro contiene algunos de sus poemas más logrados: el cambio consiste en convertir el manierismo de la naturaleza en manierismo del espíritu . Y en esto es un maestro.