LIBROS
La poesía como lugar de resistencia
Títulos para pasar un verano a la sombra de los libros de poesía más sugerentes y sugeridores. Como señaló Benedetti, aunque el frío queme, el miedo muerda y el sol se esconda
Para Zagajewski la poesía debe pensar y celebrar el mundo después del mundo mutilado. Somos la historia de nuestro dolor y el dolor de nuestra historia , impulsos que, desde distintas posturas estéticas, asume gran parte de la poesía de hoy. Porque, para algunos poetas, no se trata solo de penetrar en la realidad, sino de hacer de la palabra el lugar donde esa realidad se salve y adquiera conciencia.
Mucho de esto vamos a encontrar en «Los habitados» , de Piedad Bonnett (Visor), un libro excelente de una de nuestras más insignes poetas actuales. Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) escribe sobre cómo el dolor se puede convertir en una fortaleza, y sobre cómo el dolor íntimo que ella experimentó tras la enfermedad mental de su hijo, y su posterior suicidio, puede ser una puerta para acercarse al dolor de los otros. Desde la contención, sin dejarse caer en el patetismo, crea una geografía de almas y de vidas presididas por el miedo, el duelo, la ausencia y la esperanza. Poesía de la intensidad y de la sencillez, siempre intenta crear una moral que nos salve de los reveses de la vida, y nos haga creer que es posible encontrar un sentido donde parece haberse perdido. «Los habitados» es un libro de tensiones, de búsquedas y un enorme y magnífico canto al amor: «Para que no te mueras doblemente/ pido al dolor que sea mi alimento,/ el aire de mi llama, de la lumbre// donde vengas a diario a consolarte/ de los fríos paisajes de la muerte».
Pero ¿puede convertirse la historia, el momento actual que vivimos en una tragedia del desasosiego? De la historia como tragedia y como reflexión nos habla Jesús Munárriz (San Sebastián, 1940) en «Los ritmos rojos del siglo en que nací. Un cuento triste» (Hiperión). En él salda cuentas tanto con la ideología nacida en la URSS en 1917 como también con un mundo donde la aceleración del dinero y de la tecnología han mutado los valores esencialmente humanos. Poesía declaradamente circunstancial, refleja las encrucijadas de la sociedad de hoy y hace de la crítica aquella forma de higiene de la que habló Pessoa: higiene pública y política. Porque la crítica de los valores capitalistas es la última forma de resistencia, la última forma de no verse sepultado entre las ruinas, y la poesía el cauce donde aún es posible pensar el mundo.
Pensar el mundo en crisis es lo que hace Rafael Argullol en «Poema» (Acantilado), un libro monumental y de una ambición no frecuente
Pensar el mundo en crisis es lo que hace Rafael Argullol en «Poema» (Acantilado), un libro monumental y de una ambición no frecuente entre nosotros. Escrito en forma de diario, como hizo Unamuno, en él apunta la memoria, la vejez, los sueños, los viajes y los conflictos del mundo de hoy. Hay aquí mucho de desasosiego y una fuerte apuesta final por la vida, porque todavía es posible ser «fuertes y serenos como el vino noble, / confiados con lo efímero, solícitos con lo fugaz,/ brindando locamente por lo eterno».
Sucias palabras
Dar cuenta del peso de los días, es sobre lo que escribe también Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) en «Mientras me alejo» (Visor), un libro absolutamente emocionante donde «las sucias palabras dicen la verdad». La verdad sobre lo que es vivir o amar, sobre la rutina y sus constelaciones. Más allá del tono coloquial, Iribarren es un poeta capaz de crear un mundo de un pequeño suceso, de la nada que forma cada una de nuestras biografías. Es cierto que aquí puede aparecer el Iribarren más otoñal, aunque también el más maduro, que sabe r eflexionar sobre el tiempo, sobre la humillación e intenta salvarse de ellos mediante la escritura de un poema.
¿Pero todavía podemos encontrar momentos donde fue posible la felicidad, ese tiempo de la duración del que habló Peter Handke? José Luis Puerto (La Alberca, 1953) con «La protección de lo invisible» (Calambur) aspira a encontrar un pensamiento luminoso, y escribe un libro que, en muchos sentidos, es una guía de los lugares donde todavía es posible defenderse , encontrar un significado más allá de las grisuras cotidianas, de los sufrimientos y del dolor.
Una búsqueda que se da también en «La lengua de los otros» (Visor), de José Ramón Ripoll (Cádiz, 1952), donde la figura de la madre simboliza el refugio, los asideros desde los que se crea el propio yo, y sea en el ámbito de lo onírico o de lo metapoético lo que le importa es construir una moral de la supervivencia, defenderse contra la muerte.
Poder evocador
También los más jóvenes buscan sus propios modos de resistencia. Álvaro Tato (Madrid, 1978) acude a la lírica tradicional para hacer un libro donde se conjuga el gusto conceptista y el poder evocador. En «Vuelavoz» (Hiperión) los mínimos elementos con los que se construye el poema son capaces de abrir las puertas del sentido. La levedad de esta escritura solo prueba la enorme destreza a la que ha llegado este poeta ciertamente singular.
En otro sentido, el de la identidad, el cuerpo como encrucijada, el deseo como laberinto, la poesía del italiano Ángelo Néstore (Lecce, 1986) tanto en «Actos impuros» (Hiperión) como en « Adán o Nada» . «Un drama transgénero» (Bandaáparte), hace suyo aquello de que mediante la escritura buscamos infinitamente los rasgos que constituyen nuestro rostro. Néstore crea poemas donde busca nuevas singladuras emocionales para lo humano y las palabras que puedan expresarlas.
Expresar la emoción y la perplejidad es lo que hace Ana J. Pazpatti (Madrid, 1986) en «Miradas de luna y tambores» (Bislumbres). Un viaje a través de las palabras, los sueños, los gozos y también las denuncias que emocionará al lector y le deslumbrará con un puñado de imágenes y pensamientos verdaderos. Porque para Pazpatti la emoción es el lugar primordial de la resistencia.
Resistencia, eso es lo que une a este puñado de poetas. Tal vez porque piensan, con Mario Benedetti , que no hay que rendirse aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, ya que aún hay fuego en nuestra alma y vida en nuestros sueños.