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«Pleamargen», André Breton entra en trance

Los mejores poemas de André Breton se dan cita en «Pleamargen». Versos que conjugan el amor con la desesperanza de la Segunda Guerra Mundial, y que hacen de él un escritor extraño, marginal, inquietante... y único

JAIME SILES

Amor, Libertad y Poesía -no sé si en este mismo orden sintáctico- fueron los tres principios rectores del mundo, la vida y la obra de Breton, el inventor del surrealismo y su máximo y, si no su único, sí su más exacto definidor también. Hubo otros -claro-, como hubo distintos desarrollos e interpretaciones, algunas de ellas tan brillantes como las de Aragon, Éluard, Desnos, Soupault, Supervielle, Crevel, Vaché…, poéticamente tal vez más admirables. Pero a quien correspondió el mérito de establecer el dogma y dotarlo de normas fue a Breton.

Esta edición propone una visión muy completa de su personalidad y de los ejes de su pensamiento, así como una reivindicación de su poesía y su poética, que han quedado ensombrecidas por sus ensayos y su crítica. La defensa que Abeleira hace de la escritura de Breton era muy necesaria, pues, con la excepción del grupo surrealista de Tenerife, la poesía española del XX no se atuvo a los preceptos de este. El 27 -que conoció pronto y muy bien sus manifiestos- no se plegó a la ortodoxia de ellos y, como modelos, prefirió otros, como algunos de los antes citados, a los que tradujo. La primera aproximación profunda a Breton en nuestra lengua es la que hizo Octavio Paz .

Vasos comunicantes

Creador de una prosa analógica, cuya singularidad nadie le discute, Breton parte de Nerval, de Rimbaud, de Lautréamont, de Mallarmé, de Valéry, del «Zone» de Apollinaire y, apoyado en Reverdy , cuya poética tanto debe a Gracián, y en el esoterismo, que tanto tentó también a Pessoa, y en los románticos alemanes, construye un verdadero laboratorio de lenguaje , en el que las palabras son vasos comunicantes entre el yo de un sujeto cada vez más atomizado por el progreso de la ciencia y una idea de Absoluto vivido como pérdida y sentido como nostalgia, con el que sólo desde la poesía se puede conectar.

La lectura en 1945 del libro de Monnerot sobre la poesía moderna y lo sagrado fue determinante en su evolución. Pero lo sagrado y el concepto de poema como modo de conocimiento estaban ya en él desde mucho antes, como prueba su interés por la videncia y la magia, su admiración por los místicos y los herejes, los reformadores y los iluminados y, de modo especial, su uso del método de la «escritura automática», al que, con cambios y matizaciones, siempre se mantuvo fiel.

Según Abeleira, la poesía de Breton es «extraña, marginal, inquietante y única», precisamente por su sentido del ritmo y de la forma, tan patentes en su magia verbal, basada en su idea del lenguaje, que le llevará en 1935 a rechazar la poesía de propaganda , «tan superficial», y a buscar «la vida poética de las cosas».

Las casi doscientas páginas de notas que clarifican no pocos puntos y fundamentan opciones de traducción enriquecen esta reunión de textos que abren las puertas a lo maravilloso y accionan en nosotros los mecanismos de la más audaz imaginación. El surrealismo fue para Breton la recreación de un estado del espíritu , que se produce en los momentos de trance y en las situaciones límite y que genera lo que no duda en llamar «un estado de gracia».

Las cosmogonías y mitologías antiguas , y las culturas primitivas, mezcladas con las teorías de Freud y de Jung, lo dotaron de un sistema referencial, menos disperso que unitario, sobre el que levantó un pensamiento artístico que no dejó nunca de ser también político y moral, y que, en «Arcano 17» que aquí se recoge, no duda en hacer afirmaciones tan actuales como estas: «Llegó la hora de hacer valer las ideas de la mujer en detrimento de las del hombre». Insiste en que hay que «reapasionar» la vida humana y en algo que conviene no olvidar: que la democracia no es estática sino que exige dinamismo, al igual que la libertad . Esto por lo que se refiere a la segunda parte del volumen.

En la cama

En la primera se incluye los que muchos consideran los mejores poemas de Breton: «Pleine marge», traducido «Pleamargen», título que tanto recuerda al «Pleamar» de Rafael Alberti , publicado al comienzo de la misma década; «Fata Morgana», un extenso poema de amor, en el que hay versos que podría haber firmado el joven Neruda; la «Oda a Charles Fourier», un texto complejo y ambicioso, escrito durante la Segunda Guerra Mundial y, por ello, desde una visión desesperanzada, y que, sin embargo, invita a descifrar «el criptograma indivisible»; «Los Estados Generales», fechado en Nueva York en 1943 y que contiene uno de los motivos recurrentes en Breton: el armiño; y, por último, «Sur la route de San Romano», que admite versiones diferentes y en el que su lengua se acerca al habla, consiguiendo así una coloratura más natural que sus poemas anteriores. Su primer verso da la pauta: «La poesía se hace en la cama como el amor».

A Breton -para muchos más poeta en prosa que en verso - hay que reconocerle tanto su precisión lingüística como su claridad y radicalidad mental. Podrá discreparse de él, pero le deberemos siempre dos hallazgos: el concepto de suprarrealidad y el método de la escritura automática.

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