LIBROS

Philip K. Dick, mi marciano favorito

El maestro de la ciencia ficción tuvo cinco esposas. La tercera, Anne R. Dick, ha escrito esta biografía que lo cuenta todo

P. K. Dick con su tercera esposa, Anne R. Dick, autora de esta biografía
Rodrigo Fresán

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De todos los grandes escritores de ciencia-ficción, Philip K. Dick (Estados Unidos, 1928-1982) seguramente es el que mayor cantidad de material no-ficcional ha generado. La razón para esto es más que obvia e incuestionable: Dick tuvo una vida -como define aquella ambigua maldición/bendición china- decididamente «interesante» .

Así, hemos tenido entre otras las biografías de Lawrence Sutin, Emmanuel Carrère , Kyle Arnold, Gabriel McKee y Anthony Peake; las conversaciones con Paul Williams y con Gwen Lee. También están el cómic que le dedicó Robert Crumb; los varios volúmenes de cartas; una curiosa crónica sobre la misteriosa desaparición del autómata construido a su imagen y semejanza de David F. Dufty; y ese colosal credo/dogma que son las casi mil páginas -editadas por el fan y discípulo Jonathan Lethem- de su «Exégesis» cuando, en 1974, Dick aseguró experimentar la comprensión total del universo «convertido en información».

Teorías de Jung

Orbitando alrededor de su figura tienen especial interés los libros que le dedicaron un par de sus exesposas a quien siempre fue (basta con leer un par de sus novelas) un misógino «sui generis» de cuidado al que las mujeres le producían una mezcla de éxtasis y pánico. Los de la número 5, Tessa B. Dick -están advertidos- pueden llegar a producir una cierta inquietud al ocuparse de los alucinógenos últimos diez años del escritor y estar plagados de afirmaciones más que perturbadoras. Es más: por momentos se tiene la claroscura impresión de que Tessa es una autómata/replicante fabricada por Dick.

Hay abundantes rincones tenebrosos en la casa que compartieron y un encuentro redentor

El de Anne R. Dick Rubenstein -esposa N. 3, y que Gigamesh presenta en cuidada edición- se concentra en los años que van de 1954 y 1968 . Período aún más o menos «normal» y doméstico en el que Dick escribió obras maestras como «Confesiones de un artista de mierda», «Dr. Bloodmoney», «Tiempo de Marte», «Los tres estigmas de Palmer Eldritch» y esa cumbre entre varias suyas que es «El hombre en el castillo». Anne -artesana de cierto renombre, ocupación que aparece una y otra vez en lo de Dick- fue quien introdujo a Dick a las teorías de Carl Jung y del I Ching. También, según Dick, quien quería asesinarlo ; y fue por esos motivos que pidió el divorcio y puso inestable rumbo hacia sus dos siguientes esposas y numerosos «affairs». También, Dick convirtió a Anne en la apenas disimulada villana de sus siguientes títulos y en alguien quien nunca volvió a casarse porque «Phil fue algo difícil de superar». Y sí: al igual que el adjetivo interesante, el verbo superar puede conjugarse y entenderse de muchas y diferentes maneras. De ahí que varias escenas del libro no estarían de más en un «remake» de «I Married a Monster from Outer Space» a ser redirigido por David Lynch.

Surrealismo

Pero lo cierto es que lo que aquí rememora Anne R. Dick está confeccionado como una «labour of love»: hay abundantes rincones tenebrosos en esa casa que compartieron en Point Reyes, sí; pero, también, más de una luminosa ventana abierta y un último y redentor encuentro poco antes de la muerte de Dick. Y la reconfirmación de que ya sabíamos: no hay página suya que no sea -en la definición de Anne- «autobiografía surrealista». Así la paradoja de que el más importante e influyente autor de «sci-fi» de todos los tiempos haya sido aquel quien jamás sintió que estuviese escribiendo anticipación o futurismo o fantaciencia . Dick siempre fue un gran escritor realista teniendo en cuenta que esa realidad que plasmaba era la suya y que ahora, para bien o para mal, también se parece cada vez más a la nuestra.

Un año antes de morir, en una carta, Dick especificó cuál debía ser su obituario/epitafio: «Consumió drogas. Vio a Dios. ¡Gran cosa!». Vaya uno a saber si fue cierto. Una cosa es segura: aquí, en este libro, Anne R. Dick vio a ese hombre que lo vio todo. No es poco.

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