ARTE

Pérez Villalta: El artista ante el espejo (de su memoria)

Mecánica Lunar acaba de presentar las memorias de Guillermo Pérez Villalta. Unos recuerdos que no lo son sólo de su autor, sino también de una época compartida que arranca antes de la Movida

El pintor en una imagen de archivo de 2019, en su inauguración en el C3A Roldán Serrano

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Figura nodal de muchas escenas de nuestra Historia reciente, algunas incluso a su pesar , Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948), polariza las opiniones. Para unos, encarna una posición conservadora , incluso regresiva, en su apego a las formas tradicionales; para otros, su bagaje cultural y relectura de las normas clásicas le permiten actualizarlas en clave contemporánea.

Los hay para los que su volcarse sobre los problemas específicos del arte implica ensimismamiento complaciente; para otros, semejante actitud supone la resistencia frente a una realidad que desmantela lo específico del arte como herramienta capaz de incidir sobre ella. En definitiva, sus ideas, posición estética y obra conjugan un cierto anacronismo , donde otros señalan caminos a seguir que escapan a la Nueva Academia promulgada por la modernidad ortodoxa.

Nunca se ha quedado callado

El artista ha sido contumaz y beligerante en su defensa , nunca se ha quedado callado. Desde joven ha escrito infinidad de textos defendiendo su perspectiva; pero faltaba aún el documento que organizara una parte fundamental: la propia actitud vital del protagonista. Y aquí lo tenemos en forma de unas memorias («Espejo de la memoria». Mecánica Lunar. 29 euros), que no dejarán indiferente.

Sin ganas de escandalizar, pero sin querer callarse nada,el artista repasa lo privado y lo público con un estilo «sin estilo», propio de la alta madurez

A quienes le cuestionan, tendrán al menos que reconocerle la osadía de una forma de vivir por completo libre , despreocupada; y, cómo en cada momento, Pérez Villalta ha seguido un camino personal guiado por su propio gusto e intuiciones, por atípicos que estos fueran. A los demás, les queda este conjunto inolvidable de escenas que hilvanan una existencia gozosa al máximo: hasta el límite de la moral pública y las normas; impudorosa antes que impúdica, libérrima antes que libertina… Sin ganas de escandalizar, pero sin querer callarse nada, el artista repasa lo privado y lo público con un estilo «sin estilo» , propio de la alta madurez. Son 400 interesantes páginas, por momentos reveladoras, pero sobre todo entretenidísimas, sobre la familia, los amigos, el amor, el sexo, la religión, la moda, el arte, el dinero, la fama… La vida.

Las publica a sus casi 72 años , cuando se reconoce en un momento pleno: «Realmente, me siento saciado de placer y de belleza». «Entonces, Guillermo, ¿qué queda hasta el final?». A lo que responde sereno: «Disfrutar de este estado» . Un estado que le ha costado casi la vida.

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