ARTE
Patrizia Sandretto: «El arte me ha enseñado a no temer lo que no entiendo»
La Fundación que preside Patrizia Sandretto, una de las más activas de Italia, cumple un cuarto de siglo pensando ya en su desembarco en Madrid, que dio sus primeros pasos en febrero
Hace 25 años abría sus puertas la primera sede de la Fundación Sandretto Re Rebaudengo , de Patrizia Sandretto, después de que su inspiradora llevara tres años coleccionando arte de su tiempo y desarrollando proyectos de forma nómada. Hoy, esta es una de las instituciones privadas más prestigiosas en Europa, que desde hace unos años se plantea su salto a Madrid. La Semana del Arte, en febrero, sirvió para presentar una aproximación a lo que serán aquí sus contenidos, cuando aún se le busca continente, después de que se desechara la Nave 9 del Matadero. ¿Frenará ahora la pandemia del coronavirus de nuevo los planes?¿Los truncará? Escuchamos atentos a la coleccionista.
La Fundación en Turín cumple 25 años, pero la colección sobre la que se asentó nacía tres años antes. ¿Cómo era ese primer conjunto artístico?
Su recorrido empezó con un viaje a Londres en 1992, en un periodo en el que la ciudad atravesaba una fase de gran vitalidad. El inicio de mi colección está ligada a las visitas a estudios que realicé esos días, como el de Anish Kapoor. La experiencia fue determinante para definir el modo en que, desde entonces, elijo y colecciono, basándome en el diálogo con el artista y un profundo conocimiento de su investigación. No por casualidad, inicialmente mi conjunto era una colección generacional. Gracias a sus creadores he aprendido a mirar hacia adelante y a comprender el arte de las nuevas generaciones. Aprendí a no tener miedo de lo que no entiendo y cómo el arte tiene la capacidad de comunicarnos lo que nos parece extraño u oscuro.
¿Por qué empezó a coleccionar?
El arte ha formado parte de mi vida desde niña. He crecido rodeada de pinturas y objetos de arte antiguo. Pero fue el contemporáneo el que sentí verdaderamente cercano a mi sensibilidad. Coleccionar forma parte de mi ADN. De pequeña ya guardaba pastilleros, todos catalogados y numerados en un cuadernillo. Hoy, a parte de arte, colecciono bisutería americana, joyas sin mucho valor que también me encanta usar. Estas joyas son otra forma de arte.
¿Y por qué decidió dar el paso de hacer pública una pasión privada?
Desde el principio sentí que quería compartir mis obras y mi pasión por el arte actual con un más amplio número de personas. Además, el diálogo con los artistas me permitió comprender mejor sus dificultades y necesidades, lo que me llevó a sentir el deseo de tener un rol más activo, diferente al del coleccionista tradicional, ayudándoles a producir. De estos deseos, y de la conciencia de que en Italia en ese momento había una insuficiencia de espacios dedicados al arte contemporáneo, nació la Fundación, sin ánimo de lucro, en 1995.
Veinticinco años después, la colección cuenta con más de 1.000 piezas. ¿Qué tipo de arte le interesa?
Cuando inicié la colección, la estructuré en torno a cinco pilares: arte inglés, la escena de Los Ángeles, el arte italiano, el hecho por mujeres y la foto. En los últimos años he sentido la necesidad de plantear una mirada más desestructurada, ya no tanto centrada en categorías. No me han interesado los grandes nombres per sé, ya que siempre he atendido a las obras por su calidad. Para mí, una obra de arte contemporáneo debe ser capaz de representar el presente, anticipar el futuro y, en el futuro, contar una historia del pasado. Nunca las he considerado como objetos decorativos y siempre he atendido aquellos trabajos con una dimensión política y social. Es esta la tipología que hoy mayoritariamente está representada en mi conjunto. Coleccionar es un poco como explorar, diseñando mi propio mapa del mundo.
La Fundación, hoy, cuenta en Italia con una doble sede. ¿Cómo se complementan ambos espacios?
El Centro per l’Arte de Turín es la sede principal desde su apertura en 2002. El edificio fue diseñado por Claudio Silvestrin. Allí presentamos exposiciones y eventos todo el año. Por su parte, el Palazzo Re Rebaudengo, en Guarene, es nuestra sede histórica, un edificio del XVIII abierto en 1997. Diferentes son los proyectos que han visto la luz allí, como el Premio Regione Piemonte y la iniciativa Da Guarene all’Etna, dedicada a la joven fotografía italiana. También, entre los viñedos de Nebbiolo, en la colina de San Licerio, desde 2019 promovemos un programa de arte público para jóvenes artistas.
Y hace unos años decide dar el salto a Madrid. Lisboa, Berlín y Londres también estuvieron en sus quinielas. ¿Por qué eligió la ciudad del país que menos ama el arte actual?
Más de veinte años de experiencia en el arte me llevan a dar el paso, movida por el deseo de ampliar el ámbito de acción de la institución hacia el contexto de una gran metrópoli europea. Es cierto que consideré ciudades como Londres, o Berlín, cuyo cielo gris me disuadió. Pensé también en Lisboa, pero, como Turín, me parecía periférica. He escogido Madrid, que siempre fue mi primera opción, porque considero que España es mi segunda patria. Es una gran capital, puente hacia Latinoamérica, con una escena en crecimiento, que sigo desde hace tiempo.
La Fundación en Madrid iba a desplegarse en Matadero, pero hubo que desechar la idea. ¿En qué punto estaban las negociaciones con el Ayuntamiento antes del coronavirus?
La relación con el Ayuntamiento de Madrid ha sido siempre óptima: en diciembre me reuní con la nueva concejala de Cultura y fijamos una línea de acción que prevé la búsqueda de un espacio alternativo a Matadero sin los problemas arquitectónicos con los que nos hemos tenido que medir durante casi dos años en la Nave 9. El Ayuntamiento ha seleccionado ya otros espacios que no hemos podido valorar a causa de la crisis sanitaria.
¿Nueva sede significará nuevo proyecto?
En su momento, presentamos un plan muy detallado y ambicioso, que prevé, por un lado, un programa expositivo –que ya se inició en febrero con la individual de Ian Cheng en la Fundación Fernando de Castro– , y, por otro, una serie de actividades que tienen como objetivo la promoción del arte actual y el acercamiento a él de diversos públicos. Asimismo, la propuesta prevé planes para apoyar a jóvenes artistas españoles, así como iniciativas de formación, como el programa de residencias para jóvenes comisarios Young Curators Residency Programme. Estamos dispuestos a proseguir con el programa acordado con el Ayuntamiento, aunque el espacio que se nos facilite no sea el previsto inicialmente.
¿No tiene miedo de que los políticos utilicen el argumento de «reconstrucción económica primero, cultura después»? Esta fue la política que vivimos en España tras la crisis de 2008, y la del Ministro Uribes ahora.
Este es sin duda un momento complicado, no sólo en España. Todavía creo fuertemente en el valor de la cultura, y del arte en particular, en su capacidad para ayudarnos a analizar y comprender el momento que estamos viviendo y para afrontar los muchos desafíos que esta emergencia nos lanza. Nuestro diálogo con el consistorio de la capital no se ha interrumpido y, tan pronto como se pueda volver a viajar, estaré encantada de analizar sus propuestas. Confirmo mi voluntad de realizar un proyecto en Madrid, y las actividades que hemos comenzado ya a realizar en la capital española, incluso antes de contar con una sede, lo demuestran.
Obviamente, la vocación de la Fundación es internacional, pero, ¿el salto a Madrid invitará a que más artistas españoles estén representados en ella?
Uno de sus objetivos es el de operar como un observatorio sobre las investigaciones artísticas emergentes a nivel internacional, pero también ser sensible al contexto y apoyar a talentos de los territorios desde los que operamos. La Fundación dedicará una particular atención al arte contemporáneo español, sobre todo a través de la actividad expositiva y la producción de nuevas obras. La residencia madrileña para jóvenes curators extranjeros va también en esa vía.
Veinticinco años después, ¿cuáles son los mayores logros de la Fundación Sandretto?
La capacidad de concebir y realizar exposiciones que sepan anticipar la lectura de macrofenómenos: en 2018 fueron Greenwashing y Silence, de cariz ecologista. En 2012, Press Play, con el punto de vista sobre arte de los medios... Sin olvidar la atención por la mujer. Las exposiciones de estos 25 años han presentado en Italia a jóvenes creadores como Ian Cheng, Josh Kline, Avery Singer, Adrián Villar Rojas o Rachel Rose. Las colectivas han conformado un viaje a través de una vasta geografía cultural.
Son muchos los coleccionistas que estos días se están reencontrando con sus colecciones. ¿Le ha ocurrido a usted?
La relación directa con el arte es para mí una necesidad cotidiana, que tengo el privilegio de satisfacer en la Fundación o viajando. Ahora, con los museos cerrados, la posibilidad de estar cerca de mis obras me reconforta e inspira. Me considero afortunada. Por eso he querido que la Fundación mantuviese un diálogo con el público durante el confinamiento, gracias a las herramientas digitales.