LIBROS

Patricio Pron: «Todo buen personaje es siempre un espejo del lector»

En «Mañana tendremos otros nombres» –Premio Alfaguara 2019–, el escritor argentino afincado en Madrid explora el fin del amor en una pareja y nos sumerge en el protagonismo que hoy tienen las redes sociales

Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975) Isabel Permuy
Carmen R. Santos

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No ha elegido Patricio Pron un título tan largo, aunque sí en su línea, para su última novela, «Mañana tendremos otros nombres» (Alfaguara), como suele ser habitual en el escritor argentino afincado en la capital de España. Recordemos, por ejemplo, sus recopilaciones de relatos «El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan», « Lo que está y no se usa nos fulminará» , o sus novelas «El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia», y «No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles».

Licenciado en Comunicación Social y doctor en Filología Románica, «Granta» lo seleccionó en 2010 como uno de los 22 mejores escritores jóvenes en castellano. La prestigiosa revista, siempre alerta para descubrir nuevos valores, no se equivocó. Patricio Pron es autor de una obra exigente, merecedora de varios galardones, a los que ahora se suma el Premio Alfaguara 2019 por «Mañana tendremos otros nombres», calificada por el jurado como «la fascinante autopsia de una ruptura amorosa, que va más allá: es el mapeo sentimental de una sociedad neurótica donde las relaciones son producto de consumo», y que «refleja la época contemporánea de manera excepcional y toma el pulso a las nuevas formas de entender los afectos».

Abre su novela con una cita de «Stoner», de John Williams, donde, entre cosas, se dice que el amor es «un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra». Una tarea muy complicada la de conocer verdaderamente al otro, y casi condenada al fracaso...

Por supuesto que lo es. Y sin embargo, este proceso (en el que, de paso, uno se conoce a sí mismo, o al que es junto a la otra persona, como les sucede a los personajes de este libro) es el único que vale realmente la pena experimentar a lo largo de la vida si se desea que ésta sea plena.

¿Ha tenido en cuenta el concepto de «amor líquido», de Bauman?

Sí. Y también ensayos de Marina Garcés, Paul B. Preciado, Byung-Chul Han, Eva Illouz y otros: son la «línea de sombra» de «Mañana tendremos otros nombres», y ojalá la novela permita a más personas acceder a su trabajo.

¿Por qué denomina a sus protagonistas solo como Él y Ella? ¿Para darles un sentido más simbólico o universal?

En parte sí, desde luego: la experiencia de amor y de desamor que atraviesan es, en realidad, universal. Y un buen personaje es siempre un espejo del lector: quizás que carezcan de nombres (pero vayan a tenerlos, mañana) fuese necesario para que devolvieran al lector su imagen.

¿También por esto los demás personajes aparecen con iniciales?

Claro. Por la misma razón

«Hay algo de mi propia historia personal, así como, en gran medida, de las de amigas y amigos muy queridos»

¿Las profesiones de Él y Ella, escritor y arquitecta, son intencionadas?

Absolutamente. Se trata de profesiones creativas que obligan a quienes las practican a pensar en cuestiones como las de la creatividad y el riesgo, las posibilidades y limitaciones que resultan de los condicionantes económicos y las preguntas sobre el para qué y el para quién que están especialmente presentes en esta novela.

¿Hay algo de usted en el escritor de su novela?

Mucho, por supuesto: cuando se escribe acerca de la intimidad se hace, inevitablemente, desde la propia, que es la que uno más conoce. De manera que en la historia de estos dos personajes y quienes los rodean hay algo de mi propia historia personal, así como, en gran medida, de las de amigas y amigos muy queridos que accedieron a comentar conmigo su propia intimidad y me ayudaron a pensar en las muchas formas de amor que las personas están experimentado estos días.

¿Cómo definiría, en esencia, a Él y a Ella?

Son personajes que hacen frente a las mismas incertidumbres que experimentamos todos. Y, sin embargo, a diferencia de la mayor parte de nosotros, ambos se detienen a pensar en la forma en que han estado amando y en la manera en que desean amar y ser amados: dan un paso hacia atrás, por decirlo así, y de esa manera ven y tienen una experiencia de primera mano de lo que les rodea, y aprenden.

En su último libro de relatos, «Lo que está y no se usa nos fulminará», en el cuento «Notas para un perfil de Tinder», emerge el mundo de las redes sociales. ¿Por qué ha decidido darles ahora mayor protagonismo?

Por una parte, porque tengo la impresión de que los intercambios escritos que estamos produciendo en las redes conforman una especie de «nueva literatura» que me parece interesante explorar, entre otras cosas, para pensar mejor en la «otra literatura», la que leemos como tal. Y por otra parte, porque ese universo de las redes sociales es un aspecto esencial de nuestra vida cotidiana y de la forma en que experimentamos el mundo, incluso para aquellos que no las tienen. Escribir acerca de la experiencia amorosa en el presente en que vivimos sin hablar de ellas hubiese sido posible, pero hubiera sido empobrecedor y habría tenido algo de falso.

«Creemos que la experiencia amorosa siempre ha sido igual, y sin embargo, no hay nada que se haya transformado más a lo largo de la historia»

¿Las redes sociales han causado la mayor revolución en las relaciones amorosas?

Muy posiblemente sí, al menos han introducido la novedad más importante en las relaciones amorosas desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la llegada de las mujeres al ámbito del trabajo.

¿Son un caldo de cultivo para la impostura?

Toda forma de seducción tiene algo de impostura, ¿verdad? Lo interesante en este caso es que ese fingimiento es promovido y estimulado por las redes y la dinámica que se produce en ellas, en las que los usuarios conciben su identidad como un producto de consumo de otros usuarios.

En un momento de la novela Ella dice: «Nunca elegimos, sólo vivimos en lo que es». ¿Somos un tanto marionetas del destino, de la propia vida»

No realmente. Pero estamos sometidos a condicionantes económicos y políticos, así como de clase, en los que procuramos no pensar a menudo: por el contrario, Él y Ella los experimentan y piensan en ellos.

«Las redes y su dinámica provocan que los usuarios conciban su identidad como un producto de consumo de otros usuarios»

¿Por eso en su novela explora el amor y el desamor no como ideas intemporales, sino en buena medida ligados a las condiciones políticas, sociales...?

Por supuesto. Creemos que la experiencia amorosa siempre ha sido igual, y sin embargo, no hay nada que se haya transformado más a lo largo de la historia; de hecho, es precisamente esa volubilidad de la experiencia la que la convierte en un sitio privilegiado desde y en el cual reflexionar sobre el presente.

¿Es su novela más desesperanzada?

No. Por el contrario diría que es mi novela más esperanzada y esperanzadora. Al final, pienso, Él y Ella estarán bien, de alguna manera.

Usted es cuentista y novelista. ¿Desde el momento en que le surge un tema tiene ya determinado a qué genero va a destinarlo, o es sobre la marcha?

A menudo se produce una especie de interacción entre la forma y el fondo, de la que surge la certeza de cuál será el género en el que se inscribirá la historia que deseo escribir. «Mañana tendremos otros nombres» es uno de esos casos: desde el primer momento supe que sería una novela.

¿Se siente más cómodo en alguno de los dos géneros?

La verdad es que no. Ambos tienen limitaciones y posibilidades específicas, y son usados por los lectores de formas distintas; pero los dos (y otros muchos) son esenciales para comprender qué es eso que llamamos literatura y por qué la necesitamos tanto.

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