CINE

Pasolini, evocado por su prima y única heredera

Graziella Chiarcossi, que vivió con el cineasta los últimos 13 años de su vida, recibe a ABC Cultural en su casa de Roma con motivo de la publicación de un libro de artículos y relatos inéditos en español titulado «La ciudad de Dios»

Pasolini, paseando por los suburbios de Roma junto a Ninetto Davoli (izquierda) ABC
Israel Viana

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La casa de Roma donde Graziella Chiarcossi (Casarsa della Delizia, 1943) vive hoy se encuentra en el mismo barrio al que se mudó desde su pueblo natal, en la región de Friuli-Venecia Julia, al norte de Italia, para vivir con su primo Pier Paolo Pasolini en 1962. El escritor y director de cine ya había publicado 14 libros de poesía, dos novelas y un ensayo, y rodado sus dos primeras películas: «Mamma Roma» , la historia de una prostituta romana, y «Accattone» , sobre un pequeño proxeneta de los suburbios de la capital.

Graziella Chiarcossi, en su casa de Roma I. V.

Hablamos del barrio de Trastevere, al oeste del río Tiber. El mismo que albergó a la clase obrera del Vaticano durante siglos y que, en los años 50, se llenó de bares y restaurantes que atrajeron a artistas e intelectuales como Pasolini, que en aquella época escribió varios artículos y relatos sobre Roma, la capital «donde la pobreza y la belleza son una sola cosa», que ahora ven la luz en español por primera vez bajo el título de « La ciudad de Dios » (Altamarea). «La primera casa en la que viví con Pier Paolo y su madre estaba en la vía Giacinto Carini, en el mismo edificio donde vivía el poeta Attilio Bertolucci y sus hijos Bernardo y Giuseppe , directores de cine. En 1963 nos mudamos al barrio del Eur, donde Pier Paolo compró una casa. Aquel piso lo arreglamos entre los dos. Colgamos juntos los cuadros y trasladamos todos sus libros. Vivimos allí hasta que Pier Paolo fue asesinado en 1975», recuerda Chiarcossi, única heredera y encargada de gestionar el legado del considerado uno de los grandes intelectuales del siglo XX.

¿Y los Pasolini eran muy amigos de los Bertolucci?

Sí, claro. Attilio fue uno de los mejores amigos de Pier Paolo, se tenían mucho cariño. Fue él quien le presentó a Garzanti , el editor, para que le publicara su primera novela: « Ragazzi di vita ». Mi tía Susanna, madre de Pier Paolo, y yo pasábamos muchas tardes en su casa con la madre de Bernardo, Ninetta. Bernardo era muy cariñoso y siempre recordaba el día que que se encontró a un desconocido en la puerta de su puerta. Se pensó que era el fontanero [risas]. Fue a avisar a su padre para decirle que había llegado un hombre a arreglar no sé qué. «No, hijo, Pasolini es un gran poeta italiano», respondió este.

La casa de Graziella Chiarcossi en la que recibe a ABC Cultural no es muy grande, como podría esperarse del barrio donde se ubica. Nada más cruzar la puerta, nos encontramos con varios dibujos y autorretratos de Pasolini de 1947 que años después regaló a su prima. El salón y parte del pasillo están repletos de libros. Hay una estantería llena de estudios y ensayos sobre el director –«¡Tengo muuuuchos de él, la mayoría para tirar a la papelera!», bromea– y otra con las obras pertenecientes a su difunto marido, el escritor y guionista de «La vida es bella» , Vincenzo Cerami . Cerca, casi pasando desapercibidos, descubrimos dos cuadros de Man Ray , uno de ellos dedicado a su primo que guarda con cariño. «Nunca quise venderlos… jamás. Además, una vez intenté averiguar su precio por curiosidad y no valen tanto como nos imaginamos», asegura.

Chiarcossi recuerda aquella madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975 en la que dos policías llamaron a la puerta de su casa preguntando por Pierutti –como ella llamaba cariñosamente al primo Pasolini–, cuyo coche había sido encontrado abandonado en la Vía Tiburtina. Ella les dijo que no lo sabía y se marcharon sin decir nada. «Sabía que algo había pasado, pero no sabía cómo comportarme. Por la mañana fui a la comisaría, pero me dijeron que me volviera a casa sin darme ninguna información. Entonces fui a un bar cercano del Eur a telefonear a Ninetto [Davoli, actor y protagonista de muchas de sus películas] y contestó su mujer. Recuerdo que le hablé de forma muy agresiva porque quería saber qué le había pasado a mi primo. Quería la verdad, pero la mujer de no sabía cómo decírmela», cuenta.

¿Recuerda la última vez que vio con vida a Pasolini?

Esa misma tarde en casa. Pier Paolo recibió en casa al periodista Furio Colombo para una entrevista que aparecerá publicada días más tarde en la que dijo: «Estamos todos en peligro». Esta fue la última vez que nos vimos. Después se fue creo que a cenar con Ninetto, su mujer y sus niños… y ya no le vi más.

¿Recuerda de qué hablaron?

De nada especial. Durante la comida estuvo muy contento, porque acababa de volver del estreno de «Saló o los 120 días de Sodoma» en Suecia y Francia. Estaba feliz en aquella etapa de su vida. Recuerdo que también comió con nosotros Laura Betti [su actriz fetiche].

¿Siempre se dijo que Ninetto fue también su amante?

Así se lo describió en algunas entrevistas y libros, pero yo no lo creo. Tenían muy buena relación y salían muchos juntos, pero yo creo que no mantuvieran relaciones sexuales. Es algo que me lo confirmó una vez Sergio Citti, también cineasta y muy amigo de Pasolini.

¿La mujer de Ninetto le dijo finalmente la verdad?

Sí, acabó contándomelo en esa llamada, aunque no recuerdo cómo me lo dijo.

¿Qué hizo usted a continuación?

Volví a casa pensando en cómo darle la noticia a su madre, pero fui incapaz. Su otro hijo, Guido, que era mi padrino, murió también asesinado en la Segunda Guerra Mundial por compañeros suyos partisanos y no quise ser yo la persona que le dijera que había matado a su otro hijo también, así que le pedí a Laura Betti que lo hiciera por mí. Susanna tenía ya problemas de memoria, así que no le contaron toda la verdad. Le dijeron que fue un accidente, pero ella no dijo nada ni exteriorizó el dolor. No sé si por sus problemas de memoria o porque quiso censurarlo en su cabeza.

¿Por qué no fue Pasolini a la guerra? Por edad le habría tocado...

Sí que estuvo, pero muy poco. Cuando Mussolini cayó e Italia anunció que firmaban la paz el 8 de septiembre de 1943, se escapó del Ejército como muchos otros jóvenes aprovechando la confusión del momento. En la huida perdió su tesis sobre la historia del arte contemporáneo que llevaba impresa. Y volvió a Casarsa della Delizia hasta que se fue a Roma en 1950, después de que fuera denunciado por abuso de menores y expulsado de la escuela donde daba clases y del Partido Comunista.

Siendo su padre un coronel fascista, no debió gustarle que su hijo fuera gay, ¿no?

Mi tío Carlo Alberto, una persona maravillosa, no lo descubrió hasta años después, al leer a escondidas escritos de su hijo antes de que se publicaran. No era algo de lo que habláramos en casa, era un tema censurado, y él tampoco traía amantes a casa. Yo, de hecho, no me enteré por él, sino por mi marido, que había sido alumno de Pier Paolo en un colegio cerca de Ciampino, a las afueras de Roma, en 1951 y 1952. Vivía libremente su sexualidad, ¡no era un secreto!, aunque no lo manifestaba públicamente. Escribió sobre ello implícitamente en algunas de sus obras, como en «Poeta de las cenizas».

¿Participó usted en algunas películas de Pasolini?

Sí, pero papeles pequeños en «Comizi d’amore» (1965), «Teorema» (1968) y «Medea» (1969). Surgía de manera natural. En «El Evangelio según San Mateo» me sacó solo para que estuviera pendiente de su madre y para que la llevara al rodaje, ya que ella hacía el papel de la María más anciana. En una escena que hacemos juntas, de hecho, se ve cómo la miró preocupada.

Tengo la sensación de que, tras su muerte, a Pasolini le han perseguido las polémicas. Como si no le hubieran dejado descansar en paz.

Sí. En vida tampoco lo dejaron en paz. Tuvo muchos juicios absurdos.

Una de esas polémicas fue la publicación de «Petróleo», su novela inacabada, en 1992. ¿Por qué permitió usted que se publicara?

¿¡Qué podía hacer yo!? Esperé muchos años porque sabía que había escrito 500 páginas de las dos mil que dijo que tendría antes de morir. Mucha gente me decía que no la guardara y decidí publicarla con ayuda de un profesor amigo mía de la facultad de Filología que revisó todo el texto, página por página. Además, Pier Paolo publicaba todo lo que escribía. Esa fue su idea durante toda su vida. Digo esto porque yo únicamente tenía dos opciones. Si no lo hacía yo, ¿quién y cómo lo haría después de mi muerte? Mejor hacerlo yo.

¿Qué sintió al ver las películas de Federico Bruno y Abel Ferrara sobre su muerte la muerte de Pasolini?

No las veo. Porque… no sé… ¿Qué pueden contar? David Grieco hizo otra sobre lo mismo, «La macchinazione», en 2016, pero nada. Solo mereció la pena la de Marco Tullio Giordana, « Pasolini, un delito italiano », de 1995, porque tenía la mirada limpia, sin fantasías. Yo misma ayudé en el guion del filme de Ferrara con la esperanza de que sería buena, pero fue una decepción.

Con las mil teorías que hay del asesinato de Pasolini, que implican desde una participación del Gobierno a la participación de la mafia, ¿algún día se sabrá la verdad sobre los autores?

Nunca. Todas las hipótesis son absurdas... Pero no quiero hablar del tema. Hasta se ha pedido en el Parlamento que reabran el caso, pero no sirve de nada. Un periodista lleva tiempo prometiendo que va a publicar un libro que va a ser una bomba. Si sabe quién asesinó a Pier Paolo, que lo diga y ya.

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