ARTE

Paloma Navares: «Me he hecho mayor en la vida, también en el arte»

El MUSAC de León sobrevuela desde este fin de semana 45 años de trayectoria de Paloma Navares, pionera en España en el feminismo y el uso de las tecnologías aplicadas al arte

Paloma Navares en su domicilio de Madrid Ángel de Antonio

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Reconoce que el coronavirus la ha contrariado, pero se encuentra en calma. En 45 años, los que recoge la muestra El vuelo , desde hoy en el MUSAC , le ha dado tiempo a muchas cosas: a innovar en el arte, a apostar por el vídeo y las nuevas tecnologías, a hablar de feminismo cuando el fenómeno balbuceaba en España, a organizar festivales, exposiciones... Condensar a Paloma Navares (Burgos, 1947) es casi misión imposible. Ella –como comisaria de sí misma– lo intenta en León.

¿Qué vuelo» es el que emprende usted con esta muestra?

Pensé en ese título por dos cuestiones. La primera, que la exposición pasó primero por la Lonja de Zaragoza, de donde era Goya. Él es el autor de El vuelo de las brujas , que yo homenajeaba en una instalación de las mías en las que practico apropiacionismo de obras de los clásicos. Por otro lado, el vuelo es la mirada que yo propongo sobre la exposición, que es un compendio de 45 años de trabajo. Una mirada rápida, como la que pueda realizar un ave que planea por encima de las obras.

La cita se articula en torno a dos pilares: uno es su mencionado apropiacionismo.

He de señalar que no todo mi trabajo se ha desarrollado en esta dirección, solo una parte, pero sí que fue una de las vertientes que mejor recepción tuvo en el ámbito internacional. Pero en 45 años, etapas, ha habido muchas. Esa se corresponde a un periodo de investigación basado en los lenguajes aprendidos, sobre la herencia cultural y la transmisión de costumbres y ritos, que más que liberarnos, nos retienen. Desde mis comienzos, yo tuve un eje prioritario en mi labor que es el del género. He sido feminista toda mi vida y lo que hacía iba dirigido al mundo de la mujer sin ser una propuesta radical, sino humanista y de proyección internacional.

«Luz del pasado» (1994). Instalación. Colección de la artista

Ese es el segundo anclaje de la muestra. ¿La lectura feminista actual pone más en valor su trabajo?

Yo ya lidiaba con este tema desde los setenta. Entonces no noté agresión por ello, pero tampoco indiferencia. Sin embargo es cierto que la protesta no se llegaba a comprender. Por entonces, los compañeros artistas, los teóricos, los críticos, los gestores estaban más por una representación paternalista de la mujer, de posesión del cuerpo... Yo he trabajado mucho por temas, y otros prioritarios han sido los de la muerte, la discapacidad, la angustia; temas más lúdicos, de ensueño, mezclados con la tecnología como técnica, principalmente la foto, aunque me interesé por el vídeo desde muy temprano, cuando en España ni se entendía. En ese sentido se me ha considerado pionera en el arte tecnológico.

¿Ha habido componente autobiográfico en su trabajo?

Soy conocedora de cierto aislamiento obligatorio. He sufrido unas cuantas operaciones oculares, y la pérdida de visión me llevó a sentir miedo ante la posibilidad de quedarme ciega. Eso, aunque no quieras, se filtra: el deseo de luz, de inmaterialidad, la búsqueda de lo etéreo, señalar lo frágil, lo destruible... Estoy segura de que si no hubiera tenido este problema mi obra habría sido diferente.

¿Y cuál es su opinión sobre el movimiento feminista en el arte hoy?

Lo que está pasando es fantástico. Pero tengo miedo de que todo quede en fuegos artificiales. Porque ha sido muy largo este periodo de convivencia tan desastrosa para la mujer. También es ingenuo pensar que todo se solucionará en un año, dos, cinco... Se puede evolucionar muy deprisa, pero todo lo nuevo hay que asentarlo. Lo tienen que aprender, vivir y convivir con ello, los hombres, vosotros, pero también nuestras madres, nosotras, nuestros hijos... Pero el cambio será muy bueno: será un regalo para la sociedad. Hablamos de la incorporación plena de la mujer a ella.

El de pionera es un término bonito a posteriori, pero mientras se vive, en lo de serlo habrá mucho de soledad, ¿no?

No la sentí. Era más extrañamiento. En España, el mundo estaba a otras cosas. Aquí estábamos acostumbrados a un trabajo muy matérico en arte, ejecutado por hombres, de forma que eran casi ejercicios de fortaleza corporal. Costaba asimilar la imagen virtual, otros temas, ¡y que los planteara una mujer! Ahora: que no se vendiera la obra no significa que no interesara. La crítica me ayudó. Pero recuerdo piropos del tipo «¡qué bien pinta, es como un hombre! ¡Tan femenina que parece!». Y yo no creo que haya evolucionado tanto: creo que las obras han envejecido bien. Cuando comencé con el vídeo, la gente lo rechazaba, no había coleccionismo, no lo hay hoy...

«A Begoña» (2003). Colección de la artista

Se incide en que las de la muestra del MUSAC son obras capitales en su trayectoria, pero salvo un par que pertenece a la colección del centro, todas las cede usted para la cita. ¿Qué ha sucedido entre Paloma Navares y el mercado?

Pues puedo decir que he vendido, que soy de los pocos artistas de este país que viven del arte. Pero tengo que darle las gracias a los alemanes, a los austriacos y a los franceses.

En León actúa como su propia comisaria. ¿Le ha tratado mal este gremio?

En absoluto, he trabajado con muy buenos, dentro y fuera de España. Pero en este caso, la solución ha sido un poco forzada. Durante los dos últimos años, ya no trabajaba a nivel creacional y he estado tratando de poner orden en todo lo realizado hasta ahora. Cuando llegó lo de Zaragoza me vi con fuerzas para sacarlo adelante.

¿No le apetece volver al taller?

No. Es mucho tiempo el que ya he trabajado. Ahora quiero entender el mundo de otra manera y hacerlo más relajadamente. Me apetece más volver al trabajo para ordenarlo, ver todo lo que hay detrás. Yo monté en su día muchos festivales para vehícular y dar a conocer el vídeo. A Bill Viola , Nam June Paik o Vostell... Los traje a todos.

¿Hacia dónde quiere dirigir su vuelo ahora, Paloma?

Tengo ganas de hacer cosas. Quizás alguna exposición más. Pero de momento me encuentro plena y satisfecha. He celebrado más de cien individuales y quizás 300 colectivas. Me he hecho mayor en el arte y en la vida. Me queda tiempo, no sé cuanto. Pero estoy en calma, serena, contenta de haber trabajado tanto en el arte. Me ha dado tiempo a tener hijos, a vivir... Mucho.

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