LIBROS

Pablo d’Ors: «De Dios nunca he dudado, pero sí de mí mismo»

Su «Biografía del silencio» se convirtió en un inesperado «best seller». Ahora, en «Entusiasmo» (Galaxia Gutenberg), el sacerdote y escritor noveliza, a través del personaje Pedro Pablo Ros, su vocación y trayectoria religiosas

El sacerdote y escritor Pablo d´Ors Ángel Navarrete
Carmen R. Santos

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-¿Cómo nació su vocación religiosa?

-Mi vocación religiosa está naciendo siempre. Tenemos una idea retrospectiva de la vocación, como algo que sucedió en el pasado. No es cierto: sucede ahora. Ahora es cuando siento la llamada a vivir intensa y dignamente. Sólo cuando se vive con intensidad y dignidad atisbamos algo de ese misterio que los creyentes llamamos Dios. Todo lo que se diga de Dios que no parta de la vida es sencillamente ideológico o meramente doctrinal. Una vocación religiosa es como un gran amor, es un gran amor: la experiencia de haber recibido y la necesidad de dar.

-¿Y la de escritor?

-Todo escritor nace porque ha sido y es un lector. La escritura es la otra cara de la moneda de la lectura. En mi casa familiar había miles de libros, sentía fascinación por la biblioteca de mi padre. Los libros hay que verlos y tocarlos para poder luego leerlos y amarlos y, como fue mi caso, desear escribirlos. Con trece años ya tenía emborronados mis primeros cuentos. A los catorce gané mi primer premio literario en el colegio. A los quince formaba parte de una tertulia literaria de letraheridos. A los dieciséis había terminado mi primera novela. Pero hasta los treinta escribir no fue para mí un oficio, es decir, una práctica cotidiana.

«Hacía falta un Papa como Francisco. Ha puesto a las claras que una Iglesia deja de ser Cristo sin el espíritu de Francisco de Asís»

-¿Con «Entusiasmo» pretende animar a los jóvenes a ser sacerdotes ante la escasez vocacional?

-No creo que haya crisis de vocaciones. Nunca como hoy se ha escuchado la conciencia y se han obedecido sus dictados, así es como lo pienso. Hay crisis de vocaciones sacerdotales, eso sí, lo que para mí es una buena noticia, porque significa que el modelo de Iglesia clerical está agotado y que hay que despertar la creatividad para responder a los nuevos tiempos. Como cualquier otro de mis libros, mi novela «Entusiasmo» no la escribí con ninguna intención extraliteraria, pues eso sería pervertir la literatura para convertirla en un instrumento ideológico (por loable que pueda ser esa ideología). Todo lo que escribo lo escribo porque me lo pide el alma, sin ninguna intención ulterior. Mis libros no son propaganda, la propaganda no es literatura.

-¿Es «Entusiasmo» una novela de aprendizaje?

-«Entusiasmo» trata sobre un joven que escucha una inapelable llamada interior y que, en consecuencia, quiere entregarse a Dios. Afronta el entusiasmo como actitud vital, es decir, qué pasa cuando los seres humanos nos sentimos poseídos por algo más grande que nosotros. Las novelas de aprendizaje suelen relatar cómo se tuerce una biografía y cómo se hunde una persona hasta convertirse en una caricatura de sí misma. «Entusiasmo» es lo contrario: narra un camino hacia la plenitud. Hoy no hay novelistas de la luz. Pero es que ver la luz exige una mirada mucho más honda que ver la oscuridad, que siempre es tan evidente.

-En «Entusiasmo» usted vierte algunas opiniones críticas hacia la Iglesia. ¿Le ha llegado alguna reacción?

-«Entusiasmo» refleja sobre todo un profundo respeto y amor a la Iglesia, hasta el punto de que el personaje -como, por cierto, su autor- vive su entrega en este seno comunitario e institucional. El amor nunca debería ser insensato o irracional, sino que ha de alimentar también la capacidad crítica. El amor sin verdad nos hace sentimentales. La verdad sin amor nos hace dogmáticos. Yo soy mucho más ortodoxo de lo que la gente cree. La Iglesia institucional nunca se ha pronunciado sobre ninguna de mis novelas. No podría, o al menos no debería, puesto que son ficción, y el terreno de la ficción no tiene ninguna frontera.

-¿Le sorprendió el éxito de «Biografía del silencio»?

-Al principio sí, pues creía que era cosa mía. Quiero decir que pensaba que el mérito era mío. Ahora sé que «Biografía del silencio» va mucho más allá de mí. Que el hecho de que esté llegando al corazón de tantos miles de lectores en España y en otros países no se debe esencialmente a la calidad literaria de este ensayo, sino a su pertinencia sociológica y espiritual. «Biografía del silencio» recoge un sentir que está en el aire y pone palabras a una búsqueda espiritual, cada vez más acuciante, de muchos de nuestros contemporáneos. De ahí su extraordinaria acogida. Un libro que cambia la vida de muchos de sus lectores es un milagro. Pero ése es el propósito de la literatura: no llenar bibliotecas, sino alimentar almas y transformar biografías.

«Una vocación religiosa es como un gran amor, es un gran amor: la experiencia de haber recibido y la necesidad de dar»

-¿Ha tenido alguna crisis de fe? ¿Qué le parece el personaje unamuniano de don Manuel?

-En sentido estricto, no. Nunca he dudado de Dios, aunque sí muchas veces de mí mismo. Pero todas mis crisis de identidad me han hecho crecer. La fe no es un simple asentimiento a una serie de afirmaciones, sino un leer la propia historia y darse cuenta de que no has estado solo. Hoy yo no escribiría sobre un sacerdote como don Manuel, que ha perdido la fe y, pese a ello, se entrega a los demás, sino sobre un hombre que tiene una fe que los demás cuestionan, poniendo en crisis su voluntad de entrega. Hace décadas que no hay novela religiosa en España, seguramente porque la religión ha dejado de interesar en buena medida a la mayor parte de los españoles. «Entusiasmo» quiere contar algo que no se había contado hasta ahora: cómo ser cristiano en este nuevo milenio.

-¿El Papa Francisco ha traído un aire nuevo?

-El Papa Francisco es un padre en un mundo sin padres, de ahí la generalizada aceptación de su figura. Con Francisco I he podido conversar personalmente muy poco, pero lo suficiente para darme cuenta de su categoría humana y espiritual. Es un ser luminoso, no hay más que verle. En mi opinión, está haciendo las cosas bien, paso a paso, aunque algunos preferiríamos que fuera algo más rápido. Hacía falta un papa así, que pusiera a las claras que una iglesia deja de ser de Cristo sin el espíritu de Francisco de Asís.

Pablo d’Ors: «De Dios nunca he dudado, pero sí de mí mismo»

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