Otro ladrillo en el muro

Me tomo la licencia de «robar» a los míticos Pink Floyd el estribillo de una de sus canciones más famosas incluida en uno de sus mejores trabajos, The Wall (a decir de la crítica musical), para titular este artículo porque estamos a las puertas de celebrar el aniversario de la caída del Muro de Berlín : un 9 de noviembre de hace tres décadas empezó a tambalearse la gran muralla que dividía a Europa y al mundo entero en dos bloques enfrentados a cara de perro.

Debe ser que un ladrillo me ha llevado a otro porque cuando la banda británica graba el disco corre el año 1979 y las inquietudes de sus autores, el ruido de fondo que machaca sus maltrechas y atormentadas cabezas, nada tienen que ver con guerras frías ni con paños calientes de la diplomacia al uso en la época, que lo mismo daba un zapatazo en la mesa en plena reunión de «pacíficos» gerifaltes que amenazaba con lanzar un misil para abrir el apetito al otro lado del mapa y donde el sol más calentaba los discursos. Roger Waters puso palabra sobre palabra en el famoso estribillo de una canción que se hizo himno para ahuyentar fantasmas de su familia, de su pasado, de las drogas y otros demonios no menos malencarados que los líderes comunistas de aquel entonces. Con ese alucinógeno ruido de fondo, Waters ya tenía más que suficiente como para buscarle tres pies al gato del conflicto.

Si la caída del Muro de Berlín está a punto de festejar por todo lo alto 30 años -o primaveras que con el encadenamiento de una crisis detrás de otra más parecen largos inviernos- la canción de Pink Floyd entrará en la canosa cuarentena el próximo 30 de noviembre. Que Roger Waters se peleó con sus compañeros de banda a expensas de girar y girar sobre las cenizas del Checkpoint Charlie es otra historia que tiene pocos visos de leyenda del rock. Lo cierto es que The Wall y el Muro de Berlín se hicieron uno y ahora toca cantar el cumpleaños feliz.