LIBROS
La onda expansiva del movimiento #MeToo
En «Esto es placer», Mary Gaitskill hace una valiente descripción de un paisaje donde es frecuente hacer justicia sin previo derecho a defensa
«¡La querida, la bendita nouvelle !», agradecía y a la vez que se congratulaba Henry James , maestro indiscutido de esa forma en el que un cuento se expande o una novela se contrae para alcanzar el más profundo de los fondos.
Ahora, una maldita y hasta temida como Mary Gaitskill (Kentucky, 1954) se arriesga a vestir este elegante y revelador modelo y triunfa por todo lo alto con Esto es placer . Uno de esos libros -publicado originalmente el año pasado en The New Yorker - que resultan engañosamente pequeños y mansos por fuera pero, una vez dentro, a las pocas páginas, se los descubre y comprende y agradece como no solo oceánicos sino, también, gratificante y necesariamente tormentosos. Aunque el patrón y cortes de esta escritora, si bien dotados de una natural elegancia (comprobarlo en esa ya clásica y moderna colección de relatos que fue Mal comportamiento , en la novela Verónica y en el resto de sus varios títulos aún no traducidos), están lejos de los aristocráticos y neo-ricos salones del autor de El retrato de una dama . Lo de Gaitskill limita directamente con las bestiales radiografías en su momento reveladas por ese nunca del todo bien ponderado genio de la sordidez macho y alfa iluminada (verificarlo en la próxima encarnación local, en Malas Tierras Editorial, de su ambiguo e inestable e inestabilizador El club ) que fue Leonard Michaels .
Y aún así, en Esto es placer , Gaitskill -surgida junto a autores cool de la generación MTV como Jay McInerney , Tama Janowitz y Bret Easton Ellis , pero con un pasado inmediato de stripper y call-girl - ofrece una suerte de brutal comedy of manners y una sofisticada reconsideración de la onda expansiva y efectos residuales del seísmico movimiento #MeToo . Y lo hace con una audacia y agallas y equilibrio digno de admiración en tiempos de comportamientos extremos. Y, sí, el tema es el acoso sexual. Y he aquí lo admirable y arriesgado: Gaitskill (alguna vez violada y autora de un muy comentado ensayo sobre el su experiencia titulado Acerca de no ser una víctima ) lo aborda con modales de la más intensa y dedicada de las acosadoras.
Y lo hace en un logradísimo ejercicio/contrapunto a dos voces: por un lado está el hasta no hace nada encantador y seductor editor neoyorquino Quinlan Maximilian Saunders alias Quin alias Q (una de las especialidades de Gaitskill es su habilidad para las voces masculinas) caído en desgracia cuando su entorno cambia de signo y lo recataloga, de improviso, de Casanova gracioso y mujeriego a una suerte de desbocado lobo feroz siempre a la caza. Por otro está Margot o M: editora de una colección de escritos de «autoras masoquistas» y su confidente durante veinte años (luego de que Q intentase seducirla en vano metiéndole mano). Y M se pregunta si, en verdad, su gran amigo en caída libre es culpable o, apenas, víctima de una abrupta y un tanto incontrolable e histórica (y tal vez algo histérica) alteración climática en el signo y sino de los tiempos que corren para que muchos salgan corriendo de los sitios que solían frecuentar.
Es decir: Q (quien escucha y entiende a las mujeres como pocos hombres, aconsejándolas a pedido acerca de novios o maneras de masturbarse) no entiende qué pasó y por qué le pasó a él después de tanto tiempo de que no pasase nada por ser como era y es. Mientras que M entiende perfectamente lo que sucede pero también no puede sino comprender a Q: algo así como orgulloso miembro -aunque su propia y adorada esposa no lo considere un depredador a temer sino, apenas, un «idiota»- de una especie no en extinción pero sí a exterminar . Y, sí, tal vez el castigo sea un tanto desproporcionado para el crimen cometido y sin necesidad de ser confesado, razona M, porque ¿acaso no todas y todos estaba al tanto de la conducta de Q desde hace tanto y hasta la celebraban como si se tratase de uno de esos personajes de Philip Roth (quien tuvo el sentido de la oportunidad de morir justo antes del tsunami)?
Esto es placer es, sí, uno de esos «libros que a nadie dejará indiferente» . Y que -cabe esperarlo o así debería ser- será tema de conversación por su razonada valentía (no confundir con hombría) en un paisaje donde es frecuente un demasiado impetuoso coraje por hacer justicia sin previo derecho a defensa o a posterior réplica a veredicto . Gaitskill lo sabe, Gaitskill lo hizo. Y ofrece aquí el testimonio perfecto (lo mejor de ambos mundos y lo peor de ambos bandos) para inquietud y claridad de todas y todos quienes, por estos días, parecen sólo recomendar -cuando se lo solicitan- libros firmados por mujeres como si temiesen que les bajasen sus calificaciones por ser sorprendidos con los ojos bien abiertos y las manos en la masa de un ejemplar de Lolita .
De paso: Lolita es la novela favorita de Mary Gaitskill y -como queda más que claro en su prólogo al volumen gráfico Lolita: The Story of a Cover Girl y luego incluido junto a sus otros ensayos en Somebody with a Little Hammer - no sólo lo leyó sino, que, además, lo entendió muy pero muy bien.
Querida y bendita sea.