LIBROS

Omer Bartov: «El uso de la memoria con fines políticos es tan cuestionable como borrar el pasado»

Sobre el Holocausto mucho se ha investigado y escrito, aunque nunca se cerrará la brecha de los datos y del horror. El historiador Omer Bartov, en su último estudio, «Borrados» (Malpaso), indaga en otra forma de genocidio: el memorialístico

Bartov es catedrático de Historia Europea en la universidad estadounidense de Brown

LAURA REVUELTA

Galitzia , enclavada en en el cruce de caminos, de religiones y etnias de la Europa del Este, ha vivido toda clase de dominaciones, conquistas imperiales y no tan imperiales : Polonia, Alemania, Rusia, los austro-húgaros. Galitzia está en medio de todo, de todos, y de la nada. Y en el centro de este volcán geográfico, los judíos , población que allí fue mayoritaria a lo largo de varios siglos. Omer Bartov (Kibbutz Ein Hachoresh, Israel, 1954) ancla sus raíces en esta zona y allí ha viajado para desenterrar el recuerdo de su familia y del pueblo judío, aniquilado, borrado del mapa . Bartov, catedrático de Historia Europea en la Universidad de Brown (Estados Unidos) lleva años investigando sobre el asunto. Del genocidio físico al memorialístico: la desaparición de las personas y de sus huellas . El legado de una vida cotidiana escrito en las calles, los mercados, las sinagogas... que ha desaparecido. Ahí radica el valor extraordinario de este trabajo .

–«Borrado» es el título del libro. Una palabra, sin más, pero contundente.

–Trata del borrado de la memoria, de la eliminación. Lo que querían hacer los nazis no sólo era matar a los judíos, querían borrar su memoria y la del genocidio. Hemos hecho muchos progresos a la hora de contar la historia del Holocausto. Pero en el lugar donde vivían los judíos y cómo vivían, y a menudo donde los mataron, en esos lugares, el recuerdo se ha borrado. Esto es un recuerdo no solo de violencia, sino de coexistencia durante siglos.

–¿Qué se ha «borrado» en concreto?

–Sinagogas, cementerios... que, están en estado de abandono, o no se usan. Sinagogas convertidas en un centro deportivo. Si tiene estrellas hebreas, las borran y ponen otra cosa. Si tiene una ventana con un diseño de la Estrella de David, pones otro diseño... También existe una contra-memoria. Yuxtapones el recuerdo que estás borrando con el recuerdo que quieres destacar, que quieres convertir en el recuerdo principal. En ese sentido, el borrado no es solo la eliminación, supone la sustitución de un recuerdo por otro. Durante una de mis primeras visitas al oeste de Ucrania, en Lvov, el director del museo de arte me invitó a visitarlo. Había cuadros de Galitzia del siglo XIX. Muchos eran de los asentamientos judíos, de las oraciones judías... Y le dije que era muy triste que todo esto se hubiese olvidado. Me contestó que las civilizaciones iban y venían, como la romana, la griega, y también la judía. Le dije que la diferencia era que mi abuelo seguía viviendo allí.

–¿Quizá todo se resuma en un intento de huir de un pasado nada grato?

–No puedes huir de ese pasado. Le daré un ejemplo. Después de viajar al oeste de Ucrania, empecé a pensar en lugares en los que había crecido en Israel. Y me di cuenta de que había crecido en dos partes de Tel Aviv que tenían pueblos palestinos cerca. Estos pueblos ya no existen. Hay pocos restos, pocas huellas. Otras personas se habían mudado a ellos. Crecí con una clase de memoria que no era una memoria.

–¿No debe ser tan fácil, cuando se tiende a todo lo contrario?

–Es cuestión de personalidad, de estabilidad. Hay recuerdos, historias del Holocausto muy emocionales. Personalmente, me parece que me hablan. Como he dicho, he tratado de encontrar un equilibrio entre una cierta distancia y, al mismo tiempo, no crear una barrera entre mí mismo y estos acontecimientos. Es importante para mí mantener un equilibrio. Como historiador es importante ser preciso con la información que proporciono, precisamente porque cuando tratas de recuperar algo quieres recuperarlo bien. No quieres sustituir una mentira por otra.

–Habla de equilibrio con un fuerte componente emocional de por medio. Complicada combinación.

Nos enseñaron que todo lo que sucedió antes del Éxodo no tenía que ver con nosotros

–La emoción, los sentimientos y una parte de nuestra psique son muy importantes, y podemos analizarlos de diferentes maneras. Podemos gritar, llorar y lamentar, o podemos analizarlos de una forma más sosegada, cauta y cuidadosa. A veces es muy difícil para mí, como historiador y como persona, leer eso sin estar confundido. Tenía que encontrar la manera de ponerlo en la página, de que hiciese honor a los testimonios, de que un lector lo entendiese y de que mantuviese ese equilibrio dentro de un contexto histórico más amplio.

–En el libro también es crítico con el pueblo judío, una postura nada fácil.

–Es una pregunta complicada porque, por una parte, mucha gente dice, y creo que con razón, que ningún genocidio moderno ha recibido tanta atención, sin duda, en los últimos 30 años, como el Holocausto. Esto se debe a que los supervivientes judíos y los que tuvieron la suerte de no estar allí escriben autobiografías... y crearon toda una política de conmemoraciones. El Holocausto se ha convertido en un momento importante de la historia europea. La Unión Europea lo ha convertido en algo esencial. Si un país se quiere incorporar a la UE tiene que reconocer el Holocausto. Por otra parte, en lugares muy concretos, y creo que es a lo que usted se refiere, como en Galitzia, los judíos han mostrado muy poco interés por su Historia. La pregunta es por qué. ¿Por qué no se intenta conservar, sea lo que sea que haya allí? La gente me decía que ya no había más judíos allí y que cómo iban a conservar esos cementerios, esas sinagogas. Y les decía que, como son parte de una civilización que existió antes, se podrían conservar, y nos darían algunos puntos de referencia sobre nuestro pasado. No obstante, el Holocausto se ha convertido en un momento importante de la historia del siglo XX. También se está usando con fines políticos, lo que a muchas personas, como yo, les parece cuestionable. Lo que sucedió en el este de Galitzia no debería ser un argumento para que los políticos israelíes hagan lo que quieran. Ese tipo de política de la memoria, de recordar algo pero con fines políticos, quizás es más cuestionable que borrar el pasado.

–¿Este viaje a la memoria la ha hecho pensando en las nuevas generaciones?

–Sí. No escribí el libro solo para mí. También es, en primer lugar, una representación de mi generación, de mi generación en Israel y para generaciones más jóvenes. Dentro del contexto israelí, también tiene que ver con el hecho de que nos educaron en el sentido de que todo lo que sucedió antes del Éxodo no tenía que ver con nosotros. Pero cuando llegamos a los cuarenta nos dimos cuenta de que era una historia muy corta. ¿De dónde venimos realmente? Una vez que preguntabas eso preguntabas dónde había ido a parar todo y por qué se había olvidado todo. Por lo que creo que la recuperación del pasado, no solo la del pasado de una familia, sino del pasado de todas las generaciones, es una tema mucho más amplio.

–Usted reside en EE.UU. y ha escrito este libro en inglés. ¿Por qué no en hebreo? ¿No es esta otra forma de olvido?

Europa no sabe cómo lidiar con el hecho de que la inmigración está transformando su cultura

–Bueno, mis dos idiomas son el inglés y el hebreo. Ahora he escrito más en inglés que en hebreo a lo largo de los años. Vivo en EE.UU. desde 1989. Pero escribí mucho en hebreo. Creo que me da un poco más de sensibilidad en cuanto a que el idioma que usas determina lo que dices. Dices cosas de forma diferente en idiomas diferentes. Es difícil para mí explicarlo. Me sentía cómodo escribiendo este libro en inglés. Me da otra capa de distancia, porque es un idioma que no se hablaba allí. La gente hablaba ruso, ucraniano, yiddish, polaco, alemán, hebreo... pero no inglés. Todos los demás idiomas están incriminados en lo que sucedió.

–Usted es catedrático de Historia Europea y quería preguntarle cómo ve el resurgir de los movimientos nacionalistas.

–Yo diría que Europa no sabe cómo lidiar con el hecho de que esta inmigración masiva que llega está transformando su cultura. Europa es un continente cristiano, aunque laico. Toda su cultura, su música y su arquitectura están relacionadas con ese pasado. También es el continente del progresismo. Cuando siente que lo están inundando con ese flujo constante de gente se siente amenazado, no sabe cómo lidiar con eso, y lo que hace es levantar muros. El fascismo fue, de muchas maneras, una respuesta a una crisis de la sociedad europea. Era una crisis económica, una crisis de confianza en los regímenes, en la Democracia, si había Democracia, o en los líderes. Esto se está repitiendo ahora, pero se está repitiendo por no haber aceptado el pasado y lo que provocó esa crisis en el pasado, por no saber qué es Europa y que la ha distinguido de los demás.

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