ARTE

Los ochenta que no entusiasmaban

«Gelatina dura», en el MACBA de Barcelona, tiene como objetivo mostrar la cara B de la España de los años ochenta. Aquella a la que no echaban cuentas la Movida o la «nueva política»

Portada de «El víbora»

ANNA MARIA GUASCH

Para entender en su justa medida la exposición Gelatina dura hay que verla no sólo como proyecto expositivo en el que lo político y lo documental se impone a lo artístico, sino como culminación de un ciclo de muestras y seminarios de la red de museos L'Internationale; esto es: un proyecto que concreta la Historia paralela a la planteada por Benjamin en Sobre el concepto de Historia . En este texto se propone «pasarle a la Historia el cepillo a contrapelo», que es como huir de los relatos oficiales y hegemónicos , aquellos que han sido escritos por los vencedores, y poner la llaga en lo censurado, lo oculto, lo «deslustrado» o «escamoteado».

De ahí el título de la muestra, que, tras el oxímoron inicial -lo de «dureza» es algo antitético a la gelatina-, plantea un conjunto de microrrelatos desde distintos campos de conocimiento (el arte, el cine, la política, los cómics, los medios o la literatura), que buscan generar espacios de fisura y confrontación dentro de las historias oficiales del arte español de los ochenta.

Memoria gaseosa

La conocida como «era del entusiasmo» que, junto a la bonanza económica, catapultó a la fama internacional a una pléyade de pintores, amparados además por la subida al poder del socialismo, el nacimiento de ARCO o una efectiva política de promoción del nuevo arte español, tuvo también su rostro «ácido», a menudo irónico , que la exposición muestra en siete relatos, empezando por la llamada «Memoria olvidada» (la que visualiza la contrainformación y el olvido), para concluir en el «Estado gaseoso» (la «otredad» y el escapismo como armas). En total, más de 200 obras de 59 artistas, muchas procedentes de la Colección del MACBA y del Fondo de Archivo y Biblioteca del Museo.

Esta última circunstancia explicaría la sobreexposición de material documental y cinematográfico, que domina por encima del artístico, y puede llegar a convertir la cita en un ejercicio más proclive a lo didáctico-pedagógico que a lo estético-visual. Pero no con la misma intensidad en los diversos apartados, como ocurre en el bloque dedicado a las luchas de los grupos autónomos en su paso de la clandestinidad a la legalidad, o lo que Vázquez Montalbán denominó la «conciencia utilitaria del estado pactado» . Un apartado en el que abundan los documentales de huelgas, de con- vocatorias electorales, junto con carteles de Colita sobre el referéndum de la Constitución (1978), grafitis anónimos o portadas de revistas como Triunfo .

Un mayor énfasis en obras «políticas» de Francesc Abad, Jaume Xifra, Francesc Torres, Marcelo Expósito, Pere Portabella, Joan Rabascall, Eulàlia Grau o Mireia Sentís llenan las paredes y vitrinas del (a nuestro parecer) apartado que mejor recoge la paradoja del título: esta falsa imagen de una «era del entusiasmo» que no era si no un reflejo de lo que también Vázquez Montalbán denominó «democracia débil». De ahí la insistencia en repetidos ejercicios de amnesia colectiva , como los que muestra Francesc Abad en El Camp de la Bota (2004), un proyecto basado en la recuperación de la memoria de un periodo del chabolismo y la marginación social , con más de 1.000 documentos, aparte de un dvd con entrevistas registradas en vídeo y textos de prensa. O Pere Portabella, con su filme Informe general , rodado en los meses posteriores a la muerte de Franco como una ficción de la futura representación de la transición española. Destacan también fotos de Joan Rabascall de la serie Spain is dfferent , con una ácida visión de la situación cultural y política de la España de finales del franquismo.

Lo obrero, desfondado

Joaquim Jordà, con el documental Numex presenta , que relata la experiencia de un colectivo que gestionó una fabrica entre 1977 y 1979; o María Ruido, con un trabajo que aborda el tema de la emigración de España a Alemania ( La memoria interior , 2002), ilustran un nuevo apartado, «Del mono azul al cuello blanco» , que plantea un claro desmembramiento de los movimientos obreros y la reconversión industrial.

Finalmente, destaquemos el diálogo que se crea en «Del urbanismo feroz a la ciudad espectáculo» entre las fotos de Manolo Laguillo de La Gran Barcelona 1978… 2016 , con las obras de Valcárcel Medina y Muntadas, para acabar con las portadas de la revista satírica Butifarra, obra del colectivo homónimo, una suerte de «corte de mangas» al franquismo, aún vivo cuando la revista aparece.

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