LIBROS
Nuria Labari: «Nosotras nos hemos igualado a los hombres, ahora es su turno»
La maternidad es el asunto que aborda la escritora y periodista santanderina en su última novela, «La mejor madre del mundo»
Nuria Labari (Santander, 1979) se licenció en Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad del País Vasco, y cursó dos años de doctorado en Relaciones Internacionales (Unión Europea) en el Instituto Universitario Ortega y Gasset, de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón . Asimismo, es Máster en Creación Literaria por la Escuela Contemporánea de Humanidades , centro donde actualmente es profesora.
Ha desarrollado su carrera profesional en el ambito de los medios de comunicación, y comenzó su trayectoria literaria con el libro de relatos «Los borrachos de mi vida» (Lengua de Trapo) -VII premio de Caja Madrid de Narrativa-, y su firma está incluida en varias antologías de cuentos. En 2016 publicó su primera novela, «Cosas que brillan cuando están rotas» (Círculo de Tiza), y acaba de dar a la imprenta su segundo título en este género, «La mejor madre del mundo» (Literatura Random House), muy bien acogida por la crítica.
¿Cuánto hay de autoficción en su nueva novela?
«La mejor madre del mundo» es un libro que no habría podido escribir sin una experiencia de maternidad (y de no maternidad). Sin embargo, el relato excede absolutamente mi biografía. No es una obra confesional, ni autobiográfica. La protagonista me sorprende en muchas ocasiones y muchas veces no me reconozco en el personaje ni estoy de acuerdo con lo que dice.
¿Por qué denomina a los personajes con un nombre genérico: «Hombre», «MiMadre», «H1», «ElPadreDeMisHijas»…? ¿Les otorga así un sentido más universal?
Cuando escribo no me gusta sumar nada que no aporte al texto, nada que no sea necesario. En este caso, los nombres de los protagonistas no añadían nada, más bien al contrario. Y sí, era importante que de alguna manera cada uno de ellos dialogara con su intimidad y con su arquetipo. No es lo mismo decir «Juan» que decir «UnAmante». Aquí me sumaba más significado lo segundo.
«No habría podido escribir este libro sin una experiencia de maternidad (y de no maternidad). Sin embargo, el relato excede absolutamente mi biografía»
En el Máster cursado por usted realizó una investigación sobre la identidad personal. ¿De alguna manera la protagonista de «La mejor madre del mundo» busca la suya?
En mis estudios de doctorado me especialicé en relaciones internacionales y mi trabajo final fue sobre identidad europea, mi anterior novela trataba de la identidad desde el contexto de los atentados del 11 de marzo y en ésta se aborda desde una perspectiva de maternidad. Mi conclusión es que no hay tema más urgente y que vaya a afectarnos más que la construcción de la identidad de hombres y mujeres en torno a las distintas maternidades. Es un asunto sobre el que hemos pensado muy poco, lo cual es definitivamente peligroso para muchos de los retos que vamos a afrontar en el futuro próximo.
Hay un dilema, una lucha, entre ser madre y escritora. Usted ha logrado, con éxito, ambas cosas, ¿resulta, pues, posible su conciliación? ¿Con muchas dificultades?
Nunca se sabe si se logran con éxito ambas cosas o si, como dice la protagonista de la novela, fracasas en ambas. Actualmente, la conciliación de la maternidad con cualquier otra identidad (profesional, artística, personal…) es muy difícil. Lo único que posibilita ciertos espacios de independencia es el dinero. Tener hijos y conservar un cuarto propio es literalmente muy caro, además de costoso. Es normal que la tasa de natalidad siga bajando cada año. Porque la conciliación requiere dosis de heroicidad.
«La mayoría de malentendidos en una pareja se producen por temas que no se han hablado, ni siquiera discutido»
«Mito y timo se escriben con las mismas letras» leemos en su novela al referirse a la maternidad. ¿Cuál de los conceptos tiene más peso? ¿O quizá no son en el fondo lo mismo? El mito, en cierto sentido, es una bonita mentira…
Creo que pesa mucho más el mito en tanto tiene más que ver con todas las cargas de significado que gravitan sobre la idea de maternidad en general y sobre cada mujer en particular, con independencia de que seamos o no madres. A todas nos han puesto un cochecito de bebé en las manos entre los tres y cinco años. Y, al mismo tiempo, nos han mandado a la Universidad de cabeza. Pertenezco a una generación de mujeres educadas en una igualdad hecha a la medida de los hombres, una generación bicéfala. En una cabeza cargamos con el deber ser de nuestras madres y en la otra con el de nuestros padres. A mí me han educado para ser en todo igual que un tío, para alcanzarles en todo. Hemos construido una igualdad que se asienta en el genocidio de lo femenino. En este sentido, la maternidad es una buena palanca de pensamiento. Porque este asunto nos obliga a reclamar igualdad desde un lugar nuevo. Cuando tuve a mi primera hija había tres días de permiso de paternidad para los hombres. Hoy son ellos quienes tienen que igualarse a nosotras. Hay muchos mitos que romper.
¿Entienden los hombres la maternidad en toda su complejidad? ¿Qué les diría para que leyesen su novela?
La maternidad no es una cuestión femenina, en absoluto. De hecho no puede serlo en la sociedad actual, no lo será nunca más. La maternidad es un tema social y político que está íntimamente relacionado con el concepto de igualdad que manejamos como sociedad y, por tanto, con nuestro concepto de democracia. En este sentido, este libro es un grito que precisa de una vez por todas que los hombres se den por aludidos. Si nosotras nos hemos igualado a ellos, ahora es su turno.
Me parece muy sugerente la relación entre la protagonista y su madre. ¿Dos visiones marcadas sobre todo por la diferencia generacional?
Sin duda. Una brecha que es más profunda ahora que nunca antes. No me refiero a la diferencia entre madres hijas, sino entre abuelas y madres. Aquí es donde hay una brecha que siempre se nota. Es decir, en la diferencia entre como criaron ellas y como nos toca a nosotras. Ellas fueron las últimas mujeres con la cabeza sobre los hombros y nosotras somos, por decirlo así, la primera generación que soporta dos. Con una cabeza entendemos a nuestra madre. Con la otro, somos marcianas para ellas.
En «Cosas que brillan cuando están rotas» retrataba a una pareja en crisis, en «La mejor madre del mundo» a una muy bien avenida. ¿Las dos caras de este sentimiento, amor y, quizá inevitable, desamor?
La mayoría de malentendidos en una pareja se producen por temas que no se han hablado, ni siquiera discutido. ¿Cómo puede entonces haber un malentendido sobre lo que no se ha dicho? Es porque los prejuicios imperan donde no llega la palabra. La pareja de «Cosas que brillan...» reflejaba justo esto. En cambio, en «La mejor madre…», la protagonista es honesta con sus conflictos, es capaz de pensar en ellos y aceptar sus contradicciones. Desde ahí quizás sea posible el amor. Al final, el amor es también una forma de conocimiento.
«Es normal que la tasa de natalidad siga bajando cada año. Porque la conciliación requiere dosis de heroicidad»
Por otro lado, en «Cosas que brillan cuando están rotas» abordó los atentados del 11-M y ahora la maternidad. ¿Le interesa especialmente tratar cuestiones que preocupen a la sociedad?
Supongo que sí, claro. Entiendo que es normal que los autores abordemos temas propios de nuestro tiempo. Obviamente hay algunos más atemporales que otros pero, en realidad, el tiempo y la sociedad atraviesan a cada autor, eso es ineludible.
Confiesa su protagonista que escribió su primer relato gracias a Maupassant, y destaca «Bola de sebo». ¿Es también su caso?
Lo cierto es que no. «Bola de sebo» es un relato maravilloso que leí joven y que rescaté aquí porque era propicio para la narración. Pero no es el relato por el que empecé a escribir. Eso se lo debo a un compañero de pupitre, no a Maupassant.
«Una mujer que escribe es una mujer peligrosa», señala también. ¿A pesar de los avances, hay aún recelos a que tengamos «una habitación propia»?
No. Pienso que ya no existen. El asunto es que ahora queremos romper los tabiques de todas las habitaciones. Es hora de tener un mundo propio, un mundo rico donde quepamos todas y todos.
¿Le costó mucho dar el salto desde su libro de relatos, «Los borrachos de mi vida», a su primera novela, «Cosas que brillan cuando están rotas»?
Me costó mucho dar el salto editorial más que el creativo porque me resultó muy complicado publicarla. En este sentido, nunca me cansaré de agradecer a Eva Serrano, la editora de Círculo de Tiza, que apostara por mí.
¿Tiene intención de alternar ambos géneros?
Ahora mismo quiero escribir un libro de cuentos y una novela. Estoy tomando notas para las dos cosas, pero entiendo que pronto me decantaré por una u otro. Lo que nunca he hecho es compaginar la escritura de ambos. Pero tengo claro que, antes o después, volveré al relato. Me parece el género donde convive lo mejor de la poesía y la narrativa.
«Me parece que el género del relato es donde convive lo mejor de la poesía y la narrativa»
«Es difícil agarrar el bolígrafo cuando ya está todo dicho», apunta su protagonista. Pero ella, claro, lo agarra. ¿Cómo convence usted a sus alumnos de Creación Literaria de que, pese a todo, hagan lo mismo?
Los estudiantes de Creación Literaria están obsesionados por el talento, solo les preocupa eso. Tener o no tener talento. Yo trato de ayudarles a que se obsesionen con su voluntad y con su humildad. Para mí, son dos cualidades esenciales (y escasas) en cualquier aspirante a escritor.
En su novela hay bastantes referencias a otros libros y autores: Kafka, Joan Didion, T. S. Eliot... ¿También les transmite que todo escritor debe ser antes que nada un lector voraz?
Yo trato de hacerles ver que deben estar preocupados por el conocimiento, por la creación de pensamiento (no solo por sus tramas o personajes) y por mantener un diálogo abierto con otros autores y con otras ideas. Intento transmitirles un sentido platónico de la creación, por decirlo en términos filosóficos.
Usted ha escrito un artículo sobre Facebook. ¿Somos esclavos de las redes sociales?
Las redes sociales están alterando gravemente procesos electorales, sí. Yo escribí sobre este asunto que es gravísimo y que nos convierte no sé si en esclavos, pero desde luego sí en mercancía para los dueños de las redes sociales. Otra cosa es cómo nos relacionamos nosotros con ellas. A veces, para completar el círculo, nos crean adicción e inseguridad. Y, con todo y con eso, nos gustan. El problema es que es una tecnología nueva que estamos aprendiendo a gestionar en tiempo real. Con tiempo e información deberían reducirse los riesgos.