TEATRO
¡Nunca ha habido un «seductor»!
Con el talante transgresor que le caracteriza, Fernando Arrabal reflexiona sobre lo que considera el «mito de la seducción» y recuerda al personaje de don Juan, inmortalizado por Tirso de Molina y José Zorrilla
Todos, hombres o mujeres, queremos y anhelamos, como nos importa, morir de amor. Pero nunca ha habido un «seductor». Ni en el Estado de la Nación ni en el Senado de Kamasutra. La seducción es un mito nuestro. Un infundio masculino.
Por excepción, puede ser que un hombre o una mujer haya seducido a más de una persona. Pero no se pueden repetir nuestras trolas exponenciales. Las patrañas encopetadas o los tufos y altanerías de los Casanovas, los Molière, los Zorrillas o los Lorenzo da Ponte (el libretista del «Don Giovanni»). La golondrina retorna incluso si está de vuelta de todo.
El negocio más lucrativo ha sido y es el prostíbulo . Lugar que ahora y siempre frecuentan los mejores de nosotros. Como Nietzsche, como Casanova, como Francisco I, como Maupassant, como Baudelaire, como todos los pirañas de tocadores y duchas.
Muchos de nuestros antepasados rojos y blancos, religiosos o ateos, superdotados o estúpidos, rapsodas o poetastros, triunfadores o arribistas, patrones o dependientes murieron sifilíticos . Liszt y Lord Byron , Lenin y Feydeau, Antonio Machado y Balzac, Howard Hughes y Van Gogh, Flaubert y Schubert, Gauguin y Manet, etc. y etc.
Las peores torturas
Porque ninguno podía, ni podíamos, ni podemos dominar las ganas de «juntarnos» con una escoba con sostén. Por eso los hombres elegimos, forzados por nuestras «pulsiones», lo más peligroso y sencillo. Pagarnos una prostituta.
Ayer sabíamos que no había remedio contra la sífilis. Que moriríamos entre las peores torturas, entre horrorosos trastornos mentales y gérmenes de tortugas ninja . Con nuestras partes más nobles atravesadas en su interior por hierros candentes como la Bultaco de Nieto.
Pero aun conociendo el bárbaro final de nuestras vidas no podíamos dejar de adoptar la única solución a nuestro deseo frenético de amontonarnos con «cualquiera».
Cada día se alquilan los servicios pagados de la profesional más impar o más chocante. A la que a menudo, los clientes hacen como que la violan.
Por cierto según las estadísticas lejos de seducir los hombres violan desde el año catapún. Para comenzar, a sus propias novias, compañeras o esposas. Por la fuerza de las bayonetas, o de la costumbre, o por descuido.
Cada día se alquilan los servicios pagados de la profesional más impar o más chocante
Los «se-duc-to- res», en efecto, saben que la sífilis es ya una enfermedad curable. ¡Uf! ¡Eureka! Y que el horroroso sida...
Pero gracias a nuestra «maravillosa» civilización además hemos conseguido vio-lar al propio mito de «Don Juan».
Ya no es como fue pensado y escrito por genio-Tirso: un «burlador de Sevilla». Es decir un mentiroso incapaz de seducir . Exactamente como nosotros. Incapaz también de ha-cer-se- a-mar por sus únicas cuatro posibles y deseadas «novias». Las del mito.
A pesar de todas sus camotes y embrollos «el-se-duc-tor» de Tirso no puede enamorar por sus propios encantos. Ni haciéndose pasar en la obscuridad por el novio de la víctima . Exactamente como todos los machos.
Pero al personaje del mito lo hemos convertido en un adalid, un titán, y un semidiós. Y mejor aún en puro «supermán». Capaz de abarraganarse, según su criado Leporello, a todo trapo, a rienda suelta, a toda prisa, y a todo gas. Como hoy en día. A puestos metrosexuales que como Don Juan enamoran, seducen y duermen, al fin, «con noventa y una turcas, cien francesas, doscientas treinta y una alemanas o seiscientas cuarenta italianas». E incluso ¡con «mil tres españolas»!
Los auténticos prostíbulos llenos a rebosar son evidentemente tan numerosos como siempre. Se llaman en general «sitios de encuentro», «puticlubes» o «salones de masaje» . Y en particular «Attractive Castillo», «Very easy flirt», «Para solteros exigentes», «Élite RDV», «En busca de sensaciones», «Encuentros serios», «Novias rusas», «Love Your Imperfections», «Club love plus».
O bien «Adopta un chorbo» donde «ingenuas inocentes sueñan con meterte en su nido», cuando solo interesa «el 5 a 7» con «pecados mortales».
Todos estos sitios l os frecuentan una inmensa mayoría de hombres . Más del 95% de los inscritos. Frente a una minoría de mujeres. Menos del 5%.
Los «hackers» (ese grupo de benévolos) publica los datos reales de los «sitios» de «encuentros adulterinos» . Los datos privados de millones de miembros. Las revelaciones comportan nombres, apellidos, direcciones, mails y los gastos de los utilizadores.
Los piratas benévolos amenazan con divulgar los datos si los «sitios de encuentros» y «salones de masaje» y otros prostíbulos no cierran. Denuncian las mentiras de las riquísimas mafias . Puesto que se atreven a proponer una opción de pago que permitiría suprimir todos los datos del sitio. Lo cual, aseguran los benévolos, es «obviamente falso».
Recóndito
Y, sin embargo, nuestra formidable (sin ironía ninguna) civilización occidental solo ha creado dos mitos. Y yo diría que el primero, el más asombrosamente definitivo, es el de Tirso . Con razón para Ortega y Gasset donjuan es «el problema más recóndito, más abstruso, más agudo de nuestro tiempo». Aunque t odos los terrenales soñamos con locura de amor .
El mito es una mentira que dice la verdad.
[Según algunos Andrés de Claramonte es el autor del «Burlador». Obviamente ¿Claramolina o Tirsomonte? tenía que ser un genio español. Una pizca de lluvia permite a la tarántula cubrir de diamantes su tela].