TEATRO
«En nuestro teatro no hacemos arqueología»
Directora y fundadora de la compañía Nao d’amores, Ana Zamora repasa los quince años de singladura, a bordo de una aventura escénica que surca aguas nacionales e internacionales
![Ana Zamora, directora de la compañía Nao d'amores](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2016/07/11/Foto%20Zamora-kGZ--620x349@abc.jpg)
Ana Zamora (Madrid, 1975) habla como una ametralladora. Al otro lado del teléfono cuenta que está de los nervios, molida por el cansancio, rota. O sea, feliz. Prepara al milímetro, obsesiva, como se confiesa, el estreno inminente en el Festival de Almada (Portugal) de la «Tragicomedia llamada Nao d’amores» , la obra que hace quince años utilizaron para bautizar una compañía que nacía bajo el auspicio de Gil Vicente , el «dramaturgo más deslumbrante del Renacimiento peninsular». Como subraya la directora y fundadora, «era una verdadera declaración de principios, y al mismo tiempo una metáfora en torno a lo que supone el apasionante devenir de una compañía teatral».
Si todo ha ido según lo previsto, cuando ustedes estén leyendo esta entrevista, «Tragicomedia llamada Nao d’amores» habrá abierto el pasado día 5 la trigésimo tercera edición del prestigioso certamen escénico de esa localidad de la península de Setúbal, que mira a Lisboa desde los acantilados de la orilla izquierda del Tajo. Y se habrá visto en Madrid, en el Teatro Conde Duque. El próximo martes 12 podrá verse en el Festival de Almagro y el jueves, en la iglesia segoviana de san Juan de los Caballeros. Del 15 de octubre al 13 de noviembre regresa al Teatro Joaquim Benite, de Almada, para hacer temporada.
Trabajó una etapa en el Teatro de la Abadía, ¿no?
Sí, fui ayudante de dirección en el equipo artístico entre 2003 y 2004. Para mí fue una etapa de ampliación de conocimientos junto a José Luis Gómez y de contacto directo con lo profesional. Un trabajo que compaginaba con la progresiva creación de una estructura para Nao d’Amores. Fue una época de gran actividad, en 2003, todavía con el apoyo de Noviembre Teatro, estrenamos, también en el Festival de Almagro, el «Auto de la Sibila Casandra», otra joya de Gil Vicente en la que, sobre las estructuras medievales tradicionales del drama de Navidad, incorpora elementos renacentistas; es, además, la primera vez que en el ámbito escénico peninsular hay un tratamiento decididamente feminista, pues se aborda la libertad de la mujer para decidir su destino por encima de las imposiciones sociales. Este montaje nos abrió la puerta de otros festivales. Un año después, montamos, ya volando en libertad, otra maravilla del mismo autor, «Auto de los Cuatro Tiempos», con el que abrimos una línea de colaboración con el Teatro de la Abadía, que nos ofreció su infraestructura e incluyó el espectáculo dentro de la programación de su temporada.
¿Cómo financiaban al principio sus montajes?
Hubo un tiempo, éramos muy jóvenes, en el que Elena Rayos, Amalia Portes y yo vendíamos bonos por teléfono. Al principio, éramos todas mujeres, menos el titiritero David Faraco y luego Miguel Ángel Camacho. Progresivamente, fuimos consiguiendo ayudas del INAEM, de la Comunidad de Madrid, de la Junta de Comunidades de Castillas y León, municipales… y nos fueron contratando bolos por las buenas críticas que teníamos y lo bien que nos acogía el público. En 2005 a 2006 entré de ayudante de dirección en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que dirigía Eduardo Vasco. Allí colaboré en diversos espectáculos y puse en escena en 2006 la «Tragicomedia de don Duardos», de Gil Vicente. Tanto en la Abadía como en la CNTC pude experimentar cómo se trabaja en la dirección artística de una institución.
¿Cuándo se independizó del todo Nao d'amores?
Me iba dando cuenta de que las grandes estructuras teatrales no eran el mejor ámbito para desarrollar mi trabajo como quería, sin exigencias de tiempo, preocupándome por dejar en cada producción nuestro sello personal de calidad. Pero, al principio, para poder hacerlo hay que trabajar en algo que te dé de comer y el dinero que consigues por un lado lo inviertes en otro. Por fin me decidí a dar un salto al vacío y me dedique en exclusiva a Nao d’amores para trabajar con total libertad artística, abordando los proyectos que quiero, cómo, dónde y cuándo quiero. Personalmente, me gusta tomarme mi tiempo para profundizar en cada idea. El primer montaje de esa nueva etapa fue «El misterio del Cristo de los Gascones», que probablemente sea nuestro espectáculo más emblemático. Cuidamos minuciosamente lo que, en esencia, es una recreación libre de una ceremonia litúrgica que se debió representar en la época medieval en la iglesia segoviana de san Justo, para la cual se esculpió el Cristo de los Gascones, una imponente talla policromada románica. Investigamos diverso material histórico para elaborar la dramaturgia y combinamos el trabajo de actores, títeres y música en directo. Fue un apasionante viaje a los orígenes del teatro moderno entre lo ritual y lo escénico, una reflexión sobre concepción cíclica de la vida y la muerte. Lo estrenamos en 2007 y aún lo mantenemos en gira, además de continuar abriendo la Semana Santa en Segovia. Luego, en coproducción con el Teatro de la Abadía, montamos «Auto de los Reyes Magos», un drama del siglo XII, pieza única en la historia de nuestro teatro. A partir de los 147 versos de esa joyita, incorporamos otros textos de diversa procedencia para construir una fantasía, un juguete escénico de atmósfera medieval.
«Al principio nadie nos tenía muy en cuenta. Fue decisivo el apoyo de Eduardo Vasco»
¿Por qué instalaron su «cuartel» en Segovia?
Yo crecí en Segovia y en 2008 firmamos un convenio de colaboración con el Ayuntamiento de esa localidad como Compañía Residente en la Casa del Arco del Socorro, una torre que es nuestra sede y el centro donde desarrollamos nuestro trabajo de creación e investigación sobre el teatro primitivo español. También ofrecemos cursos de formación teóricos y prácticos en torno al teatro pre-barroco.
¿Cómo preparan sus montajes?
Creo que ya he dicho en alguna ocasión que Nao d’amores es una familia, casi al estilo de los grupos independientes de los años 70 y 80, aunque sin sus lastres. Normalmente, escogemos cada año una idea o un núcleo en torno al que empezamos a trabajar documentándonos a fondo y recopilando material desde muy diversas perspectivas: de iluminación, vestuario, musical, coreográfica, fonética, escenográfica y dramatúrgica. Cuando lo tenemos todo, nos encerramos durante dos meses en Segovia para estudiar el material e ir dándole forma. Al principio, los actores no saben qué papeles van a interpretar, hacemos talleres técnicos en los que intervienen personas externas, especialistas en determinadas materias o disciplinas que luego se van. Y de ahí voy sacando ideas para la puesta en escena. y luego vamos montando de forma constante y concentrada, durante muchas horas cada día. En Revenga, un pueblecito a nueve kilómetros de Segovia, tenemos una nave que está divida en dos por una cortina, a un lado están quienes se ocupan del trabajo plástico y al otro quienes nos dedicamos al escénico; así, cuando necesito algún detalle de ese apartado para el montaje, solo tengo que alzar la cortina y decirlo. Cada uno está centrado en lo que le toca. Es interesante subrayar que nosotros no hacemos arqueología reconstruyendo el teatro de una época como si restauráramos una vasija. Hacemos teatro hoy para emocionar hoy con textos de hace siglos. Por eso, con el espectáculo sin terminar, invitamos a los vecinos de Revenga a una suerte de gran ensayo general. Ponemos carteles en la panadería, la carnicería y otros lugares del pueblo para que venga quien quiera. Es tan útil como apasionante testar ese trabajo con los revenganos. Habrá quien no perciba determinados niveles de complejidad simbólica, que, por otra, parte, no tiene porqué entender, pero el lenguaje de las emociones es universal.
Esa dedicación obsesiva, esa clausura durante un tiempo... Nao d'amores parece una secta religiosa o algo así.
(Risas) Bueno, es una opción de vida, y la verdad es que entre preparación y giras dedicamos a esta ocupación hermosa muchos meses, pero no todo el año es así, también tenemos tiempo para otras cosas.
¿Cómo confluye su trabajo con el de Luis Miguel Cintra, gran figura del teatro y el cine portugués?
Contacté con él casi por casualidad y empecé a tratarlo sin saber quién era. Cuando investigaba sobre el «Auto de la Sibila Casandra», me dirigí a una profesora portuguesa para preguntarle si en su país se habían hecho aproximaciones escénicas al teatro de Gil Vicente. Nos escribimos y, en un determinando momento, me dijo que me iba a poner en contacto con un amigo suyo que tenía un teatro. Y así lo hizo, ese amigo era Luis Miguel Cintra, que fue muy amable y me envió fotos de algunos montajes. Yo las tenía sobre la mesa en la Abadía y José Luis Gómez las vio. «¿Por qué tienes estas fotos de Luis Miguel Cintra?», me preguntó; le expliqué que estaba en contacto con él y José Luis me puso en antecedentes de quién era aquel señor, director del prestigioso Teatro da Cornucópia, que se había convertido en mi amigo. Hijo del eminente filólogo Luís Filipe Lindley Cintra, él nació en Madrid porque su padre trabajaba con Ramón Menéndez Pidal en el «Atlas Lingüístico de la Península Ibérica», donde coincidió con mi abuelo, que fue su amigo. Luis Miguel es una persona increíble; no pudo ver el estreno del «Auto de la Sibila Casandra» porque estaba trabajando y cuando lo representamos en El Escorial, vino a vernos desde Lisboa conduciendo su coche; tuvimos la suerte de que en esa función también estuviera muy abuelo y el encuentro fue muy emotivo. Él, un gran personaje de la escena europea, se acercó a ver a un grupo español que estaba empezando.
«Siempre me he sentido cerca del teatro anterior a Lope, más relacionado con lo popular»
De eso a la colaboración conjunta sólo hay un paso.
Sí, se produjo en 2010 con el estreno en Lisboa de «Dança da Morte /Dança de la Muerte», coproducción bilingüe con el Teatro da Cornucópia, protagonizada por Luis Miguel Cintra con una dramaturgia inspirada en textos españoles y portugueses de los siglos XV y XVI sobre el gran motivo cultural de la denominada Danza Macabra, que se extiende por diversas manifestaciones artísticas y literarias en el último medioevo europeo, combinando música, danza, teatro, folclore e imaginación popular en torno a la preocupación por la muerte. Fue una experiencia muy grata y enriquecedora de trabajo en colaboración.
Parece que la coproducción es una modalidad que no disgusta a Nao d'amores.
Efectivamente, siempre y cuando podamos trabajar con total libertad, a nuestra manera y a nuestro ritmo. Así lo hicimos en 2012 con la CNTC en otro de los espectáculos que tenemos en gira, «Farsas y Églogas» de Lucas Fernández, un canto al amor y la alegría de vivir. Lucas Fernández es un autor interesantísimo que vivió entre los siglos XV y XVI y siempre ha estado un poco ensombrecido por su contemporáneo y rival Juan del Enzina, considerado el patriarca del teatro español y de quien hemos montado recientemente «Triunfo de amor», una deliciosa combinación de músicas y textos de ese creador que ejemplifica el tránsito del concepto de amor medieval al amor renacentista.
Entre medias, en 2013, montaron «Penal de Ocaña», una pieza que se aparta de su repertorio habitual.
Con él abrimos un nueva línea de trabajo que llamamos«Nao d’amores navegando hacia el presente». No dejaba de ser un riesgo, pero creo que no nos apartamos tanto de nuestros presupuestos de rigor y calidad para indagar en otras vías. No puedo negar que en el punto de partida hay elementos emocionales propios, una especie de cuenta pendiente personal que tenía que saldar, porque el origen de este espectáculo es una novela de mi abuela que quedó finalista del premio Café Gijón en 1954. El diario de guerra de una estudiante de filología que decide trabajar de enfermera en un hospital de sangre, una obra sincera, llena de vida, que no gustó a unos por no ser digamos patriótica ni a otros por su vibración moral cristiana. Fue ejercicio de justicia literaria y sobre todo histórica. Creo que quedó un espectáculo precioso.
Estoy totalmente de acuerdo. Hábleme ahora del montaje con el que conmemoran sus tres lustros de navegación.
No podíamos celebrar este aniversario con otro autor que no fuera Gil Vicente y, además, con la obra de la que tomamos el nombre de la compañía, «Tragicomedia llamada Nao d’amores». Permítame que le lea un fragmento del texto de presentación del espectáculo. Dice así: «Nuestra Nao d´amores ha navegado por medio mundo, pero para nosotros Portugal, país al que llegamos hace más de una década apadrinados por Luis Miguel Cintra, maestro y compañero de aventuras, ha sido siempre un puerto seguro. Para celebrar en este 2016 nuestro décimo quinto aniversario, hemos decidido abordar un nuevo proyecto bilingüe, en esta ocasión en coproducción con la Compañía de Teatro de Almada, que supone un cierre de ciclo a través de la vuelta a nuestros propios orígenes». En una obra que mezcla portugués y castellano interpretada por un elenco con actores del Teatro de Almada y de Nao d’amores. Como siempre, la música en muy importante en el montaje, además de la danza popular de la época y el trabajo en verso con la fonética del siglo XVI; la asesoría de Vicente Fuentes en este aspecto ha sido vital, es un lujo poder contar con él desde hace años.
¿Mira hacia atrás y queda satisfecha?
Creo que hemos cumplido nuestros objetivos originales de creación teatral rigurosa a partir de textos medievales, renacentistas y pre-barrocos. Me parece que podemos mirar hacia atrás con orgullo y con la seguridad de que aún nos quedan cosas por descubrir y mucho camino por andar.