Libros
La normalización del infierno de las princesas saudíes
La escritora Clara Sánchez (Premio Planeta, Alfaguara y Nadal) nos adentra en la vida de las mujeres de la realeza saudí durante una estancia en Marbella con la novela «Infierno en el paraíso»
Un cielo en un infierno cabe en la misma medida que una cárcel puede germinar del paraíso. El otro lado de la moneda que se calló Lope de Vega en su popular canto de amor. Las prisiones, a veces, están ahí, ocultas en la belleza. Bajo unas abayas que no dicen la verdad y entre los viandantes que se han acostumbrado a su presencia. La última novela de Clara Sánchez nos presenta la Marbella de los dos mil a través de una generación hecha ya al fracaso. Jóvenes abiertos a lo que sea. Temporalidades cambiantes que se han vuelto estilos de vida. Destinos azarosos. Aparece en ese contexto una sociedad que ha normalizado la desgracia que sufren las princesas de Oriente Medio, con acceso al lujo pero no a la libertad , y una ciudad que ha perdido su capacidad de sorpresa. Lo insólito se vuelve en este punto verosímil. No cabe la hipérbole frente a la realidad de por sí exagerada. Todo luce irreal, pero, como indica su autora, está sucediendo: «Me llamaba poderosamente la atención ese lugar que recibe a los jeques, allí donde se rifan su hospedaje para recibir grandes propinas. Llegan casi sin avisar y por la calle se les observa como un atractivo turístico. Quería ver los contrastes entre ambas culturas y analizar de cerca lo que sucede con las mujeres que están detrás de ese escaparate. Cómo lo entiende una mujer de aquí al cruzarlo».
Sonia Torres, la protagonista, voz de una generación a la deriva, marcha a un hotel marbellí en el que la entrada de la familia real saudí, cuatro millones de euros de presupuesto diario, caviar por doquier, oro para desayunar, torna los ingresos del verano . Su pertenencia al equipo que trabaja directamente con las princesas (esposas compartidas, sí) le hará tomar contacto con un mundo que le resulta ajeno, que no es suyo. Durante esos meses prestados, en una suerte de juego de espejos, el lector se echa al rostro el nicab y experimenta todas las dificultades a las que se enfrenta quien a sus diecisiete años ha de dormir con un hombre anciano, el rey Fadel, al cual no ha elegido. Todo es exceso alrededor: joyas que son palacios, fuentes con peso de castillo, estómagos tratados con pedicura, pero la rutina tiene las lindes muy cerca de los velos.
«La historia tenía que ser contada por Sonia, una chica occidental que está sustituyendo a una amiga en el Beach Club y que en el fondo se asemeja en algunos atributos a una de las princesas que conoce, Amina. Era la mejor forma para empatizar con el personaje: el pensar que esa pobre chica saudí podíamos ser cualquiera. Hay quien cree que estas princesas son unas niñas caprichosas que se han cansado de tenerlo todo cuando tratan de escaparse, pero no es así. Llevan una vida miserable y hacen lo que sea por desaparecer. Incluso se suicidan si hace falta. Cuando descubren que hay otra realidad que no es la suya, es humano que se rebelen e inicien una huida que a la fuerza debe ser rocambolesca».
Donde empieza a alcanzar la mirada de Amina, las chicas se acuestan con los chicos y los barrotes son quimeras. Hay libros que leer, pecados que cometer con gusto, bikinis ajustados. Occidente mira con atención y mano abierta. Pero al otro lado a alguien se le atragantan las huevas del esturión . La impunidad que otorga el dinero frente a lo que la humanidad ha terminado por considerar justo. Madres con olfato periodístico, escenarios de incómoda moralidad, Marbella envuelta en un yate que flota presumido porque lo que naugrafa viaja dentro... El paraíso que aquí se nos desvela tiene cadenas en sus cimientos. Soslayarlas, sujetarlas o romperlas; no han de quedar muchas más opciones.