LIBROS

«Noche sagrada»: el crimen no es lo que importa

En sus novelas, Connelly consigue que la cotidianidad de los personajes se convierta en el centro de atención. Ese respeto por «lo que no se ve» impide que el lector caiga en el tedio y estimula su complicidad

El escritor norteamericano Michael Connelly Inés Baucells

MARINA SANMARTÍN

¿Como se construye un mundo? Todos sabemos y hemos leído mil veces lo difícil y en ocasiones fortuito que es escribir una buena novela , pero ¿cuánto cuesta crear un universo literario completo? ¿Qué dificultades entraña mantener con vida una genealogía inventada, dotarla de oxígeno a lo largo del tiempo? Es un hecho que, si le formuláramos a Michael Connelly estas preguntas, consciente o inconscientemente conocería las respuestas.

Con más de treinta títulos publicados, sesenta millones de ejemplares vendidos y traducido a 39 idiomas, el éxito de Connelly, fanático declarado de Raymond Chandler y, antes que novelista, prestigioso periodista de sucesos, no se hizo esperar. Con su primera novela, «El eco negro» (1992), en la que se basó en un caso real y eligió como víctima a un veterano del Vietnam para presentarle al lector a su personaje más emblemático, el detective de homicidios del Departamento de Policía de los Ángeles Harry Bosch, Connelly comenzó un perpetuo idilio con los aficionados más exigentes al género policiaco; y con su novela más reciente traducida al español, «Noche sagrada» (2019), no solo ha confirmado que el romance sigue con vida, sino que además, a través del perfil femenino de la detective Renée Ballard, ha demostrado su visión y capacidad -fundamentales para defender la supervivencia de ese mundo ficticio que mencionábamos- de incorporar a su narrativa los temas que interesan en la realidad.

Reflejo del #MeToo

Un claro ejemplo de esta sintonía entre la mentira y la verdad es la situación de partida de Ballard, que se relata en la estupenda «Sesión nocturna», cuya versión original se publicó en 2017, anticipándose al escándalo Harvey Weinstein y exponiendo cómo la detective, a pesar de ser una de las mejores investigadoras de Los Ángeles, es relegada al turno de noche en represalia por haber presentado una demanda de acoso sexual contra su jefe.

Junto a la recién llegada Ballard, reflejo del #MeToo, las tramas de Connelly se completan con Bosch y su hermanastro, el abogado Mickey Haller, más conocido como el Abogado del Lincoln y protagonista absoluto de «El inocente» (2005), que, amparada por su buena acogida en las librerías, fue adaptada al cine. Si a estos tres carismáticos personajes, que se turnan a la hora de asumir el protagonismo de la acción y conviven entre las páginas de esas más de treinta novelas publicadas, sumamos la importancia que el autor de «El lado oscuro del adiós» (2017) concede al escenario, la híbrida y nunca suficientemente retratada ciudad de Los Ángeles , tenemos ya los pilares sobre los que se levanta su extraordinaria y longeva función.

Tres vidas completas

Sin embargo, más allá de estos apuntes sobre lo explícito, que cualquiera puede rastrear, ¿cuál es el secreto de Connelly, su remedio intangible contra el tedio del lector? Quizás el mismo al que recurría Andrea Camilleri cuando se enfrentaba a la ardua tarea de mantener despierto el interés por el comisario Montalbano: el respeto por «lo que no se ve», todo aquello que, como una lluvia fina, va calando título tras título sobre los elementos perdurables de la ficción, los que se mantienen de una novela a otra y en apariencia resultan secundarios, y los va dotando de una profundidad que, lectura tras lectura, nos hace cómplices del desarrollo de una farsa maravillosa. Es de esta manera como el crimen se convierte en anecdótico y la cotidianidad de quienes tratan de resolverlo, en el centro de atención.

Bosch tiene una hija adolescente; Haller se ha casado dos veces; y Ballard solo tenía 14 años cuando su padre murió. Con una paciencia infinita, un ritmo intuitivo, y la imaginación que caracteriza a los buenos novelistas, Connelly ha ido inventando para nosotros tres vidas completas en las que, sí, es cierto, los sucesos y el entramado del sistema legal de Los Ángeles ocupan un lugar relevante, pero no todo; porque lo fundamental no es el delito y su resolución, siempre extraordinarios, sino la existencia que acontece mientras tanto y cómo se ve afectada por la presencia constante del dolor ajeno . Y es que, por extraño que parezca, la buena narrativa criminal de largo recorrido, literaria o audiovisual, exige el brillo de lo que sucede en las sombras, que las bambalinas queden a la vista del espectador, porque el crimen no es lo que importa.

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