ARTE

El Niño de Elche se encuentra en Val del Omar: Un médium a la medida del maestro

El Niño de Elche reinterpreta y «amplifica» una obra sonora mítica de Val del Omar en el Espacio Uno del Museo Reina Sofía

El Niño de Elche durante la presentación de su proyecto Isabel Permuy

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No cabe duda de que (José) Val del Omar (Granada, 1904-Madrid, 1982) es un «valor» en alza: ahí quedan las exposiciones que le han dedicado en los últimos años instituciones como el CGAC (2015), la LABoral de Gijón (2016) o el mismo Museo Reina Sofía en 2010, o más recientemente la galería Max Estrella ,en 2018, que lo ha resituado en el mercado.

El eslabón perdido

A modo de eslabón entre lo que es ahora en el centro dirigido por Manuel Borja-Villel la muestra Disonata y lo que será la revisión del arte sonoro de los ochenta a la actualidad que prepara este museo para dentro de un par de semanas, al creador andaluz se le ha buscado una pareja de baile igualmente «en los márgenes» (el cantaor y poeta Francisco Contreras , más conocido como El Niño de Elche ) para recuperar una de sus piezas sonoras más relevantes y en cierta manera «perdida».

Eso es Auto Sacramental Invisible (1949), que asimismo podría ser entendida como otro icónico eslabón : el que uniría al joven Val del Omar de las Misiones Pedagógicas –preocupado por hacer llegar la cultura, en su caso el cine, a los pueblos españoles–, con el posterior cineasta experimental –abstracto, poético–, que llega a su culmen con el «Tríptico elemental de España» años más tarde.

Detalle de la sala de documentación del proyecto

La instalación, concebida como pieza sonora en 1949 , fue recuperada parcialmente en 1952 para el Instituto de Cultura Hispánica . Al Espacio Uno del Reina (ese mismo que en el pasado acogió a tantos «novatos») entra ahora como proyecto en dos partes, con una primera sala más documental y contextualizadora de autor, pieza y época en la que vio la luz, y una segunda en la que su docena de altavoces –colgantes cual lámparas– «se amplifican» a 15 y en la que el Niño de Elche se nutre de los hasta cuatro guiones que sobre la obra dejó su autor (y que se muestran en la sala anterior) para reinterpretarla a su manera. Abran pues los oídos, pero también su mente para entregarse a un creador que no deja de reinventarse (creándose tanto seguidores como detractores) y que siempre sorprende.

El Niño de Elche cuenta en este experimento con el apoyo de Luís Alexandre , encargado de la escenografía de la pieza, que rememora la disposición de la misma en los cincuenta como un gran escenario, aquí lienzo-telón de reconocibles escenas «granadinas» e inspiraciones «atómicas», las cuales fascinaban al andaluz. En tiempos de Covid, el centro también propone butacas para percibir la pieza sentado. El Niño de Elche, como «médium», nos invita a deambular por ella. Luz, voz y sonido nos enfrentan a su espíritu.

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