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«Sol negro», Julia Kristeva y el caníbal melancólico

«Sol negro. Depresión y melancolía», de Julia Kristeva, explora a un sujeto que es «un ateo radical y taciturno»

Julia Kristeva, autora de «Sol negro»
Andrés Ibáñez

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Aristóteles le criticaba a Heráclito que no escribía con claridad porque usaba pocas conjunciones, de manera que muchas de sus frases eran ambiguas. ¿Qué habría dicho si hubiera leído a Julia Kristeva ? Su escritura es difícil, pero está llena de fascinaciones y resplandores. El melancólico, afirma Kristeva, «es un ateo radical y taciturno». Un poco más abajo, que «si toda escritura es amorosa, toda imaginación es, abierta o secretamente, melancólica». Pero no acabamos de comprender la diferencia entre melancolía y depresión, y tenemos la sensación de que en el libro coexisten dos visiones de la melancolía : la que la ve como una enfermedad, por definición una excepción a una supuesta normalidad, y una interpretación más amplia, cultural o antropológica.

La melancolía, dice Kristeva, no es francesa, y se pregunta en el prólogo escrito expresamente para esta traducción si habrá una melancolía española. Quizá es que tengamos visiones distintas de lo que es la melancolía. Para nosotros, no es (sólo) una condición o una enfermedad, sino aquello que caracteriza al sujeto occidental. Kristeva afirma que la melancolía comienza con Belerofonte, en la «Ilíada», pero ¿cómo puede haber verdadera melancolía cuando, como sucede en Homero, no existe todavía un individuo integrado? Para nosotros, la melancolía es moderna y surge en el siglo XII con la manifestación de las primeras literaturas ( las jarchas, los trovadores: Jaufre Rudel ) y tiene manifestaciones tan claras y definitorias como, por ejemplo, Don Quijote. Que es, técnicamente, un colérico dentro de la medicina de los humores, pero que en su creación de Dulcinea, por poner un solo ejemplo crucial, se manifiesta como un sujeto melancólico moderno. La propia Kristeva caracteriza al melancólico como creador de un mundo de belleza que se constituye en su «otro mundo» y especula sobre un «otro» perdido. Dulcinea sería, por tanto, el ejemplo canónico de melancolía, y un ejemplo de melancolía española.

Individuo occidental

Son fascinantes las especulaciones sobre el «caníbal melancólico» y también la certera identificación del melancólico con Narciso. Al perder el objeto, el narcisista melancólico se aferra a la tristeza, que se convierte ahora en sucedáneo del objeto. El depresivo, explica Kristeva, «posee la impresión de haber sido desheredado de un bien supremo innombrable, de algo irrepresentable». Está aquí Kristeva, en realidad, explicando la génesis del individuo occidental y también de la agonía occidental tal y como se manifiesta en su arte y literatura, que son melancólicos porque surgen de una sensación de vacío de Dios , lo que ella llama «ateísmo».

Pérdida del objeto, creación de un mundo de belleza, pérdida de algo por definición irrepresentable. Que intenta recuperarse, explica Kristeva, con «melodías, ritmos, polivalencias semánticas y la forma llamada poética -que descompone y rehace los signos». Las explicaciones del arte de los psicoanalistas siempre son estremecedoramente exactas y lúcidas. Presentan los fenómenos estéticos como etiologías clínicas, pero uno siente de pronto que un velo ha caído. Sucede lo mismo con «Paranoia y neurosis obsesiva de Freud», donde el loco y el artista se hacen indistinguibles . Desde luego, el arte occidental es melancólico porque crea un espacio interior en que uno se inventa a sí mismo imaginativamente. Otra vez surge Don Quijote, con su convicción de tener una misión.

«Sol negro», Julia Kristeva y el caníbal melancólico

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