ARTE

Naufragio con espectador de fondo

Primera exposición en Europa de Travis Somerville. La democracia en el punto de mira en la galería Ponce+Robles

Fragmento de una obra de Travis Somerville en su exposición «The New World»

FERNANDO CASTRO FLÓREZ

El naufragio sigue funcionando como una metáfora absoluta . Cuando el llamado «síndrome de Ulises» describe de forma estúpida la movilización total del turismo, permanecemos impasibles o entregados a una indignación de «quita-y-pon» frente al flujo continuo de imágenes descarnadas de sujetos que, intentando escapar de las guerras, mueren ahogados en las playas del sectarismo occidental. La diáspora nos marca aunque nos entreguemos a los entretenimientos absurdos y a la «broma infinita», que carece de gracia.

Travis Somerville (Atlanta, Estados Unidos, 1963) sedimenta las experiencias, perversas y multiformes, del racismo y de la intolerancia , sin caer en la impostura. Retrata la imagen de los que fueron «detenidos» y marcados policialmente como delincuentes por motivos insignificantes («Freedom Mugs», 2015). « The New World » es una indagación en el lado sombrío de la democracia , una lúcida arqueología de una «memoria dañada» que obliga a revisitar los conflictos sociales de los sesenta sin perder de vista que lo decisivo es trazar una historia de carácter «intempestivo», esto es, provechosa para la vida.

Hasta lo escatológico

Los rostros de Martin Luther King y John Fitzgerald Kennedy , dibujados sobre dos sucios sacos bancarios de transporte de monedas, con una bandera americana «oscurecida» hasta lo escatológico como anómala bisagra («The Debate», 2015), sirven de umbral de una muestra en la que aparece, como hilo conductor, una y otra vez, un guante blanco que tal vez no aluda tanto a la pureza cuanto al uniforme militar de gala. Las ceremonias conmemorativas están alegorizadas por unos rastros nihilistas , como si nos estuviera prohibida la nostalgia. Somerville no es, en ningún sentido, un anacronista: al contrario: su imaginario enlaza la crueldad acontecida con la catástrofe que no cesa.

Su imponente versión de « La balsa de la Medusa », de Géricault , es una suerte de palimpsesto («Snake in the Grass», 2016) en el que se mezcla la iconografía religiosa con la alusión a la «colonización» española, la secta racista del Ku-Klux-Klan o un autorretrato en el que está decapitado como si fuera un «indio» sometido al proceso del exterminio para construir la «Nación Americana».

Este artista nos recuerda que la Historia se despliega como un conjunto de masacres («Invasive Procedure», 2013) o, por citar una vez más a Benjamin , que los documentos de cultura también lo son de barbarie. Con una versatilidad plástica admirable, Somerville es capaz de generar instalaciones crítico-narrativas o cuadros figurativos nada complacientes , pero también de sacar partido al dibujo o construir «collages» incisivos, como en «Colonial Siesta» (2013), donde una estampa de época burgalesa es «colonizada» irónicamente por un sombrero mexicano y la cerveza Coronita.

La sociedad narcolépsica necesita que lo urgente tenga carácter efímero pero, sobre todo, el sufrimiento ha de ser televisado, para que no pase nada . Necesitamos, para alimentar nuestra tolerante-mala-conciencia, las malas noticias de todos los días: el romántico y reaccionario «naufragio con espectador».

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