LIBROS
«La muerte del comendador»: galletas Murakami, irresistibles
El japonés Haruki Murakami publica la primera parte de su nueva novela, «La muerte del comendador». El escritor en estado puro
La forma de componer de Haruki Murakami (Kioto, 1949)se basa en la sorpresa y la improvisación. No es que el autor intente simplemente sorprender al lector: lo que hace, en primer lugar, es sorprenderse a sí mismo con una serie de peripecias o situaciones inexplicables. A continuación, hay un arte muy sutil y muy difícil de controlar que consiste en dejarse llevar, interviniendo sólo lo justo, para hacer que la historia se vaya desarrollando por sí sola. El arte de improvisar consiste, sobre todo, en saber escucharse a sí mismo, en encontrar inspiración en lo que uno mismo hace. Murakami, desde luego, lo domina a la perfección.
¡Un nuevo libro de Murakami! nos decimos. Es la promesa de la felicidad, algo muy raro en nuestros tiempos, donde parece que hacemos cada vez más cosas por obligación. Porque Murakami quiere, sobre todo, divertirnos, fascinarnos, enredarnos en su tela de araña de prestidigitador . Nos ponemos a leer y ya desde las primeras frases sentimos que estamos en manos de un maestro de la trama, de la intriga, del misterio bien graduado, y también, desde luego, de la extrañeza existencial. Sus historias parecen saciar siempre en nosotros una oscura sed misteriosa que no sabíamos que teníamos. Las cosas que les pasan a sus personajes nosotros las deseamos, deseamos entrar donde ellos entran y preguntar lo que ellos preguntan y mirar en los rincones oscuros donde ellos miran. Disfrutamos de los alimentos con que se alimentan y de las caricias que dan y que obtienen. Vivimos a través de ellos. Nada de esto es fácil, aunque Murakami lo ejecuta con tanta soltura que hace parecer que lo es.
Estamos en manos de un maestro de la trama, de la intriga, del misterio bien graduado
Regresan viejos temas, viejas obsesiones . La casa alejada en medio de la naturaleza de «La caza del carnero salvaje», el fracaso matrimonial que conduce a la soledad de «El pájaro que da cuerda al mundo», la puerta que abre una vía de comunicación con el mundo de lo oscuro de «Kafka en la orilla», el amigo poderoso y mundano de «Baila, baila, baila», la amante casada de «Sputnik, mi amor»... y el tema central de Murakami: la soledad . Desarrollado en este libro a través de la metáfora de un pintor de retratos.
Ritmo casi hipnótico
Después de su divorcio, un pintor especializado en retratos se marcha a vivir a una casa que perteneció a un célebre pintor de estilo clásico japonés. Enseguida el nuevo inquilino descubre un cuadro escondido en el desván, una obra descatalogada, que representa una escena de violencia. Tarda poco en descubrir (en la casa hay también una gran colección de discos de ópera) que se trata de una escena de la ópera «Don Giovanni»...
Da la impresión (pero es todavía pronto para decirlo, ya que este es sólo el volumen primero) de que el nuevo Murakami es más un gran profesional que un artista inspirado: lo cierto es que el libro, lleno de misterios inexplicables que se van entrelazando, se lee de un tirón. El ritmo es lento, casi hipnótico, con largas conversaciones que parecen a veces destinadas a rellenar espacio y cuyos pleonasmos y reiteraciones, a menudo casi perogrullescas, devoramos con la misma hambre con que acabamos con una caja entera de galletas. Son las galletas Murakami, no se sabe por qué, pero irresistibles.