LIBROS
Mitos y leyendas en la infancia de Eduardo Mendoza
Antes de ser el escritor que es, Eduardo Mendoza estudió y leyó la Historia Sagrada, que ahora revisita con su toque personal
Walter Benjamin lamentaba ya en 1936 que la rápida sucesión de la información y las dudas vertidas sobre la veracidad de las fuentes narrativas , nos había hecho entrar en un mundo ayuno de historias memorables. Estaban desapareciendo junto a la figura de su narrador oral. Quizá pensaba Benjamin, judío, y por tanto educado en el Libro de los Libros, en muchas de las historias que tienen a Jehová y sus criaturas primeras como protagonistas. Y bien mirado, las historias que Eduardo Mendoza recrea han nutrido su imaginario infantil y el de tantos que cursamos en tercero del antiguo Bachillerato la asignatura denominada Historia Sagrada, mucho más interesante que la Historia de la Iglesia que seguía en el curso siguiente y no digamos que la Moral en quinto curso. Imaginario infantil, claro, y mitos que quedaban prendidos a las figuraciones que lo representaban (Eva, la Torre de Babel...).
Estas historias memorables son grandes porque van a lo fundamental del alma humana
Este libro de Mendoza tiene, porque es marca de su estilo, esa ligereza y amabilidad narrativa de quien con sorna , ironía y un poco como quien no quiere la cosa, va adentrándose en un gran tema: la formación de la fantasía comenzó antes de que leyéramos ficciones. Las ficciones de las que hablo Fernando Savater en La infancia recuperada vendrían luego, bajo la mano de novelas que no solo eran de los grandes. Como hace siempre Mendoza, escribe quitando importancia a lo que hace, y convierte su recorrido en un viaje ameno por aquellos mitos, leyendas, fábulas, cuentos, pérdidas y reencuentros, de los que el Antiguo Testamento está lleno y con mayor capacidad imaginativa y visual que el Nuevo Testamento, al que se refiere muy sucintamente al final del libro. Pero podría haberlo dejado fuera, porque siendo los Evangelios lo fundamental de la religión quienes serán lectores del libro, este no es un libro en que lo religioso se ponga en primer término.
Mirada festiva
Está escrito por un librepensador, se le nota, que incluso somete a una mirada festiva y bienhumorada muchos de los pasajes de los que habla. Nada que ver con el Northrop Frye de El gran Código , ni con la telúrica perspectiva de Harold Bloom. La perspectiva aquí es de quien con estas historias, y las ilustraciones que la acompañan, está revisitando la arqueología de su imaginación infantil. Deberíamos pensar en las formas de depauperación del imaginario comunitario. Los niños de hoy lo nutren con sus juegos de vídeo , no hay que temer. Si hay que temer que esos niños salgan del Museo del Prado y no entiendan aquello que han visto. La Historia sagrada está en la pintura, el cine clásico, está en nuestro lenguaje que recupera muchos aforismos que nacen de ella. De tal forma que es también una piel de la que no debemos desprendernos. No. Las historias memorables aquí recorridas son grandes porque han ido a lo fundamental del alma humana. Es una fiesta leerlas contadas por el sabio narrador Mendoza.