ARTE
Miró como objeto de deseo
La intención de Miró de «asesinar» la pintura le aproximó al objeto. De su relación con la tridimensionalidad se ocupa la muestra «Miró y el objeto», que organiza su fundación barcelonesa

Miró, pintor de estrellas, líneas y sueños, creador de mundos de color y de realidades ocultas en el ser humano , de cielos y tierras vividas, pero también pensadas y utópicas, se presenta en la fundación que lleva su nombre en Barcelona en una exposición extraordinariamente rica en piezas -más de un centenar, entre pinturas, esculturas y cerámicas, sin olvidar una importante serie de fotografías documentales- que nos muestra, si no un nuevo, si al menos otro rostro del barcelonés que nació en la turbulencia artística de finales del siglo XIX.
Miró fue tenido por pintor honesto, tímido, espontáneo, reservado , aislado de la sociedad y encerrado en su mundo creativo, pero no ha pasado a la Historia por ello, sino por ser un renovador absoluto de la pintura, una pintura a la que quería «asesinar» , y que asesinó elevándola a un todo absoluto; por ser un pintor perseverante, con una sencillez que le acercaba más a un campesino que a la sofisticación de los divinos y encumbrados artistas; por ser un creador de arte atento en todo momento a los más leves movimientos de la Naturaleza , y por ser, según André Bretón , el más surrealista de todos los surrealistas, Dalí entre ellos.
Camino arriesgado
Un mundo, el de Miró, no siempre bien entendido por sus coetáneos , como lo demuestra el hecho de que el pintor Eduardo Arroyo , entre otros, le reprochó haberse encerrado en su peculiar «interiorización del exilio», sin echar cuenta del camino más comprometido y arriesgado que otros intelectuales tomaron ante la situación política de su época.
La actual muestra comisariada por William Jeffett, máximo responsable de exposiciones del Dali Museum de St. Petersburg (Florida), y que en la primavera de 2016 se presentará en CaixaFórum-Madrid , exhibe obras de 1916 a 1974 a través de un atractivo discurso conceptual y visual que plantea el encuentro de Miró con los objetos, su pretensión de asesinar la pintura, la utilización expresiva del «collage» y su relación con la cerámica y la escultura , para concluir con una reflexión en torno a la «antipintura».
Miró fue un renovador absoluto de la pintura, a la que «asesinó» elevándola a un todo absoluto
A lo largo de ese recorrido, y desde las primeras naturalezas muertas que abren la cita, Miró muestra su rotundo rechazo al universo academicista , defendido entonces por teóricos tan significativos como Eugenio d’Ors , y su acercamiento al fauvismo y al cubismo, sin perder su voluntad de sentirse con los pies en la tierra , concepto que, para Miró, era la manera de sentirse catalán.
Pájaros y poesía
En las últimas obras expuestas, que recogen el dialogo constante del artista con los pájaros , se evidencia, por otro lado, que el creador ha alcanzado la conclusión de que poesía y pintura difieren únicamente en la manera de expresar mundos , pero que son el mismo arte, y que son tan objetuales como lo pueden ser la escultura y la cerámica.
En los sesenta años de trabajo artístico que compila la exposición, el foco se sitúa en el universo parisino de Miró y en su estancia mallorquina, sin despreciar otros lugares, como Normandía, que también dejará profunda huella en su trabajo y, sobre todo, Montroig. Seguramente fue en el Baix Camp -aunque la exposición no lo manifiesta con claridad- donde Miró, tras la experiencia surrealista y dadaísta del objeto, se abocó a la realidad física , a la materia, al objeto.
Tras el abandono de la evidencia, lo único que permanece, quizá como manifestación de lo telúrico, es la mujer
Fue a partir de 1922, en sus largas estancias en Montroig y en paralelo con su descubrimiento de la Naturaleza, cuando Miró comenzó a recoger objetos de los alrededores de la masía , anunciando un aprecio de lo material que en 1938 le llevó a trabajar con la tierra; el mismo deseo que le conducirá a proponer a Artigas -el más relevante ceramista europeo del momento- la colaboración y el trabajo conjunto que tan significativos resultados dará, algunos de ellos presentes en la exposición.
Deshumanizados
Sus pinturas de ese momento acusan asimismo ese carácter objetual, a la vez que emprenden el camino hacia la deshumanización formal de las figuras en pro de una tensión y un dramatismo cada vez más acusados que desembocan en el intenso dramatismo de sus pinturas -a pesar de su poética visual- de principios de los años 40, como se evidencia en el óleo « Femmes, oiseaux, étoiles », presente en la exposición.
Miró deshumaniza lo visual en beneficio, en cualquier caso, de lo objetual, como deja patente en sus cuadernos con anotaciones, bocetos y pensamientos, entre ellos el iniciado en 1941, en el que anotó la intención de editar un álbum con fotografías de objetos encontrados , litografías y algún poema, suyo a ser posible. Y en ese abandono de la evidencia, lo único que permanece, quizá como manifestación de lo telúrico, es la mujer.