LIBROS
Mircea Cartarescu: «Cuando no escribo, intento no suicidarme»
Cartarescu -Premio Thomas Mann y Formentor- publica «El ala izquierda» (Impedimenta), primer título de la trilogía «Cegador»
Mircea Cartarescu (Bucarest, Rumanía 1956) hace unos años era un gran desconocido en España. Fue su editor, Enrique Redel , quien nos lo presentaba como uno de esos eternos y desconocidos candidatos al Premio Nobel. El Nobel no ha llegado todavía y puede que nunca lo haga a tenor de los escándalos. Mientras, Cartarescu va sumando fieles y exquisitos lectores en su haber que valen más que cualquier sonado galardón.
Ionesco, Cioran, Eliade, Tzara... grandes nombres de la literatura rumana y europea. ¿Se considera «heredero?
En general, son conocidos los rumanos que abandonaron su país y que se han hecho grandes en los grandes núcleos de creación artística. A diferencia de ellos, yo decidí quedarme en mi país, y espero que la recepción de mi obra no se vea por ello obstaculizada en el resto del mundo. Además, vivir entre los tuyos te confiere una especie de legitimidad que no encuentras en otros sitios.
Desde que publica en España, siempre ha recibido muy buenas críticas. ¿En su país, es igual de bien recibido?
En el extranjero no hay ningún motivo para que un crítico escriba mal sobre tu obra: no estás en su territorio, no entras en su juego y no existe impedimento que les impida disfrutar de tu obra. En su propio país nadie es un profeta. Así que he tenido también críticas muy negativas en Rumanía, porque a algunos no les gustaba mi texto, y otros han tenido una respuesta negativa porque no les gustaba mi compromiso político y ético y lo han dirigido a la crítica literaria. Está bien que un escritor resulte controvertido. Si nadie escribe mal sobre ti significa que no les interesa, que no provocas su pasión.
«Si se convierte en una corrección extrema no acepto la corrección política»
¿Le estimula más una mala crítica que una buena crítica?
En cierto sentido, sí, porque te obliga a pensar, te planteas no tener la razón en el fondo, y entonces tienes que volver a revisar toda tu obra. Si esa crónica negativa la ha hecho una persona inteligente y bien preparada resulta un trabajo valioso.
Recuerdo que le entrevisté hace dos o tres años, y entonces hablamos de Europa. Ahora, le vuelvo a preguntar por lo mismo: ¿cómo ve a Europa?
Estamos al borde del desastre. Europa, de hecho, no puede desaparecer porque se trata, en primera instancia, de un proyecto cultural. Y en segundo lugar, de una forma de vida. Solo me gusta vivir en Europa. He pasado muchas temporadas en EE.UU., y allí es diferente, la mentalidad es otra y no puedo adaptarme. He vivido en otros sitios y he sentido lo mismo. En cualquier país europeo me siento en casa. Se siente el mismo aire y el mismo carácter de las personas.
En una reciente entrevista, el historiador Niall Ferguson me comentaba que el gran peligro de Europa era convertirse en un parque temático.
Europa para los americanos es una zona de caza a la que envían a los jóvenes como periodo de iniciación. Pero sabemos que se trata de una historia larga, fascinante, que empieza con Homero y que llega hasta nuestros últimos artistas y que tiene muchas cosas que decir.
«La principal pregunta a la que aspira responder mi obra es la realidad, la calidad y la esencia de la realidad»
Su obra es difícilmente clasificable, ¿cómo la definiría?
La principal pregunta a la que aspira responder mi obra es la realidad, la calidad y la esencia de la realidad. En este sentido, definiría mi escritura como una escritura metafísica. Y de hecho, aunque yo no soy un filósofo, me planteo en mi obra esas preguntas esenciales. Si tuviera que definirme a mí mismo diría que, en términos generales, estoy de acuerdo con Franz Kafka, que decía: «Yo escribo para entender mi situación en el mundo». Y creo que todo escritor que sea sincero consigo mismo escribe para responder a esta pregunta.
¿Encontró la respuesta?
Espero que no, porque si encuentras la respuesta dejarías de escribir. Soy una persona que escribe fundamentalmente sobre sí misma, que intenta definirse a través de la escritura, y después de haber escrito ya varios miles de páginas sobre ti mismo, siempre que terminas un libro te preguntas qué demonios podría añadir a lo que he escrito hasta ahora. Y resulta realmente provocador encontrar una isla o una península de tu mente en la que no hayas penetrado todavía.
-Usted, concluido un libro, se puede pasar años sin escribir. ¿En esos periodos, qué hace Cartarescu?
Intento no suicidarme. Espero a que ese recipiente vacío se llene de nuevo.
¿Lee?
Sí, en ese momento leo mucho, porque intento rellenar mi tiempo y no pensar en el verdadero problema. Los libros son estimulantes. Todas mis lecturas actuales son relecturas.
Su obra da para muchas interpretaciones, ¿cuál ha sido la más surrealista?
Ha habido lecturas feministas de mi obra. No me refiero al feminismo generalista muy aceptado, sino a uno extremo. Y a mí, que soy una persona muy abierta a cualquier interpretación, me resultó impactante encontrarme con esa crítica feminista extrema. Es verdad que solo cuento con una experiencia de este tipo, pero me pareció injusta. Siento un profundo respeto por las minorías y, naturalmente, por esta minoría que, de hecho, es una mayoría.
¿Vivimos bajo la dictadura de la corrección política?
Soy una persona equilibrada y no establezco juicios a primera vista. De esa estructura, de «corrección política», tenemos que elegir la palabra «corrección». Creo que más allá de cualquier ideología, la gente tiene que ser correcta, quiero decir que al contemplarse sin odio y sin desprecio, entonces las cosas se resolverían. Y si se convierte en una ideología extrema, no acepto la corrección política.