ARTE

Mirar por donde se pisa

Dora García (galería Juana de Aizpuru), Miss Beige (Ponce+Robles) y hasta Paula Anta (Jardín Botánico) invitan a repensar la «performance»

Detalle de «El laberinto de la libertad femenina», de Dora García en Juana de Aizpuru

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¿Cómo introducir la performance en el museo, en la galería de arte? ¿Cómo hacerlo, además, en tiempos de pandemia, cuando se imponen ciertas distancias entre performer y público?

En ocasiones, se puede realizar a través de sus restos, aquello que dio pie a su ejecución. Es lo que hace Dora García (Valladolid, 1965) con Futurama su nueva irrupción en la galería Juana de Aizpuru . Allí incluye los materiales necesarios para realizar tres de sus acciones más memorables , cuyo nexo es cierta idea de futuro ahora truncada, sobre todo tras darse de bruces con una realidad esquiva que no nos permite hacer planes para más allá de pasado mañana.

Nuevas lecturas

De hecho, las tres se cargan de nuevas lecturas: Es el caso de The Prophets , la obra que en su día le facilitó su entrada en el Espacio Uno del Museo Reina Sofía y que, desde 2005 (es una especie de work in progress ) ha propuesto distintas profecías (147 hasta ahora) sobre acontecimientos que tendrán lugar –y que son ejecutados por sus dos «cinematográficos» performances – hasta como mínimo la siguiente activación de la pieza. Eso daba al menos cierta idea de «seguridad» de un futuro realizable.

La actriz/performance Ana Esmith se transforma en un «objeto» que interactúa con miradas y reacciones ajenas, mientras defiende el papel de la mujer como heroína no sexualizada

Ahora, por la pandemia, ni siquiera la acción se llevará acabo . Y quedan dudas de que también se recupere la segunda propuesta, El laberinto de la libertad femenina , en la que sobre un círculo blanco en el suelo un actor (o actriz) lee pasajes de El deseo de la palabra , de Alejandra Pizarnik (ya sabemos del gusto de García por la literatura y el lenguaje), determinando con el volumen de su lectura (en silencio, en susurro o en voz alta) la relación que marca con el espectador (y, por tanto, la «expansión» de la performance).

«No me gusta destacar», de Miss Beige María Dain

Por último, Arena (2020), parte del suelo que se utilizó para la acción Lo inadecuado en el Pabellón Español en Venecia en 2011 , viene cargado por las presencias de todos los que lo pisaron entonces . La inscripción «De aquí en adelante el autor sigue solo» (de otro escritor, Macedonio Fernández ), que ahora lo precede cual cartela de museo, no solo genera desasosiego, sino que obliga a reflexionar sobre la autoría compartida artista-espectador .

Otra manera con la que cuenta la performance para irrumpir en sala es a través de la documentación de la misma. A ello recurre Miss Beige, alter ego de Ana Esmith (Madrid, 1976) en su primera entrada en una galería madrileña, la de Ponce+Robles . En las 21 fotografías de su particular personaje en «(no) acción», este, por sus pintas y su martillo en el bolso, genera extrañamiento y cierta desazón allá donde se acopla. La actriz/ performance se transforma en un «objeto» que interactúa con miradas y reacciones ajenas , mientras defiende el papel de la mujer como heroína no sexualizada , igualmente poderosa, y reivindica el espacio público, ahora que tanto lo necesitamos (por ello el título de Taking the Streets ), y ahora que tanto bombo le damos a lo virtual en redes.

Sin renunciar al humor

Por descontado, la performance hace gala de sí misma en el ámbito artístico como performance , que es lo que realizó la propia Miss Beige este jueves, durante la inauguración de su expo, y que repetirá las mañanas del día 14 y 21 (si nos dejan y no nos confinan). La Miss Beige de Michelangelo tiene mucho de distancias de seguridad, de perimetrajes, de roles observador-observado, de alta-baja cultura, de estar arriba o abajo... Todo lo que en estos momentos fuerza a nuevas lecturas. Ella lo hace sin renunciar al humor.

El nexo de unión de la relectura de las tres memorables piezas que Dora García reactiva aquí es cierta idea de futuro ahora truncada, sobre todo tras darse de bruces con una realidad esquiva que no permite hacer planes

Sin embargo, en ocasiones, la performance se genera de forma azarosa . La crea el espectador con su mirada, o mientras pulula entre ciertas obras : pasa con las fotos de Paula Anta (Madrid, 1977) en el Jardín Botánico . En su serie Nudos: Topología de la memoria , ella apela al orden en el caos ; una nueva coreografía, sea la generada por los amasijos vegetales presentes en la Naturaleza, los movimientos de las galaxias o los entramados neuronales. Cada una en su escala –y combinando sus escalas, también sus motivos– se da pie a una especie de partitura en la que el visitante del Pabellón Villanueva tiene la última palabra. Él marca el paso .

 

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