LIBROS
«Milkman», los problemas de Anna Burns
Una novela poco común con el trasfondo del conflicto en la Irlanda del Norte de los años 70
Ya casi no se escriben libros así; por lo que es una suerte el que novelas como «Milkman» sigan apareciendo. Y cabe pensar en que una obra como esta de Anna Burns (Belfast, 1962) no lo hubiese tenido tan fácil a la hora de viajar a nuestro idioma de no venir respaldada por el premio Man Booker 2018 y el National Book Critics Circle 2019. Hasta donde sé, los dos títulos anteriores de Burns no hablan aún español. Y Burns se pide aquello que los irlandeses bautizaron -con algo que podría ser el más humilde a la vez que soberbio de los humores negro y rojo- como «The Troubles». Es decir: Los Problemas. Ese conflicto eterno e interminable en la Irlanda del Norte de los años 70 aquí capturado por la prisionera mirada de una chica de dieciocho años cuyo nombre tampoco es mencionado prefiriéndose llamarla «la hermana del medio» o «la que camina».
Alguien convertida súbitamente en blanco y presa sexual de una suerte de muy temido y ominoso y mayor que ella paramilitar conocido como Milkman o El Lechero. Aunque aquí el verdadero protagonista es el lenguaje: la digresiva dicción y repeticiones y fraseo con que se expresa esta joven quien de pronto se descubre en ojos de todos. Y, por lo tanto, súbitamente y de la peor manera posible más «interesante» de lo que nunca lo fue por todas las razones incorrectas. Porque aquellos que la conocen desde siempre aseguran desconocerla y dan por hecho su amor prohibido con el acosador Milkman .
La violencia detrás de la violencia
Lo interesante de la propuesta de Burns, entonces, es que se ocupa y preocupa por mostrar la violencia detrás de la violencia. No tanto las bombas o las escaramuzas a balazos sino lo que sucede dentro de las casas donde rigen ritos tribales, opresión patriarcal y religiosa y el constante reproche por no hacer lo que hacen todos. Burns combina partes del expansivo Laurence Sterne con el hermético Samuel Beckett (con ecos de Virginia Woolf y Djuna Barnes) para retratar lo que ocurre en un sitio chico infernalmente grande y demasiado parecido a Belfast. Así, la heroína no deja de leer mientras camina y con la ayuda de una linterna novelas como «Tristram Shandy» o «Ivanhoe» o «Madame Bovary». ¿Por qué? Porque lo único que desea es escapar del siglo XX y retroceder hasta tiempos en que antes de condenar a alguien había que tener pruebas.
O si entonces tampoco era eso posible, al menos todo parecía mejor narrado. Sobre el final, todo parece volver -luego de un definitivo acto de violencia- a una suerte de normalidad en esta novela poco común. Pero no engañarse: los problemas por Los Problemas no se solucionan. Queda el consuelo y la esperanza de que ese chica siga leyendo para algún día, tal vez, escribir algo como «Milkman» y recibir sus justos premios luego de tan inmerecido castigo.