CINE
El merecido descanso de Espartaco
Actor en casi cien películas en la edad dorada de Hollywood, el legado de Kirk Douglas se extiende por más de seis décadas en un cine norteamericano que llora su muerte
Cuando Kirk Douglas subió al escenario a recoger el premio del American Film Institute a toda su carrera, tuvo que hacer un paseíllo plagado de estrellas que le iban saludando alborozadas. Allí estaban Jack Lemmon , Lauren Bacall y Gregory Peck que se rompían las manos aplaudiendo. Douglas dijo aquella noche esto sobre el éxito: «The harder you run after it, the more it eludes you». Y luego disertó sobre la diferencia entre darle al público personajes artísticamente correctos o elegir aquellos que conectan directamente con sus sueños.
Su larga vida le permitió conocer a dieciséis presidentes de los Estados Unidos y vivir dos guerras mundiales . No se conformó siendo actor, fue productor con su propio estudio Bryna Productions, que bautizó con el nombre de su madre y creó a imagen y semejanza de la compañía fundada por su amigo Burt Lancaster, y dirigió dos películas ( Los justicieros del Oeste en 1975 y Pata de palo en 1973). Paradójicamente, como director su mejor trabajo fue una interpretación, la del realizador sin escrúpulos Jonathan Shields a las órdenes de un genio, Vincente Minelli . Cautivos del mal sigue siendo la mejor película sobre el cine, Tarantino incluido . Con Minelli repitió en El loco de pelo rojo , donde compuso un Van Gogh oscuro rodeado de vívidos colores fulgurantes .
Terrenos de maldad
Su debut como actor secundario en El extraño amor de Martha Ivers (1946) había introducido su perfil artístico en los terrenos de la maldad tras la que se escondieron sus primeros personajes importantes: el fiscal junto a la Stanwyck, el gángster que quiere recuperar a su chica huida a México en Retorno al pasado , y el boxeador Midge Kelly en El ídolo de barro , al que la gloria le desenfoca su escala de valores. Sufrió como el detective atormentado de Brigada 21 a las órdenes de William Wyler , al que trató de convencer sin éxito para que le diera el papel de Ben-Hur en perjuicio de Charlton Heston .
Como venganza preparó la película definitiva sobre gladiadores. Douglas reconoció, en su libro sobre el rodaje de Espartaco ( Yo soy Espartaco , 2012), que promoviendo aquella obra no fue su intención hacer una declaración política, sino conseguir la mejor película que pudiera imaginarse sobre la epopeya histórica de los esclavos . Era un liberal convencido, defensor de los valores norteamericanos y de las tradiciones de su patria. Rehabilitó a Dalton Trumbo ofreciéndole el guión de su película, y con ello bajó oficialmente el telón de la caza de brujas y el macarthysmo.
Su decisión, en realidad, había comenzado a gestarse muchos años antes, cuando Douglas fue designado para entregar el Oscar al mejor argumento del año 1953. Trumbo era el autor de la historia pero ya había sido repudiado por las acusaciones del Comité de Actividades Antiamericanas , y no pudo firmar su trabajo. De forma sonrojante, la Academia ocultó el nombre del verdadero autor del argumento y Kirk Douglas tuvo que apretar los labios al comprobar cómo subía al escenario un escritor tapadera, porque el auténtico artífice del texto estaba lejos del teatro por obra y gracia de la intolerancia de aquellos años. Cuando pudo reparar aquella injusticia, encargó a Trumbo que adaptara la novela de Howard Fast. Además despidió al primer director elegido, Tony Mann, y apostó por el joven Stanley Kubrick , que le había dirigido en Senderos de gloria . Con aquel diálogo cargado de dignidad contra Adolphe Menjou en los despachos palaciegos en los que le ofrecía un ascenso a cambio de ocultar la miseria del ejército fusilando a sus hombres...
En el segundo lustro de los 50, Kirk Douglas realizó sus más notables y recordadas interpretaciones. Con John Sturges , Richard Fleischer y Richard Quine brilló en registros completamente distintos, hasta opuestos: como el médico tuberculoso Doc Holliday que se une a los Earp en Duelo de titanes , como el hijo del rey vikingo Einar, en Los vikingos , y en ese melodrama romántico, delicado, adúltero que es Un extraño en mi vida .
A la guitarra
Los amantes del personaje que Douglas creó en el cine (muchos creemos que fue sólo un gran personaje que adoptaba diferentes pelajes) reconocen en él otra faceta que está algo olvidada. Era un magnífico cantante , siempre que tenía una oportunidad cogía la guitarra y dejaba punteadas en sus películas pequeñas canciones que hoy tienen un valor parecido al de los cameos de Hitchcock. En Río de sangre , su única colaboración con Howard Hawks , entona junto a un grupo de compadres la tonada «Whiskey, Leave Me Alone». Mucho más conocida es su canción sobre la cubierta del barco que busca al Nautilus en Veinte mil leguas de viaje submarino : «A Whale of a tale» es una cancioncilla que nos permitió ver a Douglas contonear literalmente el trasero mientras glosaba sus amores con Mermaid Minnie.
Su mejor interpretación vocalista, banjo a cuestas, la hizo en la gran película de King Vidor La pradera sin ley , el hombre sin estrella que tararea «And The Moon Grew Brighter and Brighter», deliciosa canción con la que ironizaba delante de una escéptica Jeanne Crain y una animosa Claire Trevor . Kirk Douglas cantó en español en el western crepuscular El último atardecer , la melodía mexicana «Cucurrucucú paloma», y el territorio de Aguascalientes ardía en un fulgor noctámbulo del que costaba recuperarse. Incluso interpretó junto a Doris Day , en El trompetista , «With a Song in My Heart», haciendo sonar su instrumento de viento.