CINE

El mejor de los pendencieros y un hombre en quien confiar

Pese a ser recordado por interpretar a héroes como Atticus Finch, los mejores papeles de Gregory Peck fueron dos hombres complicados y duros

Peck, interpretando a Atticus Finch en «Matar a un ruiseñor»

VÍCTOR ARRIBAS

Eldred Gregory Peck , el gran actor en la pantalla, fue el padre que todos quisimos tener, el novio que deseamos para nuestras hijas, el amigo que siempre echamos en falta haber tenido y el albacea de cualquiera de nuestros bienes que añoraríamos contratar. Un hombre en quien confiar. Pero la mayor paradoja que se ha dado en Gregory Peck es que siendo considerado junto a Gary Cooper como el paradigma del personaje honesto, íntegro, cabal y sensat o , sus dos mejores actuaciones hayan sido por tipos humanos muy distintos: el pendenciero, acosador, taciturno y golfo Lewt McCanles de « Duelo al sol », y el vengativo, obsesionado, irracional capitán marino que lleva a sus hombres al desastre en « Moby Dick ». Peck nunca superó aquellos dos hitos de su filmografía . Me van a permitir el exceso: ni siquiera lo logró cuando certificó su mayor éxito como actor dando cuerpo al abogado y ejemplar padre de familia Atticus Finch de « Matar a un ruiseñor », el referente en el que todos pensamos al recordar su prolífica carrera. Si me preguntaran a qué Peck prefiero, no tendría dudas sobre esos dos: un tunante borrachín que dilapida la herencia de sus padres y castiga a la mestiza Perla Chávez, y un hombre de vuelta de todo que lucha contra sus fracasos y sus propias patrañas.

Peck era californiano de cuna. No de aquellos que emigraron al nuevo El Dorado del Cine procedentes de estados más agrestes, del Este cosmopolita o incluso de países europeos en descomposición. Nacer en La Jolla, al sur de la costa de California y pertenecer a una familia católica practicante, le imprimió carácter tanto como su formación militar y haber cursado estudios en Berkeley. David O’Selznick , el productor-autor que aupó a la gloria tantos títulos como arruinó, tenía pocas esperanzas de sacar de aquel joven un buen actor: «Se parece a Abraham Lincoln , pero no conseguiremos nada de él». Y le dejó a su suerte para que empezara a triunfar para la Fox, la gran competencia del magnate de Pittsburgh. Viéndole en « Días de gloria », dirigido por Jacques Tourneur en su debut ante las cámaras, nadie hubiera imaginado que su proyección hacia el estrellato sería tan tajante y definitiva en los años posteriores. No encajaba en aquél imposible Vladimir, de la época en que la colaboración ruso-estadounidense en la guerra precedió a las hostilidades y suspicacias que ambas potencias se regalaron mutuamente en las décadas posteriores.

Reparos de Truffaut

Su segunda película ya dio la talla de su categoría como protagonista y le metió de lleno en las listas de los actores más populares. El padre Chisholm de « Las llaves del reino » se había propuesto llevar la fe a los más recónditos lugares de la lejana China y acabó sometido él mismo a una crisis de fe, pero consiguió fama y prestigio para su protagonista que cruzó la puerta de Hollywood definitivamente. Hitchcock hizo el resto al ofrecerle para el mismo Selznick el papel principal del drama psicológico rodado junto a una deslumbrante Ingrid Bergman . La mirada que proyecta Peck en sus películas no le gustó nunca a Truffaut , que en el libro-entrevista con Hitchcock desacreditó su presencia en « Recuerda ». Ni tanto, ni tan poco. Pero es cierto que Gregory Peck ha arrastrado siempre una fama pesada sobre sus limitaciones interpretativas , pese al aplomo con que cargaba a sus espaldas con proyectos difíciles: « La barrera invisible » para Elia Kazan , « El proceso Paradine » también para Hitchcock, « El pistolero » para Henry King ...

Antes de ganar el Oscar por «Matar a un ruiseñor» perdió otros cuatro durante los años 40

Los tipos duros de Peck en el «western», los que más sugieren su doble moral, cabalgan entre la razón y lo irracional : el pistolero atracador de bancos que se instala en el poblado fantasma en pleno desierto en « Cielo amarillo », el capitán del destacamento que tiene que proteger el fuerte abandonado a su suerte de « Sólo el valiente », el justiciero que anticipa las películas de Charles Bronson de los 70 en « El vengador sin piedad », el hacendado que se hace cargo del rancho ganadero de « Horizontes de grandeza ». Pero es en en la comedia ligera y en el drama judicial donde logra sus dos interpretaciones más míticas : « Vacaciones en Roma », en la que se funde con una aureola mítica con una angelical Audrey Hepburn y traspasa la pantalla, y «Matar un ruiseñor», la película con la que Peck ha sido identificado por varias generaciones y que logró popularizar aún más una grandiosa novela. El Oscar por «Matar a un ruiseñor» parece que es definitivo e incontestable , predestinado para un actor nacido para el personaje creado por Harper Lee . A pesar de eso, la década de los 40 había sido un constante intento por levantar la estatuilla, sin éxito con tres candidaturas consecutivas y una cuarta en 1949 (por « Almas en la hoguera », fascinante film bélico sin un solo disparo), que se frustraron por la competencia de otros grandes actores.

He escrito más arriba que sus mejores trabajos me parecen «Duelo al sol» y «Moby Dick». Las dos mejores escenas que recuerdo de éste gran camaleón del cine norteamericano del siglo XX están en la primera de estas dos películas y en su inolvidable Hombre de Boston de « El mundo en sus manos ». En la primera, muere abrazado a Perla en el beso más turbulento de la historia. En la segunda, es él quien toma en sus brazos a Ann Blyth y al timón para dirigir la goleta La Peregrina hacia aguas menos peligrosas, mientras ambos miran al infinito.

El mejor de los pendencieros y un hombre en quien confiar

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