LIBROS
Mariana Enríquez: «Exploro la maldad que todos albergamos y somos capaces de ejercer»
Con el trasfondo de la dictadura argentina, la escritora bonaerense nos sumerge en una historia de terror –su género preferido–, que ha logrado el Premio Herralde de Novela 2019
Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), escritora, profesora y periodista -es subdirectora del suplemento «Radar» , del diario «Página/12»-, comenzó su andadura literaria con la novela «Bajar es peor» (1995). En este mismo género publicó posteriormente «Chicos que vuelven» (2010) y «Este es el mar» (2017). También es autora de dos colecciones de relatos: «Los peligros de fumar en la cama» (2009) y «Las cosas que perdimos en el fuego» -Premio Ciutat de Barcelona en la categoría «Literatura castellana» (2016)-, y de los ensayos «Mitología celta» (2003) y «Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios» (2013), junto a la biografía «La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo» (2014, reedición: 2018).
Con su último título aparecido, «Nuestra parte de noche» , se ha alzado con el Premio Herralde de Novela 2019, consolidándose como uno de los nombres a tener muy en cuenta de las actuales letras en español.
¿Es su novela más ambiciosa?
Me resulta difícil pensar en esos términos, porque cuando me lanzo a escribir con una idea determinada, no tengo demasiado claro cuál será la extensión del texto, cuánto de mi universo incluirá, hasta dónde llegará la trama y cómo manejaré mis influencias. Este libro comenzó con una idea sencilla que se fue desarrollando y yo únicamente seguí el camino que proponía la trama, las ideas, los personajes. Siempre supe que quería escribir una novela extensa después de los cuentos y de la «nouvelle» «Este es el mar» porque quería la experiencia de sumergirme en una narración larga y todo lo que eso implica. Pero no dije nunca: será una novela ambiciosa. Incluye gran parte de mis obsesiones, desde el ocultismo hasta la poesía y la política, y de algunos geńeros que me gusta explorar, incluso la crónica periodística (aunque es una falsa crónica, claro está). Es mi novela más compleja, eso seguro.
¿Cómo le surge la chispa para empezar a escribir: una idea, una historia, una imagen...?
Depende. En los cuentos suele ser una imagen, pero también puede ser una idea. En esta novela fueron muchos disparadores: el cuento «La casa de Adela» de «Las cosas que perdimos en el fuego» que, por algún motivo necesitaba una «ampliación»; la imagen de un padre y un hijo; el escenario del noreste de la Argentina y ciertas imágenes del santoral pagano de la región; la idea de una deidad sin forma que se alimenta del dolor de los demás.
«Los géneros han estallado y ya no es tan fácil acotarlos. Mi novela es de género fantástico y de terror, apoyada en el realismo y lo sobrenatural»
¿Cómo ha sido en el caso de «Nuestra parte de noche»?
Los primeros en aparecer fueron los personajes y un poco sus circunstancias. Parte de la experiencia de convivir con una historia tan larga es que te obliga a compartir tiempo con esta gente imaginaria que se vuelve muy real. Me obsesioné con los personajes, los seguí, les creé un mundo, que de alguna manera es mi propio mundo.
¿Por qué le atrae el género de terror? ¿Da cuenta de la maldad en estado puro?
No creo que exista la maldad en estado puro y por eso el terror es un género tan inquietante: lo que hay es la maldad que todos tenemos y que somos capaces de ejercer, a veces incluso en nombre de buenas causas. La maldad en estado puro, literariamente hablando, me divierte –lo paso genial con un buen cuento de Lovecraft-, pero yo no puedo escribir desde esa premisa: lo que me propongo, cuando lo hago, es indagar en las formas de la maldad que suelen ser ambiguas. Incluso el «monstruo» de mi novela es ambiguo en ese sentido; yo no diría que es malo. Es más bien mudo, misterioso, cruel: quienes lo alaban le imprimen ciertas características que, quizá, sean proyecciones. El terror es el primer género que me atrajo como lectora niña. Me pasé la infancia leyendo a Bradbury -«El país de octubre» es un libro de cuentos de terror extraordinario- y a Poe y relatos de fantasmas, a Henry James y su «Otra vuelta de tuerca», a Stevenson y su «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde», «Frankenstein», novelas góticas, «Un cuento de Navidad» de Dickens, también fantástico rioplantense que a veces roza el terror. Con los años conocí a Stephen King y entendí que se podía hacer además un terror relacionado con lo social y la política, que a veces se intuye en «Frankenstein» o en ciertos cuentos de Dickens. También leía y hasta recopilaba mitos y leyendas locales, que suelen ser sobre duentes y aparecidos, bastante macabras. Nunca me recuperé de esa primera pasión y es un género que sigo leyendo.
¿Le gusta, pues, lo macabro? Muy sugerente es su libro «Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios».
Me gusta la estética de lo macabro, sí. Ese libro en especial es un libro de viajes a cementerios, que reúne autoficción, investigación periodística y recopilación de leyendas locales. Los cementerios son máquinas de contar historias. Pero decidí publicar esas crónicas que yo escribía de manera informal en cuadernos cuando una amiga también escritora, Marta Dillon, recuperó gracias al equipo de antropología forense argentino los restos de su mamá, que estaba desaparecida desde la dictadura. Ese entierro, que fue una fiesta y una reparación más allá de la tristeza, me hizo comprender que mi gusto por los cementerios no era solo el de una «flâneur» gótica, sino que en una historia como la de mi país, en consecuencia en mi historia personal, una tumba con nombre y epitafio es tranquilizadora, no es algo terrorífico. Lo terrorífico es el cuerpo sin sepultura, la fosa común, la tumba sin nombre.
Esa deidad siniestra, la Oscuridad, que domina la novela, ¿nos busca a todos o también se halla algo de ella en el interior de cada uno de nosotros?
A esa deidad se la busca. Responde al llamado de quienes estamos de este lado y se alimenta de injusticia y dolor. Una vez convocada, claro, busca a sus fieles. El juego con el título de la novela y con la Oscuridad es, en parte, hablar del lado oscuro que vive en todos nosotros y también la línea de desigualdad y explotación que es el lado oscuro de nuestra historia, el clasismo, la incomunicación, hasta donde podrían llegar las clases dominantes para mantener su «statu quo» que, en el caso de la novela, significa literalmente perpetuarse con la posibilidad de vivir eternamente.
«La dictadura argentina no es el único trasfondo de "Nuestra parte de noche". La Oscuridad, el monstruo que la Orden/secta venera, tiene raíces más profundas»
Aunque usted trasciende el género de terror...
No creo. Los géneros han estallado y ya no es tan fácil acotarlos. Pienso que mi novela es de género fantástico y de terror, apoyada en el realismo y lo sobrenatural. El género de terror sin contaminación es cada vez más difícil de delimitar. Por eso en los últimos años se eligió el término más abarcador de «weird fiction». La política y el terror se han entremezclado mucho últimamente.
¿Tiene referentes en este ámbito?
Stephen King, Paul Tremblay, Peter Straub, Laird Barron, Angela Carter, Thomas Ligotti, Poppy Z. Brite, Robert Aickman, Arthur Machen, Shirley Jackson, Clive Barker, J. G. Ballard, William Faulkner, Cormac McCarthy, Mary Shelley, Kelly Link… muchos, y no estrictamente «de género». La mayoría son anlosajones, me temo que es la literatura que más leo pero también es la que más incursiona en este territorio que amo particularmente.
»Dentro de lo que puedo sigo la literatura española de hoy. Me gusta leer a mis contemporáneos»
¿El horror más terrible es el que se vive en dictaduras como la argentina, trasfondo de su novela?
Es apenas un terror que yo conozco y ni siquiera tanto como quienes lo vivieron como víctimas directas. Aunque crecí bajo el terrorismo de Estado y ese miedo no se va nunca. Cualquier dictadura es un trauma social. No obstante, la dictadura argentina no es el único trasfondo de la novela. La Oscuridad, el monstruo que la Orden/secta venera, tiene raíces más profundas: el colonialismo, la guerra, la injusticia de un orden mundial que se alimenta de la explotación de los más vulnerables. Ése es el trasfondo de horror, que incluye a la dictadura, pero la precede y la excede. La trama misma habla del deseo de perpetuarse de una familia poderosa: de una clase social. No creo que la lectura sociopolítica de la novela sea única o excluyente, pero puede hacerse y para mí es inevitable que lo político surja de lo escribo.
El título está tomado de un verso de Emily Dickinson, «Our share of night». ¿ Le interesa especialmente esta autora?
Leo mucha poesía. Me gusta muchísimo Emily Dickinson y tengo un interés especial por ella porque me parece una poeta difícil de traducir, con un uso del lenguaje deslumbrante, y una persona muy extraña. En la novela hay mucha poesía y poetas, por eso quise que el título citara directamente uno de mis poemas favoritos. Pero podría haber sido Eliot o Keats o Vallejo o Rimbaud o Yeats o Plath o Ted Hughes o Anne Carson o Jorge Tellier o Blake… Para mí es muy importante leer poesía en general y especialmente cuando estoy escribiendo. Casi tanto como escuchar música.
¿Cómo definiría a Juan, su protagonista?
Es un personaje inspirado en el Heathcliff de «Cumbres Borrascosas» pero, sobre todo, es un cuerpo dominado que la Orden necesita para cumplir sus deseos. Es muy poderoso y muy débil al mismo tiempo, es un esclavo y es quien tiene el poder de destruirlo todo. Esta ambigüedad lo define en todo el resto de su construcción: ambigüedad sexual y moral, también. Es un desclasado y quizá ya no sea del todo humano.
«Incluir a David Bowie es un cameo. Quería reflejar el ambiente de Londres de fines de los sesenta y principios de los setenta del pasado siglo con algunos iconos»
En una parte de la novela asoma David Bowie...
Es un cameo. Quería reflejar el ambiente de Londres de fines de los sesenta y principios de los setenta del pasado siglo con algunos iconos. También está Anita Pallenberg, la pareja de Keith Richards, aunque solo se la nombra. Y también me apetecía darme el gusto de incluir a mis músicos favoritos.
¿Qué le sedujo de Silvina Ocampo para dedicarle una espléndida biografía, «La hermana menor»?
Es una escritora que admiro mucho y que me parece muy misteriosa: nadie escribía como ella en ese momento, mucho menos sobre los temas que elegía. Su esposo Bioy Casares decía que "se había influenciado a sí misma". Pero quizá no hubiese escrito el libro sin la insistencia de Leila Guerriero, que me la pidió para una colección de la editorial UDP (Universidad Diego Portales) de Chile; luego la reeditó Anagrama.
¿Sigue la literatura española de hoy?
Sí, dentro de lo que puedo. Me gusta leer a mis contemporáneos. Leo y disfruto los libros de Marina Perezagua, Ariadna Castellarnau, Javier Calvo, Emilio Bueso, Pilar Pedraza, Andrés Barba, Laura Fernández, Guillem López… Me falta conocer a muchos que esperan en mi pila por leer y, sobre todo, tengo que empezar a leer poesía contemporánea, tengo una lista de recomendados larguísima.