ARTE
Marc Chagall, de nuevo, con mirada de niño
La Fundación Barrié, en La Coruña, documenta a la perfección la labor onírica del Chagall grabador
Tenía curiosidad por saber qué dirían los «cuatro fantásticos» de October de Marc Chagall (1887-1985), y no me sorprende que sólo le dediquen dos frases en su monumental Arte desde 1900 ; una para recordar que Malevich le expulsó en 1919 del Instituto de Arte Popular, y otra para situarle entre los artistas del éxodo francés a EE.UU. de 1941. Pero Francastel , en su canónica Historia universal de la Pintura , le considera una figura clave porque, desde esa radical independencia que le caracterizaba, sentó las bases de una «pintura de lo fantástico» o de lo «onírico» que superó la angustia del Expresionismo y abrió las puertas al Surrealismo.
De hecho, Chagall sedujo inmediatamente a Apollinaire , que había apostado por los cubistas. Refiriéndose a sus obras tempranas (hacia 1912), Francastel señala: «Lo más original es la fantasía absoluta con la que utiliza los objetos y los personajes que le propone su memoria para hacerlos entrar en un mundo imposible, ilógico, irreal -en su mundo». Y más adelante, dice de su obra madura: «Los objetos y los seres que le obsesionan, que reintroduce infatigablemente de una tela a la otra, y que le dirán mucho a los psiquiatras de su vida interior -relojes, candelabros, violines, animales, trineos, desnudos juveniles, ángeles- los arroja, dotándolos de alas, a un éter donde todo revolotea, todo fluye, todo sube cada vez más alto…
El tratamiento de la forma, sin espesor, sin peso, estirada como en ciertas obras de vejez del Greco , refuerza esa impresión de fantasía -menos, sin embargo, que el color. Arbitrario -tal cerdo es verde, rojo grosella tal rostro-, es tan rico, tan cálido, tan seductor, que se hace evidente que no puede ser el de nuestra pobre realidad».
Todos esos juegos delirantes con el espacio y el color, junto a la totalidad de los temas del artista -París, los relatos de su infancia , el circo, los amantes, la música, los animales…- aparecen en los 150 grabados de Chagall procedentes de la colección italiana The Art Company y fechados entre 1927 y 1968 que ha reunido la Fundación Barrié.
Del Chagall grabador dijo Greenberg que «en tanto que aguafuertista y litógrafo, Chagall se sitúa entre los mejores y no tiene rival, a excepción de Picasso, en este siglo»: desde las obras tempranas de Las fábulas de La Fontaine (1927-1930) hasta los Poemas de 1968, toda su gráfica es invención, experimentación, porque en aquella época todos los artistas mandaban sus gouaches y dibujos al taller, mientras que él trabajaba sus planchas de principio a fin.
Obra maldita
De ahí que cuando Vollard le encarga Las Fábulas , celebra ante todo que el galerista le permitiera «expresarse con total libertad» ; son aguafuertes intensos, dramáticos, en blanco y negro, de tanta pasión que en ocasiones se vuelven confusos; no son tanto ilustraciones de la fábula cuanto invenciones a partir de detalles del texto. Una obra maldita, cuyos gouaches originales se han perdido y que no vio la luz hasta 1959 en medio, además, de una polémica de tintes antisemitas.
La serie de litografías a color Chagall (1957), pertenece a un libro en el que el artista dialoga con el crítico J. Lassaigne . En él, como en la serie siguiente, Chagall litógrafo (1960), se despliega todo el alegre imaginario chagaliano entre colores vivos y trazos dinámicos: pájaros, flautas, acordeones y violines, Torres Eiffel, árboles y estanques, callejuelas, interiores, payasos y bailarinas, amantes bajo la luna…
Por último, Poemas (1968), es un sugestivo conjunto de poesías breves y xilografías ocasionalmente completadas con collages . De carácter autobiográfico, es su obra más ambiciosa y madura y requirió dos años de trabajo. Chagall, como bien vio Francastel, es el artista que quedó atrapado en la Rusia de su infancia -y en las tradiciones judías que aprendió- y que nos devolvió la mirada del niño.