125 AÑOS DE «BLANCO Y NEGRO»
Manuel Vilas: «Dos hermanos»
Eso, hermanos, es lo que Manuel Vilas imagina que son las dos figuras que Teodoro Gascón y Baquero dibujó en «Interviewses». Dos personajes unidos por los lazos de sangre y desunidos por la distancia y los años
![«Interviewses», ilustración de Teodoro Gascón y Baquero](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2016/06/20/FotoGascon-k0LC--620x349@abc.jpg)
Enseguida me invadió la idea de que conocía a ese hombre que estaba sentado en un sofá redondo y grande, en el hall del Ritz. Había pasado la mañana cabalgando por los campos de mis fincas. Me gustan mucho mis caballos, y decidí ir a comer al Ritz , vestido de jinete, con mi pantalón blanco, y mi chaleco juguetón, y allí, en el hall, me encontré a ese hombre, de aspecto un tanto asustado, frágil, nervioso, extranjero.
Mi madre lo dijo siempre, dijo «lo reconocerás». Dijo que cuando lo viera sentiría como una especie de fiebre negra subir desde el estómago a la boca, al paladar, el cual se secaría, como me estaba ocurriendo en este instante. Que sentiría un acceso de ennegrecimiento, que me atacaría el color negro, que es el color de la magia verdadera.
-Ten en cuenta que no se parecerá en nada a ti, no intentes establecer ninguna semejanza física -me advirtió mi madre.
Parecía un hombre frágil, con lentes, vestía con elegancia, lo que daba un toque aristocrático a su fragilidad. Me acerqué hasta él. Para mi asombro, hablaba un español muy gracioso, con un acento americano muy fuerte, eso me hizo dudar de que ese hombre fuera mi hermano.
-Se lo llevaron muy lejos, se lo llevó su padre, a quien tanto amé, pero eso a ti no te importa; no sé adónde lo llevaron, muy lejos, a otro país ; y cuando lo encuentres, puede ser que incluso venga del otro lado del Océano; él se lo llevó, sí, él, pero a ti eso no te importa -me confesó mi madre, y estas palabras extinguieron mis dudas al escuchar el acento del español de ese hombre.
Mi hermano me explica ahora que ama España, que fue su padre quien le inculcó ese amor por este país
Mi hermano era americano, de Baltimore , ciudad en la que se había criado, pero no dijo «la ciudad en la que nací». Habló de Baltimore, dijo que era hermosa. Me presenté con un buenas tardes, señor. Mi hermano vio como algo natural mi presentación instantánea.
-No sabrá qué día nació -dijo mi madre- porque no creo que nadie se lo dijera, todo fue muy rápido; nadie, en realidad, lo supo salvo yo y la comadrona, que lo olvidó entre otras docenas de partos; lo envolvieron en un manto y se lo llevaron enseguida, una noche de octubre, muy oscura. No sabe la fecha de su nacimiento, eso es seguro, le darían una aproximada, pero no la exacta. Tampoco creo que le dijeran dónde. Le mentirían, él le mentiría, como hizo conmigo.
Mi hermano me explica ahora que ama España, que fue su padre quien le inculcó ese amor por este país. Me habla de su padre. Sin embargo, me confiesa que no conoció a su madre y que por eso está aquí y que me estaba esperando. Dice que su madre era española, lo dice con aire interrogativo.
-Él también te reconocerá a ti, sí, aunque parezca brujería, él te reconocerá a ti -afirmó mi madre-; apúntale con tu dedo, ese será el signo.
Sentí en mi cuerpo el cumplimiento de esta profecía , que hablaba del imposible olvido del vínculo de la hermandad.
-Sois hermanos -dijo mi madre ya en su lecho de muerte-, los dos fuisteis concebidos en el mismo vientre. Y os encontraréis porque está escrito que los hermanos se encuentren, porque si los hermanos no se encuentran el mundo pierde sentido, y entonces la tierra y los árboles y los pájaros y las bestias y los peces se mueren. Se mueren chillando de dolor. De dolor negro.
Un sendero hacia ti
Mi hermano, aunque está sentado, es mucho más alto que yo. Me acabo de encender un cigarro, un Cohiba. Nos miramos a los ojos.
He venido a por mi fecha de nacimiento , dice mi hermano.
-Vendrá a por su fecha de nacimiento -dijo mi madre treinta segundos antes de morir-, pues su padre no llegó a saberla nunca, le dejé ese sendero, es un sendero hacia ti. Por eso vendrá, por eso sé que vendrá: y en realidad no es un sendero hacia ti sino hacia mí, que soy su madre, y es mucho más importante la maternidad que la fraternidad.
Mi hermano lleva sombrero elegante y yo uno casi cómico. Mi hermano está flaco y yo estoy grueso. No parecemos hermanos, como ya dijo mamá.
Apunto mi mano hacia la cabeza de mi hermano, mi mano ennegrecida, de la que un dedo índice emerge y se alarga milagrosamente.
-Querido hermano -le digo-, tú naciste el 25 de octubre de 1891.