LIBROS
Malvados y santos en la América profunda
Ana Merino ha ganado el Premio Nadal con su primera novela, «El mapa de los afectos». Situada en el Medio Oeste norteamericano, recorre situaciones y personajes desde una marcada lectura poética
Ana Merino (Madrid, 1971) ha escrito una novela magnífica , que debe tanto al diseño de sus personajes como a los escenarios escogidos, que por otra parte tienen mucho que ver con la fisonomía de aquéllos. Hay que conocer muy bien el Medio Oeste norteamericano para que ambiente y figuras se correspondan del modo que lo hacen en esta novela. Sin duda que Ana Merino ejerza desde hace años como catedrática en la Universidad de Iowa ha propiciado que las atmósferas de la novela no sean falsillas, aprendidas en películas, como suele ser común en escritores que narran de visionados peliculeros o de oídas. Esta América de Iowa, que entrega tipos y paisajes, no es la de Massachussets o Nueva York. Pero, aunque coincida bastante con ellos, tampoco es la América que entregaron los hermanos Cohen en sus inicios o que Carson MacCullers ha escrito en cuentos. Hay que haberla vivido para que salga tan verdadera, sin que ello obstaculice una idealización, cuando es necesario hacerla, sobre todo cuando conviene salvar ciertos heroísmos anónimos como los de Rita, o miradas tan comprometidas como la de Diana P o la de su madre; también el singular trazado de Aurora Altano.
Hay dos docenas de personajes memorables , y no quisiera que esta crítica se convirtiese en una glosa de cada una de las formas de heroísmo encarnados en causas diversas, la del verdadero feminismo contra el denunciado e imperante falso feminismo (que terminará, se dice, perjudicando la noble causa de la mujer), la del padre que sale del hoyo para estar al quite del hijo, tullido héroe militar de guerras lejanas de Mesopotamia, la de la maestra de pueblo (primera historia) que elude un amor castigado convencionalmente y cae en la brasa del matrimonio convencional, tan desastroso, del que solo Manuel, un guardia civil español, puede rescatarla (última historia).
Conjunto de historias
La causa de los animales abandonados, que mueve una piedad sin embargo humana, tan emocionante que solo la mirada de un animal como el galgo podría haberla perpetrado. También la causa de una agricultura no industrial, o la necesidad de los bosques. Esas causas, que en la novela sostienen muchos, tienen en contraluz historias de machos beodos visitadores de prostíbulos, o un impío clérigo indigno que recibe su castigo «deus ex machina», por ello más catártico, o bien la felona y celosa esposa asesina. La veintena de personajes memorables, donde hay la necesidad de que los santos, que no solemos mirar, compensen a los demonios que han llenado la escena de las narraciones y el arte.
La nómina es tan numerosa y tiene tantos protagonistas, debido a la singular estructura elegida para una novela que se propone como conjunto de historias de Iowa entrelazadas. Ojo, no son cuentos, aunque contiene algún capitulo que requiere del lector la intensidad receptora del cuento para ser disfrutado.
Original
Pienso en ese cazador al que un infarto impide lograr la muerte de su víctima, un pavo con cuya mirada se cruza «en el instante perplejo del aliento que expira». Un verso así, solo permite ser leído en el género cuento, al que pertenece el capítulo titulado «El cazador de eclipses». El rasgo que singulariza el estilo de Ana Merino es que su prosa se deja abrazar a menudo por imágenes que solo son posibles en quien es tan buena poeta . Ser poeta, y traer esa condición a tu novela, no es ser preciosista, porque igual ocurre cuando te has fijado en la pobre puta heroinómana y has sabido captar en un breve diálogo las emociones anidadas en el intento redentor de Alfredo. La poesía de Ana Merino no es solo ritmo, es, antes que nada, una condición de la mirada.
Oír las huellas del bosque, recordar en la vejez, ejercer la justicia igual que un vengador juego de cómic, percibir que los espacios vitales de los personajes necesitan que el clima en el que viven no sea solo una condición realista, sino que, a despecho de una idealización conscientemente adoptada, se comporte como esas vejas historias de buenos y malvados que anidan en las leyendas de tebeos y de las que tanta sabiduría narrativa ha sabido extraer esta original novela.