ENTREVISTA
Luke Stegemann: «En España descubrí una Europa que me habían ocultado»
El profesor, periodista y traductor australiano quedó prendado de nuestro país hace más de tres décadas. En sus libros ha intentado unir dos mundos históricamente ajenos y que, sin embargo, tienen bastantes cosas en común
Hijo de cura anglicano y criado en el corazón rural de Nueva Gales del Sur, el australiano Luke Stegemann descubrió España por sorpresa en los años 80. Enamorado del país, no tuvo más remedio que volver a vivir en él, y desde entonces compagina temporadas en Australia y temporadas en España. Con una larga carrera como profesor, traductor y periodista - The Adelaide Review , The Melbourne Review -, y popular en las redes por su afecto a todo lo español, Stegemann ha escrito dos libros de tema completa o parcialmente español: The Beautiful Obscure (Transmission Press, 2017) y Amnesia Road: Landscape, Violence and Memory (New South, otoño 2020).
En «The beautiful obscure» se unen su condición de australiano que descubre España y la reflexión sobre los encuentros y lejanías entre ambos países en la Historia. ¿Qué atrae a un australiano, allá por los 80, a lo español?
Tuvo algo de fortuito. Viajaba por Europa tras terminar mi primera carrera y no había planeado pasar más de unos días. Sin embargo, una vez en España, sentí una atracción inmediata, a diferencia de lo que sentía, por ejemplo, en Grecia, Italia, Francia o Alemania. Los dos o tres días que había planificado pasar allí se convirtieron en un mes a medida que viajaba cada vez más por el país.
¿Qué España encontró?
Estamos hablando de 1984, y de una España que en muchos aspectos ha desaparecido por completo. La sensación más evidente fue la de descubrir una Europa de la que nunca me habían hablado. Era como si una sección entera del continente, cuya historia creía haber estudiado, hubiera estado oculta. Así que la atracción era hacia lo desconocido, pero no era tan simple como la experiencia clásica de «orientalización» de «lo exótico». De inmediato quedó claro que esto era parte de mi propio patrimonio cultural, parte de la historia del continente de mis antepasados. Inmediatamente pensé: «¿Cómo no supe esto?». Y luego: «¿Cómo puedo vivir aquí?»
¿En qué nos parecemos los australianos y los españoles, si es que nos parecemos en algo?
Una cosa importante para mí es enfatizar que al ser australiano, a diferencia de británico o norteamericano, creo que aporto una perspectiva diferente sobre la historia y la cultura española. Vengo del «sur», del Pacífico y de una colonia europea: todo esto influye en mi manera de entender España y su lugar en el mundo. Ninguna parte de Australia fue colonizada por España (aunque podría haberlo sido), ni Australia ha tenido ningún conflicto con España. En ese sentido, no tenemos «historial», ni «equipaje» como países asociados. La gente a menudo habla de la similitud (hasta cierto punto, no debería ser exagerada) de carácter entre australianos y españoles, una amistad abierta y, debo decir, una reputación de tener una actitud desafiante ante la autoridad, que es principalmente una fachada y no una realidad. Ciertamente, existe la determinación en ambos países de disfrutar la vida y llenarla con el mayor placer posible, aunque los australianos son más conservadores socialmente.
Durante siglos, la relación de España con Australia parece haber sido la historia de una frustración: ni los barcos de la aventura imperial ni los de las expediciones científicas encontrarían acomodo permanente en sus costas. A la vez, ese también parece ser el caso de Australia con España: inevitable pensar en ese verso de Ted Hughes a Sylvia Plath, en el que le dice que en su escuela nunca le hablaron de España…
En Australia, España siempre ha sido descuidada como tema de estudio. Esto se debió durante muchos años a la imitación australiana de la educación británica con todos sus prejuicios culturales y geopolíticos. En las últimas cuatro décadas nos hemos alejado de la órbita imperial británica y Australia se ha posicionado conscientemente como una potencia regional de Asia. Salimos del paraguas británico para convertirnos en un aliado fiel y algo servil de EE.UU., cuya cultura ha llegado a abrumar a la nuestra. España es un destino turístico popular, aunque me desespera la cantidad de australianos que creen que visitar Barcelona y San Sebastián constituye «visitar España». Muy pocos aprovechan la oportunidad para explorar aquellas regiones que para mí son lo más destacado: Madrid; los pueblos de Zamora, Soria y Segovia; el Maestrazgo, las colinas de Jaén, la Tierra de Campos, sin olvidar los caminos de Toledo y Ciudad Real, a través del territorio del Quijote...
«Existe la determinación en ambos países de disfrutar la vida, aunque los australianos son más conservadores socialmente»
Ya sabe que siempre ha existido rivalidad entre Madrid y Barcelona.
Siempre me han fascinado aquellos extranjeros a los que no les gusta Madrid. Para mí, es una concentración de tantas líneas de influencia histórica, cultural y política que es indispensable como punto de referencia. Por eso he tratado de comparar en mi libro momentos de la historia de Madrid con Australia. Ahí están los navegantes que, en época de Felipe III, reclaman atención para esa tierra, sin que les hagan caso. O cómo Carlos III muere en 1788, justo cuando los británicos fundaban lo que hoy es Sidney. Para mí, estas no son simplemente coincidencias; son líneas paralelas que fluyen a través de la historia, que no necesariamente se tocan en un punto, pero que de alguna manera influyen entre sí. Es por eso que sentí que las historias entrelazadas de Australia y España eran una gran historia no contada.
Vayamos a la leyenda negra y otros tópicos sobre España.
El poema de Ted Hughes que cita usted es un ejemplo clásico de la interpretación de España a mediados del siglo XX desde el Atlántico Norte. Una España en blanco y negro, de clichés de la época franquista y esencialismo orientalista, que ha envejecido mucho. Esto, si me lo permiten, es la opinión de España que muchos australianos ya no tienen, porque no tenemos esos siglos de comparación cultural (y, a veces, de condescendencia). En mi libro de 435 páginas sobre España, no he mencionado el fútbol o las corridas de toros y hago muy pocas menciones al flamenco. Esto no se debe a que no aprecio y disfruto la singularidad cultural de cómo se realizan estas cosas en España, sino a que quería escribir un libro que evitara los comentarios habituales. En cuanto a leyenda negra: al tratar de evitar los clichés anteriores, es innegable, al menos en mis lecturas culturales y políticas, apreciar un cierto tono despectivo hacia España que creo que atraviesa mucho pensamiento anglófono. Pero decirlo es invitar a la controversia. ¡He visto, con los recientes debates en torno a Roca Barea , que marcar la leyenda negra como algo real, puede etiquetarte como reaccionario, como franquista…!
¿Cómo expresar un amor por la cultura española e invitar a otros a sumergirse en ella, sin que tengan el acceso que ofrece el idioma?
A veces, la literatura y la música popular pueden ser de más difícil acceso para los extranjeros. Por esta razón, en mi libro y fuera, profundizo en el mundo del arte como un lenguaje más universal. Además de maestros obvios como Goya y Velázquez, quería que la gente conociera a algunos de mis pintores favoritos: Zurbarán, Sorolla y Zuloaga. Me cuentan mucho sobre España, y luego específicamente sobre el catolicismo, o Valencia, o Castilla. También quería expresar algunas opiniones «controvertidas»: nunca me ha gustado mucho el arte de Dalí, o de Picasso, o de Gaudí.
En España también tenemos nuestros clichés sobre Australia.
Cuando viví en España por primera vez, la ignorancia de Australia era casi total, y lo mismo era cierto en Australia con respecto a España. A finales de los años 80, el cliché de Crocodile Dundee fue algo con lo que, como todos los australianos en el extranjero, tuve que vivir mucho tiempo. Con los años, esta situación ha cambiado drásticamente, pero Australia sigue siendo algo desconocido. No obstante, cada vez más jóvenes australianos hacen en España una parte esencial de sus viajes internacionales; mientras que después de la crisis financiera de 2008, miles de jóvenes españoles, sobre todo profesionales altamente calificados, encontraron oportunidades de trabajo en Australia. Los españoles a menudo se encuentran entre los principales científicos e investigadores en Australia en la actualidad.
«Descuidamos España como tema de estudio por imitación de la educación británica, con sus prejuicios culturales y geopolíticos»
Australia y España afrontaron una cuestión similar: qué hacer con las poblaciones originarias.
Sí, absolutamente. Pero con al menos dos diferencias: en primer lugar, en Australia este problema todavía está con nosotros, a pesar del enorme progreso que se ha logrado. De hecho, muchas personas argumentarían (y yo estaría de acuerdo) que el largo y lento proceso de reconciliación con la población indígena sigue siendo el mayor desafío de Australia como nación. En segundo lugar, en Australia, la presencia indígena no forma parte de un «imperio de ultramar», sino que forma parte del tejido cotidiano de nuestra nación. De hecho, el desarrollo de Australia, tal como lo conocemos, sólo fue posible gracias al desplazamiento de la cultura indígena. Siempre he creído que una colonización española de Australia, sin ser ni mejor ni peor, habría tenido resultados diferentes para la población indígena.
¿En qué sentido?
Hubiera habido más matrimonios mixtos y un esfuerzo significativamente mayor para registrar y preservar algunos de los aproximadamente 200 idiomas que existían aquí antes de la colonización, la gran mayoría de los cuales se han perdido.
Cerramos. Han sido 35 años desde que se encontró con España…
Lo digo en mi libro. Tantos años sumergiéndome en el universo español han resultado enriquecedores en más formas de las que puedo contar, pero sobre todo, hay algo más que me resulta difícil de definir, aunque sé que es cierto. Me ha hecho una mejor persona. Esto tal vez sea cierto para todos los que aprendemos a vivir en dos culturas y dos idiomas: nos encontramos con personas más sabias, tolerantes y, espero, más compasivas. Siempre digo, y lo creo sinceramente, que estoy en deuda con los españoles.