ARTE

Luis Gordillo: «Hacerse el valiente también tiene sus costes»

Luis Gordillo, maestro de pintores, se mide en «Tríplex», proyecto para Murcia, con la generación de Miki Leal y Rubén Guerrero. Y con ellos pinta a seis manos

Luis Gordillo, en el estudio con Miki Leal y Rubén Guerrero Eduardo d'Acosta

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Luis Gordillo (Sevilla, 1934) es uno de nuestros pintores vivos más fascinantes, capaz de reponerse a su propia melancolía, y de reinventarse, como hace en «Tríplex», el proyecto en el que pinta a seis manos (junto a los más jóvenes Miki Leal y Rubén Guerrero) para el Centro Párraga de Murcia . Él dice encontrarse al final de un camino, pero la propuesta le descubre una vez más como un escapista. La pintura como trampa, pero también como salvación. Ahora, entre colegas.

Es la tercera vez que lo entrevisto. Dicen que a la tercera va la vencida, pero usted siempre me ha dado buenos titulares. ¿Le gusta charlar de su obra?

¡Ay, Dios mío! Pues yo soy una persona muy dubitativa, y un tanto cobarde, para serte sincero. Después de más de medio siglo de trabajo, todo eso se nota en la obra. No tengo confianza ciega en ninguna idea. Prefiero entregarme a la tentación que desarrollar ideologías casi militantes. Así respiro mejor.

Hablando de «tentaciones», de energías, del número tres... En «Tríplex» accede a trabajar con otros dos autores más jóvenes. ¿Por qué le dice sí a un proyecto así?

La idea inicial era haber hecho una exposición solo mía, una especie de resumen de una trayectoria, pero el espacio del Centro Párraga no daba para ello. Por eso consideramos rechazarla, lo que dio pie a esta segunda propuesta del comisario, junto a Miki Leal y Rubén Guerrero . Yo conozco bien la obra de ambos, ya les admiraba, de forma que la oferta de colaborar encajaba de forma muy natural. Ellos dicen que también admiran mucho mi trabajo. Pertenecen a un grupo que dice que se siente «deudor» de lo mío, aunque no se parezca a lo mío. Para mí es una aventura muy grata.

Usted, que es muy dado al psicoanálisis, ¿de qué le ha servido enfrentarse a otros autores, con los que ha tenido que gestionar y discutir las obras?

Una cosa que me llamó la atención desde el principio es que ellos hayan completado la carrera de Bellas Artes porque, en mis tiempos, entre los progres, eso era una rendición. La enseñanza no tenía nivel. Y me doy cuenta de que han aprendido cosas allí, cuestiones en las que yo no me eduqué y de las que me tuve que dar cuenta por mí mismo y con el esfuerzo que eso supuso. Ellos tienen una serie de «trucos constructivos», y no lo digo en sentido peyorativo, un armazón instrumental que se lo ha dado la facultad. Eso de hacerse el valiente y el opositor, como fue mi caso, tiene también sus costes.

Una de las obras de «Tríplex»

Cada vez que he hablado con usted, me insinúa que se cierra un ciclo. Pero ahora nos sale con estas. ¿Es una manera de reinventarse?

Yo prefiero no definir lo que hago. Me dejo ir. Sigo viviendo y sigo haciendo con la pintura lo que me apetece. Cada vez trabajo más con ordenador, con fotografía. Ahí he desarrollado una segunda personalidad, me ha dado pie a una segunda línea de trabajo. Pero no quiero abandonar la pintura. Ella es como el corazón de mi obra. Allí toco lo orgánico, lo instintivo a través del cuerpo. Es la base de todo. Desde donde yo me sitúo, la entiendo como un psicoanálisis. Y el psicoanálisis, lo que intenta es llegar a la «fórmula» de tu personalidad, la «fórmula Luis Gordillo» o «Javier Díaz-Guardiola». ¡Como si eso fuera posible!

Siempre ha renegado del concepto «estilo». En un ejercicio como el de Murcia estará en su salsa porque a lo que se tendió es a confundir autorías.

Una parte de mi obra es el collage. Antes de ponerme a pintar, me gusta desarrollar una idea gráfica de lo que voy a plasmar. Estos chicos me lo pusieron a huevo porque fue trabajar la pintura desde el puro collage. Y el resultado, en mi opinión, enriquece el conjunto. Ha sido una aventura en la que nos hemos dado permiso para intervenir, lo que hacía que la independencia de cada uno quedara también cuestionada.

Considera que el estudio es un espacio muy privado, con muchos secretos. Ahora que han entrado dos artistas en el suyo, ¿se ha revelado alguno?

Es cierto que allí se conservan muchos secretos, pero están al alcance del que quiera entrar. No los guardo bajo llave. Mi estudio está abierto a todo el mundo, y me gustaría que fuera más gente. Es un espacio demasiado solitario.

«La pintura es una obsesión absoluta en mi vida, pero, por otro lado, es asimismo un martirio»

¿Qué está pasando ahora en el suyo?

Pues que están dando las campanas del final... Noto que soy mayor. «Mayor», por decirlo elegantemente.

Eso me lo dice cada vez que hablamos...

Pero ahora es de verdad.

Pero, sigue trabajando, ¿no?

Sí, sí. Todo lo que puedo, y más. Realmente me sacrifico ahora por la pintura, porque no puedo hacer lo que quisiera. Pero aún puedo seguir adelante. Que tengo ya 85 «tacos»... ¿Tú cuantos tienes?

La mitad.

Cuando tú llegues a mi edad, 85 no será nada.

¿Seguro? ¿Me lo promete?

Te lo firmo.

¿Es un hombre nostálgico? ¿Le gusta buscarse en fotos, por ejemplo?

No especialmente. Me gusta la fotografía pero no en ese sentido... Conservo una de la clase del colegio, ya algo mayores, y me gusta comprobar cómo éramos entonces los amigos, los que quedan... La foto me interesa mucho, y la que yo hago no precisa de la intensidad de trabajo de la pintura. La pintura es una obsesión absoluta en mi vida, pero, por otro lado, es asimismo un martirio. No sé a qué otro artista podría compararme. Los últimos cuadros que expuse en Marlborough lo son de meses, a veces incluso de años de dedicación. Prefiero que ellos se vayan estructurando.

Pero eso significa que no es un artista visceral. Todo su mensaje tiende a destilarse, pues, por su forma de proceder.

Ahí hay una contradicción enorme en mi obra. Porque parece muy espontánea. Sin embargo, sus «tripoteos» se producen con una elaboración casi de científico. Siempre digo que no hay pintor geométrico que controle o planifique tanto un cuadro como yo lo hago, pese a su experiencia expresionista.

Me va a perdonar, pero todo eso que me cuenta se llama «estilo».

Es el «estilo mártir», sí. Y da pie a una vitalidad enorme, porque me obliga a que todo parezca que está muy vivo, con mucha expresión, pero, por otro lado, procuro que ese expresionismo esté lo más medido posible.

Los tres artistas, en la elaboración de las piezas de «Tríplex»

Siempre ha afirmado ser una persona que está normalmente en crisis, tendente a la depresión. Cualquiera lo diría con sus formatos, sus motivos y sus colores.

Otras de las cosas extrañas de mi personalidad. Soy un depresivo crónico, y, a veces, profundo, siempre en tratamiento... Pero yo no definiría mi obra de melancólica. De hecho, parece todo lo contrario. Ahí hay otra contradicción.

¿Ha estado en la Bienal de Venecia?

Últimamente ya no voy. Me canso demasiado. No aguanto a nivel físico.

Le iba a preguntar por el Pabellón Español, tremendamente conceptual. ¿Ese es el arte que se hace en España hoy?

Yo no soy ya de la época que representa, la de su conceptualismo, al que ya no se pone límites. Pero yo he respetado siempre mucho la vanguardia. Siempre he considerado que tiene la razón. Lo vimos con Van Gogh o Cézanne. Hoy, la pintura de ambos es la más divertida y popular. ¿Quién nos dice que Esther Ferrer o sus coetáneos no sean la base de la futura cultura de masas? Quiero respetar la vanguardia, aunque no la comprenda, pero me siento llamado por mi biografía.

De haber sido finalmente músico, ahora le tocaría lidiar con el reguetón y el trap. ¿Está mejor este sector que el del arte?

La música es un campo mucho más difícil que el de la pintura. Nosotros tenemos un denostado mercado, que, al que le toca, le hace un hombre. Yo no me puedo quejar. En la música, sería como mucho profesor de conservatorio. Pero yo te estoy hablando de la música seria.

«Quiero respetar la vanguardia, aunque no la comprenda, pero me siento llamado por mi biografía»

¿Pero usted es partidario de Rosalía o no?

A mí me divierte el fenómeno, ella como persona. Me parece un revulsivo muy positivo.

Luis, ¿no puede o no debe dejar de pintar?

Yo la cabeza la tengo ágil, y tengo ideas de sobra para trabajar. Pero las energías disminuyen mucho con la edad. Para mí la vejez está siendo una sorpresa. Nos hemos llevado bien hasta hará hace un año, pero desde entonces veo que esto es serio. Mi duda es si sigo haciendo estos cuadros o si bajo el nivel. De momento me voy bandeando. Pero me doy cuenta de que algo se está terminando.

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