LIBROS

«Listas, guapas, limpias», libros en el Carrefour

Anna Pacheco debuta en la narrativa con una novela de aprendizaje, donde dibuja un retrato crudo, ácido y lúcido de la clase media

La escritora catalana Anna Pacheco

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No hay ninguna receta para dejar a tu pareja. Sin embargo, en el inicio de su primera novela, «Listas, guapas, limpias», la escritora y periodista Anna Pacheco (Barcelona, 1991) cuenta que lo mejor es que ese día te despiertes guapa. La novela empieza justo entonces, una tarde de domingo de verano en la que una chica se disculpa cuando decide dejar a su novio del instituto porque: «Cuando se rompe hay que decir lo siento por haber conducido al otro a una inversión fallida. Buscamos amores rentables».

De la rentabilidad, no solo la de los amores, sino también la de los relatos fundacionales y las propias expectativas, trata, entre otras cosas, esta novela de aprendizaje que, después de este primer intento de ruptura va diseccionando diferentes rupturas que tienen que ver con aquello a lo que llamamos madurar. A los veinte años, la narradora echa la vista atrás y revisita su infancia y adolescencia, no como ejercicio nostálgico sino como atenta observadora de su propio medio y clase social. De este retrato familiar, el suyo, emergen personajes a los que a pesar de haber visto toda la vida, no ha prestado la atención debida. Su madre, su abuela, ¿quiénes fueron ellas antes de ser engullidas por la apisonadora de lo doméstico?

Estilo fresco

Con un estilo fresco, alejado de la solemnidad, con una gran intuición para diseccionar hasta el más nimio de los detalles, Anna Pacheco dibuja un retrato crudo, ácido y lúcido de la clase media. El relato, guiado por el despertar de la conciencia feminista , incide en el cambio que se produce cuando la protagonista, que es de barrio, llega a la universidad y se matricula en Derecho. Se toma entonces la licencia de hablar mal a sus padres, de corregirles, de tratarlos de forma condescendiente. En una escena que refleja esta contradicción, ese no saber a qué bando pertenece, le pregunta a su madre: «Mamá, ¿por qué nos llevabais al Carrefour a comprar libros? ¿Tanto os costaba llevarnos a librerías? ». Porque cuando llega a la universidad, cuando descubre el CCCB o la Filmoteca, cuando empieza a escuchar música que no sabía que existía, vuelve inconscientemente a esa escena del Carrefour: son sus padres los que tienen la culpa de que ella llegue tarde a ese otro mundo que solo se encuentra a unas paradas de metro del barrio.

Hace cuarenta años habríamos sido nuestros padres, eso lo sabe la protagonista, pero fuimos educados para vivir en un mundo que se ha extinguido y, así, «Listas, guapas, limpias», se sitúa en aquel punto exacto donde caducan las certezas . Parecía que si cumplíamos aquello de ser listos, guapos y limpios, lo demás vendría rodado. Y lo cumplimos, lástima que luego pasáramos a formar parte de lo que Llucia Ramis vino a llamar la generación Challenger , esa que vio, y sigue viendo, cómo se estrellaban sus sueños en directo.

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