ARTE
La voz liminal de Ana Mendieta
La galería Nogueras Blanchard acoge la primera individual de esta icónica artista en España desde 1997
El artista actual puede jugar diferentes roles. Uno de ellos es el de comisario de exposiciones, actividad donde se solapan sus intereses creativos con las particularidades de los discursos sobre los que investiga. Así opera el cubano Wilfredo Prieto (1978) con la obra de su compatriota Ana Mendieta (1948-1985): su mirada como comisario evita las lecturas canónicas, aquellas que definen la producción de la artista como una representación de sus traumas o como una reactualización de mitos primitivistas.
En contrapartida, Prieto busca diferentes maneras de materializar la presencia de Mendieta y, además, nos aproxima a orillas poco conocidas de su trabajo. A este último ámbito nos remite la selección de dibujos, la mayoría inéditos , realizados durante su estancia en Roma (1983-1985).
Golpe breve y esencial
De ellos, nos queda la duda sobre el alcance que ocupan en su proceso creativo y de la importancia que la propia Mendieta les otorgaba. Especialmente inquietantes son aquellos con un sentido de la línea como golpe breve y esencial; una contundencia en la plasmación de la idea que se nos antoja como el vínculo más directo entre Mendieta y la voz de Prieto como artista . Y, de la suma de ambas sensibilidades, nace una exquisita exposición, estructurada no desde las certezas sino a partir de interrogantes.
Mendieta nació en La Habana en 1948. Llegó a EE.UU. a los doce años con el operativo «Peter Pan» , en el que miles de niños cubanos fueron separados de sus padres y llevados a diferentes estados para rescatarlos de las doctrinarias castristas. Este exilio involuntario determinará su deseo de trabajar desde el margen y, así, construir una identidad que respondiera a su «sed de ser» , como ella manifestó.
Pero las dificultades que le acarreó ser mujer y latina hacen que sus obras sean mucho más que un mero autorretrato y que tomen una posición activa ante los conflictos sociales y culturales de su tiempo: por un lado, su discurso se involucra en la definición de una conciencia política, feminista y subalterna; por otro, su propuesta se inscribe dentro de las prácticas más innovadoras de los años setenta, que debatían los planteamientos modernistas y abogaban por la desmaterialización y los procesos.
La idea del exilio como pérdida y la necesidad de buscar una identidad primordial fueron conjugadas por Mendieta en la serie Siluetas , donde aplicaba la huella de su cuerpo en la Naturaleza . Esta representación mediante la ausencia es el núcleo de la película Flower Person, Flower Body (1975): su figura es evocada con una construcción de ramas y flores que se dejan llevar por la corriente de un río. En Weather Balloon, Feathered Balloon (1974), una esfera se eleva, estalla y desvela las plumas que había en su interior: intuimos de nuevo un ritual basado en lo provisional y en la articulación de fuerzas contrarias. Pero es la película X-ray (h. 1975), también en la muestra, la que aporta mayor complejidad: una visión de rayos X del cráneo de Mendieta mientras pronuncia fonemas que resuenan, una y otra vez, en la galería . Vista en perspectiva, tras su violenta y controvertida muerte en 1985, esta película alcanza una emocionante dimensión interpretativa: la de estar ante una artista excepcional e injustamente silenciada, cuyo cuerpo, nudo de significaciones despojado de carnalidad, irrumpe con la exigencia de tomar la palabra.