LIBROS
Lecciones para los tiempos del coronavirus
Jordan B. Peterson saltó a la fama y a la lista de los libros más vendidos por sus tesis no exentas de polémica. Precisamente a raíz de este «Mapas de sentidos», que ahora se publica en España
Hay muchos motivos por los que podemos admirar intelectualmente al profesor de psicología de la Universidad de Toronto, Jordan B. Peterson , uno de los más acreditados críticos culturales de nuestro tiempo. Su libro de éxito internacional Doce reglas para vivir se convirtió en el manual de cabecera de inquietos lectores que, más allá de la moda de los ansiolíticos de autoayuda, buscaban dosis de mayor profundidad filosófica. No es menos atractiva su facilidad divulgativa, sus lecciones en YouTube, su lucha contra el cinismo o el relativismo, su defensa de la libertad de expresión y de la libertad de cátedra , o sus siempre lacerantes declaraciones a los medios sobre los más diversos temas que nos ocupan.
Sin embargo, aquí tienen los lectores un motivo, y éste sí principal, de hondo calado para no desdeñar el pensamiento de este canadiense que comenzó a escribir este libro en 1985, al que dedicó una media de tres horas diarias obsesionado como estaba por la aniquilación atómica o la encarnación del mal en la historia reciente del mundo a través de la ideología nazi y el comunismo. Mapas de sentidos , por tanto, tiene la pretensión de ser un texto que pase a la historia como la base del pensamiento de Peterson sobre las estructuras profundas de lo humano, de la sociedad y de las creencias. Ciertamente lo consigue con su mezcla de datos de las últimas investigaciones en psicología clínica, su más que acreditados conocimientos de la literatura universal y de fenomenología e historia de las regiones. Es también relativamente fácil adivinar que nuestro autor sigue las huellas de Joseph Campbell, de C. G. Jung, de Nietzsche, incluso, si me apuran, de un Wittgenstein al que probablemente admira más que cita.
Dosis de paciencia
Lo que no se puede negar es que este ensayo exige del lector altas dosis de paciencia y una constante interpelación al sentido de lo que en cada parte se propone, en no pocas ocasiones como afirmación categórica. Vendría a ser una reivindicación de la implicación que el sustrato de la naturaleza de lo humano tiene en su referencia a la cultura narrada, al mito, a la pregunta por el sentido. Y, de manera particular, a la arquitectura de la creencia.
Para Peterson, en su largo recorrido interpretativo, el rasgo definitorio y primario de la conciencia humana es la capacidad para crear nuevos comportamientos y categorías de interpretación en respuesta a la emergencia de lo desconocido. La existencia de lo desconocido nos permite formular respuestas que son el significado que damos a la realidad, que se transmite mediante contenidos simbólicos, los denominados mapas de sentidos. Nuestros mapas de la «parte del mundo comprensible» son, en parte, mapas de patrones de acciones, de comportamientos establecidos como consecuencia de la exploración creativa. Mapas, hoy muy necesarios, que modifican el curso de las interacciones sociales.
Plantea que los «mapas de sentidos», o de significado, se muestran sobre todo en la larga trayectoria de narraciones míticas de la humanidad. El mito ha sido central en la cosmovisión de la humanidad. En la sociedad occidental moderna el mito es visto como superstición. Pero la ciencia y el mito no son incompatibles, si tenemos en cuenta que la ciencia es una descripción objetiva de las cosas, mientras que el mito es una guía para actuar sobre el significado subjetivo que atribuimos a las cosas. Y un campo de acción.
El mito, la esencia
Los mitos -que en su nivel más alto están entrelazados con las narraciones religiosas- han evolucionado y dan lugar a nuevas formas colectivas de interpretación de la realidad. Aún no nos hemos desprendido de este camino de explicar la realidad, el único conocido en el pasado remoto. El mito es la esencia destilada de las historias que nos contamos a nosotros mismos acerca de los patrones de nuestros comportamientos. El conocimiento racional es el que permite la abstracción y esto, a su vez, nos da la opción a hacer grandes avances en nuestras concepciones morales. Nuestra época está superando, gracias a ese proceso, la etapa mítica del proceso civilizatorio. Pero lo hace gradualmente.
Son muchas las enseñanzas que se deben sacar sobre la estructura profunda de las creencias. Una de ellas es la relación entre psicología y religión, entendida ésta como las creencias colectivas simbólicamente expresadas que implican las emociones privadas en lo que concierne a nuestro propio destino personal y social. Quienes están empeñados en desterrar la religión de lo humano , de la sociedad, quienes pretenden reducir la religión a mera proyección de la psicología, debieran leer este libro. «He llegado -escribe Peterson- a convencerme de que el mundo que es creencia es ordenado».