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Justo Navarro: «El comisario Polo es un superviviente nato»
En «Petit Paris», el escritor granadino nos lleva a la capital francesa en el turbio momento de la ocupación nazi, de la mano de su personaje, el comisario Polo, que nació en «Gran Granada» (2015)
Nacido en Granada en 1953, Justo Navarro se licenció en Filología Románica en la Universidad de su ciudad natal. Comenzó su andadura literaria en la poesía, publicando «Los nadadores» (1985), y, al año siguiente, en el mismo género, apareció «Un aviador prevé su muerte», que se alzó con el Premio de la Crítica. Posteriormente, sin abandonar la lírica, ha desarrollado una sólida carrera en la narrativa, con títulos como «Hermana muerte», «Accidentes íntimos» (Premio Herralde de Novela), «El alma del controlador aéreo», «El espía» y «Gran Granada» (Premio Andalucía de la Crítica), entre otros. En «Gran Granada», dio vida a su logrado personaje del comisario Polo, que ahora vuelve en «Petit Paris» , (Anagrama) para vivir una aventura en la ciudad de la Torre Eiffel ocupada por los nazis.
Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada, y combina su labor de creación con la de traductor.
¿Cómo surgió el personaje del comisario Polo?
Quería escribir de los años de mi infancia o de mi adolescencia, así que en «Gran Granada» me fui a los años sesenta, a 1963. Se me ocurrió que una manera de sumergirme en el tiempo perdido era a través del molde de la novela negra, e imaginé un alto cargo policial que fuera un típico representante de aquel mundo de televisión en blanco y negro. Le di la forma de un director espiritual que tuve en el colegio, un jesuita muy alto. Los ojos grises de Polo, gigantescos a través de los cristales de unas gafas que entonces corregían la ausencia de cristalino después de una operación de cataratas, son los ojos de aquel sacerdote en el que pienso con cariño. Me recuerdan los ojos del lobo en el cuento de Caperucita: ¿Por qué tienes esos ojos tan grandes? Para verte mejor.
¿Por qué ha decidido que vuelva a escena ahora?
La verdad es que no creo haberlo decidido yo. Un día Polo volvió a metérseme en la cabeza, así que tuve que seguirlo a su «Petit Paris» policial, veinte años antes de su primera aventura, «Gran Granada». Ahora está en plena II Guerra Mundial, en 1943, en el París nazi, entre los funcionarios del Consulado General de España y la Gestapo.
«He leído todos los periódicos que leía Polo. Los diarios siempre revelan el mundo en el que están hechos»
¿Cómo lo definiría?
Como un funcionario modélico en cualquier régimen al que sirva, condecorado por Alfonso XIII, por la República y por Franco, es decir, un egocéntrico inteligente, un superviviente nato, con estudios de ingeniero de telecomunicaciones.
¿En los momentos de conflictos bélicos es cuando sale lo peor del ser humano?
En cuestiones de guerra, siempre pienso en aquello que escribió Henri Bergson en 1932, en sus «Dos fuentes de la moral y la religión»: que el asesinato, el pillaje y la mentira no solo se convierten en lícitos, sino que son meritorios en tiempos de guerra.
¿Y también. con especial fuerza, el instinto de supervivencia, a cualquier precio, dejando atrás todo principio ético?
El instinto de supervivencia no espera a la guerra para olvidar no solo la ética, sino incluso las reglas de urbanidad. Me acuerdo de aquello que Kafka apuntó en uno de sus diarios sobre la gente que con mucha educación y cortesía va ocupando las localidades de un teatro: si hubiera un incendio, decía Kafka, arrollaría sin contemplaciones a cualquiera que se le pusiera por delante.
«Sobre todo comparto con Patrick Modiano una concepción del tiempo, en la que el pasado sigue siendo presente»
¿«Petit Paris» es un «noir», pero busca también trascender el género?
No, no, ¿por qué iba a querer trascender el género? Lo único que buscaba cuando escribía la novela era ver con claridad la realidad que iba imaginando y ponerla por escrito con precisión. Si una novela negra, o del color que sea, nos parece limitada, no es porque sea negra o amarilla, sino simplemente porque le encontramos algo que le falta, alguna limitación.
¿Y lo entremezcla con la novela de espías y en cierto modo con la histórica?
Yo diría que «Petit Paris» y «Gran Granada» son novelas históricas, en tanto que se sitúan en 1943 y 1963, y convierten en fabulosos los acontecimientos de épocas pasadas. En cuanto a los espías, en el «Petit Paris» en guerra los servicios secretos eran inevitables, se confunden con la policía.
¿Cuáles serían sus principales referentes en la novela negra?
Los fundadores, los americanos, Dashiell Hammett, el primero, y Raymond Chandler. Pero para mí son esenciales los recuerdos de las películas en blanco y negro, no solo las americanas, también las francesas. Y me acuerdo de «El vampiro de Dusseldorf» y de «El tercer hombre»…
Para escribir «Petit Paris» ha buceado en los periódicos de la época...
Polo pasa en París del 22 de marzo al 7 de abril de 1943, día en que se celebraron los funerales oficiales por las más de trescientas víctimas del bombardeo aliado en París, el domingo 4 de abril. He leído cada uno de los periódicos parisinos que leía Polo, día por día, durante sus dos semanas largas en París. Por censurados, mediados o manipulados que estén, si los leemos a fondo (de la primera página a la publicidad, pasando por los sucesos y los espectáculos, todo) los periódicos siempre revelan el mundo en el que están hechos.
«El instinto de supervivencia no espera a la guerra para olvidar no solo la ética, sino incluso las reglas de urbanidad»
¿El París de su novela bebe de Modiano?
De un modo oblicuo, diría yo. Comparto con Patrick Modiano la sensibilidad ante el sonido de los apellidos de los protagonistas, de los nombres de las calles, los bares, los hoteles, los cines… Y sobre todo comparto una concepción del tiempo, en la que el pasado sigue siendo presente. Me evoca esa cita famosa de Faulkner: el pasado no muere, ni siquiera es pasado.
Es un París con turbias relaciones entre policías, periodistas, abogados…
Parece una relación consolidada. Solo hay que leer los periódicos españoles de estos días para ver que sigue siendo fuerte.
¿A qué cree que debe su éxito la novela negra?
Aparte del interés tradicional del público por las páginas de escándalos y sucesos, con las que las novelas de crímenes siempre han tenido un vínculo de familia, las mejores novelas negras se interesan por la realidad inmediata: tratan de ver mejor lo que tenemos delante y se nos escapa. Y las mejores de ahora mismo dejan de lado esa vieja pretensión de dejarlo todo bien claro. Se han acabado las conclusiones terminantes; esas que, para que todo el mundo se sienta más tranquilo, restablecen el orden que el crimen había roto. Como me explicó un italiano, el orden es menos una realidad que una ilusión, así que es imposible restablecerlo. Cabe, eso sí, extrañarse, indignarse de cómo son las cosas.
¿Qué opina de fenómenos como «Millenium», de Stieg Larsson?
Son novelas que cultivan el crimen espectacular, más patológico que lógico. Pero cuando pienso en novelas así, de éxito mundial, me acuerdo de algo que decía el polaco Stanisław Lem, escritor de ciencia-ficción, entre otras cosas: a un libro de éxito su público le reconoce determinados valores, y la función de la crítica sería descubrir cuáles son esos valores, los rasgos a los que la obra debe su popularidad. Yo, cuando criticamos este tipo de novelas, echo de menos lo que pedía Lem.
¿Qué hace para que su labor de traductor no interfiera en su estilo propio?
Me temo que, si los leemos en mi español, mi estilo ha afectado más a los autores que he traducido de lo que ellos me han influido a mí.